Capítulo 10

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El día siguiente inició con un profundo silencio en la cabaña.

Izuku preparó el desayuno, pues Kacchan no había salido de su habitación. Sirvió el té y alistó los platos con diligencia antes de limpiarse las manos en sus pantalones y caminar hasta la puerta cuyo marco seguía roto.

Golpeó un par de veces y después entró, asomándose a medias para poder distinguir la silueta del cenizo sentado sobre la cama. Se veía normal, y eso animó a Izuku a dar un par de pasos dentro.

—Kacchan, el desayuno está listo. —observó al cenizo crisparse levemente al oír su voz y en cuanto el hombre se hubo girado y sus ojos se encontraron unos con otros, el pecoso pudo sentir de nuevo el frío del miedo absoluto cortar a través de su cuerpo.

Retrocedió por puro instinto, su cuerpo reaccionando por sí solo incluso antes de que su mente procesara la situación.

Pudo ver a la perfección cómo las cejas del alto se fruncían profundamente y sintió como la culpa lo inundaba al tiempo que la postura ajena se relajaba.

Descolocado por su reacción y aun sintiendo el terror en su cuerpo, salió de la habitación. Caminó con la respiración acelerada hasta el comedor y se recargó sobre el respaldo de la silla para tratar de controlar su corazón acelerado.

Kacchan lo siguió poco después. Izuku se giró para mirarlo y tuvo que dar todo lo que tenía para no encorvarse producto del miedo, incluso aunque ahora la sensación se había sosegado unos cuantos niveles.

Se sentaron juntos, como siempre. El pecoso logró tomar el primer bocado incluso aunque se sentía como si su estómago estuviera dando vueltas. El cenizo lo observaba con cauteloso disimulo, claramente percatándose de lo que estaba ocurriéndole, pero sin atreverse a mencionarlo en voz alta.

Kacchan produjo un grave, bajo sonido con la garganta y momentos después, alguien llamó a la puerta.

Izuku se apresuró a abrir, y se encontró con sus amigos de pie en el umbral. Ochako se veía cansada, mientras que Tenya miraba a sus espaldas con impaciencia.

Entraron con prisa y el pecoso se aseguró de pasarle el pestillo a la puerta, de pronto contagiado por la paranoia de su amigo.

Al darse la vuelta para mirarlos, se topó con que ambos estaban de pie, paralizados por el miedo al igual que él, sus miradas estaban clavadas en Kacchan.

Se apresuró a interponerse entre los tres e invitó a sus amigos a sentarse en su sofá desgarrado -y que había cosido de nuevo con torpeza- y se aseguró de que tuvieran al cenizo fuera de su campo de visión.

La primera en sobreponerse a la asfixiante sensación fue Ochako, quien sacudió la cabeza, agitando su corto cabello castaño y llamando la atención del pecoso, quien hasta ese momento había estado lanzándole miradas de reojo al licántropo.

—Viajé a Fukuoka, hablé con algunas personas. —anunció e Izuku estuvo sorprendido de no haberse enterado del viaje hasta ese momento. —Regresé hace unas horas, vinimos a hablar con ustedes porque creemos que es importante.

El pecoso alcanzó a percibir como Kacchan se incorporaba y comenzaba a prestar atención a la conversación.

—Encontré una pista, —titubeó, nerviosa. —sobre alguien que podría conocer una ruta segura para ir a Shiketsu.

El corazón de Izuku se hundió en su pecho. Su sangre se heló aún más que antes y sintió un nudo espinoso crecer en su garganta.

La castaña hizo una pausa, visiblemente incómoda; si era por el miedo que le producía Kacchan o por los ojos llorosos de Izuku, el pecoso no lo supo.

Oasis; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora