13
—Buenos días —saludó Shizune.
Naruto vaciló en el umbral del salón.
Había pasado varios días con el corazón en un puño, hasta que por fin la noche anterior Sasuke había regresado. Lo hizo cansado, como envejecido a causa de tantas preocupaciones, y por si fuera poco no acudió en busca del consuelo que él quería brindarle. Naruto tampoco se atrevió a acercársele. Pero ahora, a la luz del día, todo tenía otro color.
Se quedó de pie sin moverse, hasta que Shizune tuvo a bien acercarse.
La mujer lo miró con ternura. Observó que Naruto llevaba el pelo algo revuelto y se cubría con un sencillo kimono azul claro; como de costumbre, no llevaba haori alguno.
Era evidente que no había pasado buena noche; quizá las preocupaciones lo habían desvelado. Shizune sonrió complacida, segura de que Sasuke tenía algo que ver con los pensamientos que perturbaban el descanso del doncel.
—Buenos días —respondió por fin—. ¿Has visto a Sasuke?
Shizune asintió mientras Naruto bajaba los peldaños que daban al salón. Sin hacer comentario alguno sobre su desaliñado aspecto, señaló la puerta de una pequeña habitación que había a sus espaldas. —Llegó ayer —informó. Naruto guardó silencio esperando que añadiera algo más—. Los días se han hecho largos desde que se fue... y las noches aún más, ¿verdad? Se alegrará de verte.
Naruto no contestó, se limitó a pasar por su lado y llamar a la puerta con los nudillos. Oyó la voz de Sasuke alta y clara a través de la madera. Entró sin esperar permiso.
Él estaba junto a la ventana dando un sorbo a una copa humeante; sobre la mesa, diseminados, había pergaminos, cera y alguna que otra pluma a la vista de quien entrara en la estancia. —Deseo hablar contigo —dijo el doncel sin preámbulos.
Sasuke lo miró por encima del hombro con ojos cansados.
Fuera lo que fuese que hubiera sucedido aquellos días en la frontera, lo había dejado en un estado lamentable. No es que su barba de varios días fuera desagradable a la vista, era más bien la expresión de sus ojos. No lo miraba con odio o rencor, simplemente lo hacía como si fuera un asunto molesto del que debía hacerse cargo.
Por su parte, Sasuke cogió aire, llenándose los pulmones. Necesitaba calmarse. Naruto no tenía la culpa de todo aquello. Se masajeó las sienes como si el mero pensamiento le diera dolor de cabeza. No obstante, se volvió hacia el doncel.
—Sí, debemos hablar. —El cansancio también se reflejaba en su voz.
Sin pensar, lo instó a que se sentara a su lado en el banco, delante de la ventana. El día prometía ser tan frío y sombrío como su humor: si instantes antes el astro rey había osado brillar, ahora se escondía esquivo tras las nubes grises.
Naruto tomó asiento frente a él y por un instante añadió otra preocupación más a su larga lista. Naruto no parecía gozar de salud. Tenía marcadas ojeras bajo sus preciosos ojos azules que le ensombrecían el rostro. El cabello rubio y brillante lo hacía parecer más pálido. Tal vez se había removido inquieto en la cama, presa del mismo insomnio que él también sufría.
El doncel pasó los dedos distraídamente sobre uno de los cojines que estaban ahí para que el asiento fuera más cómodo, ajeno a los pensamientos de Sasuke.
Se contemplaron largo tiempo en silencio, limitándose a observarse con pesar.
Fuera empezó a llover.
Sasuke estiró las piernas e involuntariamente se rozaron. Volvió a plegarlas como rechazando ese contacto, cuando lo que en verdad deseaba era abrazar a ese orgulloso doncel y no soltarlo hasta que se diera cuenta de que él también merecía su preocupación y... su amor.
Meneó la cabeza, olvidando lo que anhelaba su corazón.
Naruto fue el primero en romper el denso silencio.
—Has estado varios días fuera.
Sasuke asintió, recibiendo el comentario como una mera constatación.
—¿Qué ha pasado?
El pelinegro se esperaba esa pregunta, y aun así no tenía preparada la respuesta.
—Cabalgamos patrullando, intentando sorprender a los Nam... a tu hermano. —Se corrigió para no crear un nuevo conflicto.
—Y... ¿aparecieron?
Sasuke lo miró fijamente.
—No. —Miró la copa que sostenía entre las manos para luego dejarla a un lado—. Puedes dejar de sufrir por tus queridos Namikaze — añadió.
—Vamos, Sasuke —repuso Naruto con tono suave, lo que sorprendió a ambos, y le sorprendió aún más el hecho de que su esposo se girara hacia él y le acariciara el dorso de la mano—. ¿Es que acaso no puedo preocuparme por ellos?
—Sí, Naruto, por supuesto —dijo Sasuke con pesadumbre, y le cogió la cara entre las manos—, pero también deberías preocuparte por algunos más, ¿no te parece?
—Me preocupo y... —vaciló— y sufro por ti. —Y aquellos dos lagos azules que eran sus ojos se vieron vulnerables de pronto. Sasuke se alejó de Naruto, incapaz de soportarlo, dispuesto a ignorar sus palabras.
—No mientas. Sé cuánto odias esta vida que no elegiste, pero llegaremos a un acuerdo.
Naruto se tensó al tiempo que intentaba adivinar de qué acuerdo se trataba.
—¿De qué estás hablando? —Cruzó la habitación hacia el moreno y se colocó a sus espaldas.
—Primero actuaré según mi leal saber y entender. Déjame hacer a voluntad —dijo por fin—. Me encargaré de Deidara, y de que el shōgun comprenda que matarle es un acto de justicia. Si permanecemos unidos ante Sarutobi quizá salgamos con bien de esta situación. Yo podré volver a tener paz y tú... a tu clan.
Naruto se quedó boquiabierto.
—¿Cómo podría suceder algo así?
—Si Deidara muere... te dejaré libre.
«No lo hagas», deseó decir Naruto, pero las palabras no se formaron en sus labios.
Sasuke sintió un dolor agudo en el pecho al ver que su esposo no le contradecía. Pero... ¿qué pretendía? ¿Que Naruto dijera que lo amaba y que no podía vivir sin él? Cerró los ojos ante tamaña estupidez. —Pediré la anulación, o te repudiaré si Sarutobi no acepta este acuerdo.
Naruto ahogó un grito en su garganta.
¿Anular su matrimonio? ¿Repudiarlo?
De todo cuanto había previsto escuchar aquello no le había cruzado por la imaginación.
—¿Me estás diciendo que...?
—Que serás libre, no tendrás que aguantar a un marido que detestas.
—Yo no...
Sasuke lo acalló levantando una mano. Se volvió y de nuevo enmarcó su rostro con ambas manos. —No quiero volver a hablar del asunto.
Naruto quiso gritarle que no deseaba apartarse de su lado; sin embargo calló, mirándose los pies, y apretó los puños a los costados para reprimir sus impulsos. Tal vez Sasuke estaba mucho más ansioso de lo que aparentaba para librarse de él.
—Está bien, Sasuke... Así será.
Aturdido, se encaminó hacia la puerta. El moreno no lo detuvo.
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La marca del Samurái - SasuNaru {ADAPTACIÓN.}
RomantikCada vez que Sasuke Uchiha levante su katana en el campo de batalla, se adiestre con sus hombres o haga el amor con una mujer o doncel, no podrá ocultar la marca de la vergüenza. El responsable es Naruto, el joven señor del clan Namikaze, decidido a...