Prólogo

1.5K 122 10
                                    



El viento empezó a soplar de manera cortante a medida que el sol se iba ocultando tras el horizonte.
Al otro lado del muro de piedra, justo detrás de la arboleda que escondía sus figuras a los ojos de los congregados en el camposanto, Deidara, junto a sus hombres, esbozaba una sonrisa malévola, montado en su caballo de guerra.
-El nuevo señor Namikaze -dijo a media voz mientras contemplaba a su joven hermano- cree que va a disfrutar mucho tiempo de su liderazgo.
El alto guerrero pelirrojo al que se dirigía no respondió. Tampoco había mucho que decir; la escena que transcurría ante sus ojos era más que suficiente para silenciar a cualquiera.
Si Deidara hubiera sido un hijo fiel a las tradiciones y a su padre, el viejo jefe del clan Namikaze, tal vez se le hubiera formado un nudo en la garganta, pero no era así. El rostro imperturbable del samurái mostraba los estragos de una vida dedicada al sake, a malvivir en cantinas y a sobrevivir en los bosques circundantes como lo que era, un proscrito.
La muchedumbre junto a la tumba había empezado a murmurar audiblemente; rezos, condolencias y miradas que denotaban preocupación por el estado de ánimo de su joven señor, Naruto Namikaze.
Deidara podía verlo junto al hoyo que horas antes se había excavado para que sirviera de última morada a su padre. La alta figura del doncel destacaba no tanto por su estatura como por el contraste entre su hermosa cabellera dorada y su piel canela. Allá donde fuese, Naruto sobresalía sobre los demás miembros del clan Namikaze. Su belleza era tan legendaria como su carácter indómito.
Deidara lo aborrecía.
Su hermano poseía agallas suficientes para levantar a su clan sin necesidad de apoyarse en ningún hombre, pero su padre había sido firme: debía casarse con un Namikaze para hacerse con un brazo fuerte a fin de luchar contra las incursiones de los Uchiha y, asimismo, para protegerse de la furia de su propio hermano.
Deidara consideraba que le habían arrebatado aquello que le pertenecía, y estaba más que dispuesto a recuperarlo. A pesar de Neji, Shikamaru y Kiba, él volvería a alzarse con el poder del clan.
Miró a sus espaldas: una treintena de proscritos bien armados conformaban el grueso de sus filas. Podrían acabar con todo en aquel preciso instante, si quisiera, pero sería un acto estúpido, y Deidara no lo era. Quería gobernar sobre su clan, con hombres, mujeres, donceles y niños que pagaran por su seguridad, que llenaran sus arcas y satisficieran los caprichos que tantos meses llevaban desatendidos. Tanto como él había pasado en el bosque, desterrado.
Levantó el puño en alto, consciente de que Neji, junto al cadáver del viejo jefe, lo estaba observando. La bestia de ojos blancos, el samurái indómito que se creía merecedor de casarse con su hermano, lo consideraba incapaz de atacar mientras se oficiaba el funeral.
Ni se inmutó cuando dio la orden de partir.
-Hoy nos iremos -dijo a nadie en particular-. Pero pronto volveremos para reclamar lo que por derecho me pertenece. Sonrió. Su hermano Naruto no debía acostumbrarse demasiado a un puesto que le correspondía solo a él. El viejo Minato debía de estar retorciéndose en el hoyo donde acababan de meterle.

---------------------

¡Hola!
Vengo con una nueva adaptación, espero en verdad sea de sus gustos. ♡

¿Alguna opinión?

La marca del Samurái - SasuNaru {ADAPTACIÓN.}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora