- Capítulo Tres.

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Sasuke esquivó las patadas que el doncel lanzaba enfurecido. Cuando logró atraparle las piernas nuevamente entre sus muslos, el doncel se quedó inmóvil, seguramente temiendo que él podría partirle cada hueso de su cuerpo si así lo quería. Pero una vez más, Sasuke Uchiha subestimó al Namikaze. Sin duda, la lengua de Naruto no estaba tan impedida como el resto de cuerpo.

—Maldito teme, ladrón de ganado, bastardo incendiario, asesi...

Sasuke no pudo evitar proferir una carcajada.

Le divirtieron por un momento todas las palabras malsonantes que aquel doncel había aprendido en su vida, pero no estaba dispuesto a que lo dejara sordo. Tapó con una mano la boca que osaba insultarlo, mientras con la otra seguía inmovilizándole las muñecas.

Naruto se arqueó intentando sacárselo de encima, y el pelinegro volvió a reír. Furioso, trató de propinarle un rodillazo, pero no llegó muy lejos.

Un gemido de dolor brotó de sus labios cuando Sasuke le soltó la boca para apretarle con fuerza el muslo. La amenaza de verse impedido por un buen rodillazo ya no le resultó tan divertida al pelinegro. —Si intentas golpear mis... —Sasuke apretó los dientes para calmarse—. Juro que te romperé el cuello aquí mismo.

Cuando sintió aquella tenaza en su garganta, Naruto dejó de forcejear. Lo miró con detenimiento a los ojos tratando de adivinar sus pensamientos.

—Suéltame —le ordenó con altivez, alzando el mentón. Sasuke sonrió mientras apretaba su muñeca con más fuerza—. Maldito seas, estúpido Uchiha.

—No maldigas e insultes, doncel, te restas belleza y ciertamente quiero disfrutar de toda ella después de haberme tomado la molestia de atraerte hasta aquí.

—¿Qué molestia? —Cuando iba a volver a insultarle Sasuke tapó su boca de nuevo, y se llevó una sorpresa al sentir unos pequeños dientes clavarse en su palma. Retiró la mano de inmediato y Naruto volvió a la carga—: Como si no estuvieran acostumbrados a robar e incendiar las granjas que oponen resistencia a sus incursiones.

Sasuke frunció el ceño ante aquellas palabras: él jamás había ordenado incendiar ningún hogar... hasta esa noche. Y si lo hizo fue movido por el odio y la rabia que sentía hacia ese doncel demoniaco.

—Esta noche no hemos venido a robar ganado, señor Namikaze. Tengo en mente otro objetivo más importante.

—¿Y cuál es, si puede saberse? ¿Destruir a mi clan como unos cobardes? ¿Cómo lo que son?

Apenas dijo ello se arrepintió de haber lanzado aquella acusación, pues los ojos de Sasuke descendieron hacia el cuerpo que apretaba con el suyo. Su aliento le rozó las mejillas y una zorruna sonrisa malévola bailó en sus labios. Naruto aguardó en silencio, lívido y mucho más tenso que antes.

Notaba cada vez más aquel cuerpo tendido sobre él. Su haori se le había abierto y solo un fino kimono separaba ambos cuerpos desnudos.

—¿Qué quieres? —susurró el doncel tragando saliva.

La sonrisa del pelinegro se ensanchó y sus labios le rozaron la oreja al susurrar:

—A ti.

Naruto se quedó sin habla y llegó a distinguir el fuego que ardía en la profunda mirada negra. El doncel jamás había estado tan cerca de suplicar por su vida, pero antes de que pudiera pronunciar palabra, Sasuke se puso en pie y tiró de él para arrastrarlo hasta su montura. El semental aguardaba mansamente a su amo mientras en derredor seguía el combate.

La marca del Samurái - SasuNaru {ADAPTACIÓN.}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora