Capítulo 12

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Apenas una semana después de la luna llena, durante la noche, mientras Katsuki y Deku estaban cenando tranquilamente, pasos acelerados provenientes del bosque sobresaltaron al cenizo. No era común que las personas del pueblo acudieran a buscar al pecoso tan tarde, generalmente esperaban hasta la mañana si alguien lo necesitaba, pues moverse por el bosque tan tarde era peligroso, incluso para los elfos.

Miró con cautela la puerta, reconociendo los pasos como los de alguien que ya había visitado la cabaña con anterioridad, pero aun así sintiéndose paranoico por una presencia no esperada; segundos después, fuertes golpes resonaron en la cabaña, tan enérgicos que sacudieron dramáticamente la puerta.

Deku saltó por la sorpresa que le generó el golpe, miró hacia la entrada con confusión antes de soltar la cuchara que estaba sosteniendo y se levantó con prisa para ir a atender, sus pasos resonando en la silenciosa cabaña rodeada solo por la brisa de árboles que se sacudían rítmicamente. Detrás de la pesada puerta, un hombre de cabello castaño lo esperaba. Si mal no recordaba, era el tipo que estaba a punto de ser padre, Shindo.

—Midoriya... —comenzó a decir él, la respiración agitada probablemente por haber corrido desde el pueblo hasta la cabaña, estaba sudando y su rostro parecía debatirse entre el pánico y la felicidad absoluta. —Es Tatami, el bebé-

Katsuki vio al pecoso tensarse y después ampliar los ojos por la sorpresa antes de recomponerse y darse la vuelta para correr a la habitación clínica, todo sin decir una palabra. Llamó al cenizo con voz temblorosa y emocionada y le pidió que sacara algunos frascos, a lo que Katsuki obedeció con diligencia.

Tomó todas las medicinas que Deku le pidió y las colocó dentro de una canasta, sabiendo que el chico querría llevarlas consigo. Intercambió una mirada con el castaño antes de mirar en la dirección de Izuku; sintiéndose ligeramente molesto al ser observado como si estuviera haciendo algo malo solo por estar ahí con el pecoso.

La incomodidad subió rápidamente mientras ligeros ruidos metálicos y de cristal emanaban de la habitación clínica, seguidos del rozar de telas y gabinetes de madera siendo azotados.

Deku se asomó unos segundos después, los brazos flexionados frente a su cuerpo mientras cargaba algunos frascos, contenedores, herramientas y jirones de tela de algodón limpias que había estado guardando para la ocasión.

—Estoy listo, Shindo, vamos. —anunció el elfo de cabello verde, su semblante serio como en pocas ocasiones. Katsuki no podía dejar de sentir un profundo respeto por él, era increíble la cantidad de amor que sentía por su trabajo. —Volveré en un rato, Kacchan.

El par salió con prisas hacia el bosque y la puerta de la cabaña se cerró con un golpe. Katsuki se quedó de pie en medio de la estancia, asombrado por la rapidez con la que el pecoso había reaccionado a una situación totalmente inesperada.

Exhaló sonoramente antes de darse la vuelta para ir a recoger los platos de la mesa, llevándolos a la encimera de la cocina para lavarlos. Estar en la cabaña sin Deku era aburrido, pero había estado acostumbrándose a ello últimamente.

Limpió la cocina y después fue hasta la habitación clínica para revisar el desastre que Deku había dejado al tomar sus cosas antes de marcharse. Chasqueó la lengua al ver el desorden y se arrodilló para comenzar a recoger las telas, frascos y contenedores que había regados por todos lados.

Le tomó un buen rato, pero logró dejar la habitación justo como le gustaba antes de ir a la estancia de nuevo.

Tomó un libro de la estantería y comenzó a leer, era una novela que Izuku adoraba y quería leerla para tener algo más de que hablar con el pecoso, incluso aunque nunca se quedaban sin temas para conversar.

Oasis; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora