- Capítulo Ocho

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Sasuke pensó que no era lo mismo besar a aquel doncel estando furioso que intentar seducirlo cuando no había provocación previa. No obstante, aquella era su noche de bodas y pensaba disfrutarla. Cómo no hacerlo con un doncel como el suyo.

El antiguo señor Namikaze podía ser muchas cosas, puede que un bastardo insufrible o un demonio sin corazón, pero nadie podía negar su belleza arrolladora. Lo enardecía como jamás ningún otro lo había conseguido.

El fino hadajuban de seda blanca lo animaba a imaginar qué habría debajo. Sus pezones los recordaba de un tono rosa y su cintura estrecha que se moría de ganas de comprobar si podría abarcarla entre sus manos. Sus caderas le fascinaban, se veía acariciándolas hasta hacerlo gemir de placer mientras se dejaba llevar hundiendo el rostro en su cuello y aspirando su aroma. Oh, su aroma. Respiró hondo mientras apartaba por un instante la mirada de su cuerpo. La fantasía le proporcionó una erección casi completa y tuvo que darse la vuelta para no avergonzarse.

—Métete en la cama.

No dijo nada más. Prefería esperar y saborear aquel momento de expectación. Quedaba mucha noche por delante, pero la actitud del doncel le hizo replantearse si deseaba ser tierno o no con quien ya era su esposo.

Volvió la cabeza y lo observó por encima del hombro. Lo vio apartar el fino manto Uchiha que cubría la cama. Respiraba hondo mientras miraba el entramado del dibujo. Estaba claro que a su esposo, y por tanto el señor consorte Uchiha, no le agradaban sus nuevos colores.

Sasuke enarcó una ceja al verlo esbozar una mueca de disgusto. Tras meterse entre las sábanas, Naruto dio dos vigorosas patadas haciendo que la manta quedara enmarañada a sus pies, y luego se cubrió hasta la barbilla con la sábana. Bufó para sus adentros al escuchar la carcajada burlona de su indeseado marido.

No, Naruto Namikaze, Naruto Uchiha se corrigió, no amaba su nuevo clan, desde luego que no. Pero eso no significaba que él no pudiera amar su cuerpo aquella noche y las siguientes.

Naruto aparentó no hacer el menor caso de la carcajada de su marido. Debía ser fuerte, era consciente de que se burlaría de él. Lo había dejado claro en el jardín, no pensaba ser tierno, ni proporcionarle placer alguno tal como aseguraban Shizune e Ino, simplemente quería humillarlo, demostrarle que él mandaba en sus dominios y por consiguiente sobre todos los que vivían en ellos.

Y pensar que hacía escasas horas había jurado amarle y respetarle...

Amarle y respetarle. ¡Ja! Clavarle un puñal y arrancarle su negro corazón hubiera sido mejor promesa.

Estaba nervioso, pensó Sasuke, sus nudillos se habían puesto blancos de aferrar la sábana con fuerza. Se sentó a su lado y Naruto relajó los dedos. Se inclinó sobre el doncel. Pretendía darle tiempo para que se acostumbrara a su proximidad y sintiera deseos de colaborar. Le acarició un hombro introduciendo un dedo bajo el fino hadajuban. Aquella caricia lo hizo reaccionar más vivamente de lo que creía posible. Jadeó involuntariamente y se enfureció consigo mismo. Para acallar el deseo decidió atacar.

—No me toques —le espetó con sequedad.

Su marido permaneció impasible mientras el doncel se levantaba de la cama y se alejaba de él.

Naruto apoyó la espalda contra la pared, cerca de la ventana. Abajo seguía el bullicio y la fiesta, mientras él tenía que enfrentarse con su marido en el dormitorio. Puede que Sasuke fuera físicamente perfecto, con el torso parcialmente desnudo y su blanca sonrisa, pero él no tenía por qué sucumbir a sus encantos sin poner resistencia.

La marca del Samurái - SasuNaru {ADAPTACIÓN.}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora