Capítulo Dos

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Sasuke se recuperó de la impresión a tiempo de esquivar la afilada hoja que iba directa a su antebrazo. No era un hombre que se dejara dominar por las emociones, pero, a pesar de su aparente pasividad, ver a aquel doncel lanzarse sobre él como un felino al ataque lo había desconcertado.

Por un instante se quedó observando sus ágiles movimientos con aquella katana que parecía hecha a su medida. Pero se recuperó al oír el sonido sibilante del acero y, sin esfuerzo, logró esquivar el mandoble. Con el segundo ya fue más complicado, la sorpresa ya se había transformado en enfado, y para cuando lo atacó por tercera vez, la ira inundaba sus venas. No había muchos que pudieran alardear de haberle hecho perder los estribos, pero aquel doncel estaba a punto de conseguirlo.

Sasuke ardía de rabia. No era con él con quien quería pelear. Había supuesto que un combate con el bastardo de Neji le ayudaría a dejar en claro ciertas cosas, entre ellas una muy importante: que si sus granjas de la frontera volvían a ser atacadas, despedazaría a todos los Namikaze.

Pero las cosas parecían destinadas a no salir como él esperaba. Estaba allí, en medio del prado, intentando recuperar lo que los malditos Namikaze's les habían robado y, lejos de poder arreglar el asunto en una buena batalla, se encontraba ante un doncel que intentaba mantener el equilibrio perdido por el rápido ataque. ¿Tendría que enfrentarse a un doncel? Por un momento la silueta del doncel le hizo olvidar dónde estaban, pero al punto volvió a centrarse en ese hecho inaudito. ¿Un doncel? ¿En una incursión? Pero cómo...

—¡Por todos los demonios!

Quería dar su merecido a esos miserables Namikaze y se encontraba con que enviaban a sus donceles.

El doncel lo miró a los ojos mientras lo apuntaba con su acero, señal de que intentaría ensartarlo si se acercaba un paso más.

Por un instante se quedaron inmóviles viéndose fijamente, hasta que un grito los distrajo. Sasuke se volvió encolerizado: uno de sus hombres, al parecer un muchacho, había caído de su montura. Para alivio de Sasuke, el Namikaze que lo atacaba lo dejó en el suelo y corrió tras otro que pretendía abandonar el prado para perderse en el bosque. Cuando vio de nuevo a sus hombres reagruparse tras los árboles quiso ir en su busca, pero Naruto no se lo puso fácil.

—¿Dónde crees que vas? —Un suave viento se había levantado y ahora arremolinaba unos mechones rebeldes frente al rostro del doncel. Eso solo lo hacía parecer más hermoso.

Sasuke se maldijo por la distracción, pero, después de escudriñar la arboleda, sus ojos volvieron a aquel rostro.

—No creo que eso sea de tu incumbencia —le espetó.

El Uchiha no quería alargar la conversación. Su objetivo era Neji y no el señor doncel de los Namikaze. Era probable que el doncel se creyera lo suficientemente importante para que desperdiciara su tiempo en él, pero no era así.

Alargó el brazo para coger las riendas de su caballo. Montaría e iría hacia... Un movimiento lo distrajo, la katana de Naruto dibujando un arco perfecto. Escuchó el silbido antes de ver el reflejo de la luna en el metal. El caballo se asustó y, al tiempo que Sasuke intentaba esquivar el ataque, lo golpeó con sus patas delanteras. Sasuke se vio tumbado en el suelo antes de entender qué había sucedido.

—Maldito doncel.

Instintivamente su mano voló hacia su cabeza y palpó el líquido viscoso de la sangre. Por si tuviera pocos problemas, una roca en aquel lugar inoportuno le proporcionó un terrible dolor de cabeza. Quizás el dolor le recordara que debería permanecer atento a cuanto ocurría a su alrededor y no distraerse con la atractiva figura de un doncel. Al intentar levantarse cayó de nuevo sobre su espalda, aturdido.

La marca del Samurái - SasuNaru {ADAPTACIÓN.}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora