- Capítulo Uno.

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  El día había sido muy largo y la noche no parecía avanzar con prisas.
  Naruto se dio la vuelta en la gran cama del antiguo jefe del clan. Ahora le correspondía a él ocupar el lugar de su padre y, por consiguiente, dormir en aquella habitación cargada de recuerdos que evocaban la figura de Minato.
  Suspiró dando una fuerte palmada a la manta que hacía de cobertor. Al parecer no podía quedarse quieto, los problemas lo abrumaban, pero era demasiado orgulloso para compartirlos con el consejo de ancianos.
  «Bah, un doncel —comentó el viejo Danzo—; su padre debía de estar delirando en su lecho de muerte para permitir algo semejante.» Esas palabras le dolieron y fueron un golpe directo a su orgullo, pero su inteligencia le decía que la preocupación de sus hombres tenía fundamento. 
  Sabía que no solo Danzo pensaba así, y que algunos de los suyos habían abandonado el clan en busca de la única alternativa: ir a tierras donde un hombre siguiera encargándose de administrar justicia, aunque fuese un proscrito y un traidor a su padre y a su propio clan.
  Soltó el aire que había estado conteniendo. No se dejaría vencer tan fácilmente, demostraría de lo que era capaz Namikaze Naruto. Sabía cuántos obstáculos debería superar. Las fronteras del territorio de su clan no eran seguras y los Uchiha se encargaban de recordárselo. En los últimos tiempos, aprovechando la debilidad de su padre, les habían arrebatado un botín del cual ellos no podían prescindir. Las reses, que con tanto afán criaban, eran indispensables para pasar el invierno, y este, que gracias a alguna deidad tocaba a su fin, había sido el más duro en los últimos años.
  Apretó los dientes enlazando los dedos detrás de la nuca. Fijó la mirada en un punto del techo y pensó con disgusto que pronto tendría que compartir esa cama con un hombre para afianzar su papel como nuevo señor del clan. No es que Naruto no encabezara la marcha en contra de dichas incursiones, pero todos confiaban más en la inteligencia de Neji, la experiencia de Shikamaru o el brazo de Kiba para salir adelante.
  Gruñó a causa de la impotencia, pero luego trató de contentarse con otros pensamientos. En el fondo, aquello no podía ser tan terrible. Los candidatos a desposarlo eran tres y ninguno de ellos sería una mala elección. 
  Esa misma tarde, horas antes, mientras recorría el oscuro corredor que lo llevaría junto al lecho de su padre, Naruto había perdido el valor para enfrentarse a su futuro. Pero de pronto la figura protectora de Neji empujó levemente su hombro para animarlo a continuar. Había cumplido con su deber prometiendo a su padre velar por su clan, pero sus palabras seguían atormentándolo en la oscuridad de la alcoba. Las palabras de su padre permanecerían grabadas en su mente para recordarle su consejo.
  —No estarás solo —le había prometido—. Escogerás marido.
Debes guiarlo con tu sabiduría, pero también dejar que él te guíe. — Entonces la mirada de Minato Namikaze se había vuelto acuosa, como si recordara con melancolía lo que había significado el matrimonio para él—. Eres tan impetuoso y eso no siempre es bueno. Necesitas un brazo fuerte que te proteja de tu hermano.
  Naruto se mordió los labios para evitar decirle a su padre que él no era ningún débil y por lo tanto no necesitaba a nadie, pero con esas palabras su padre había señalado su futuro. Tres nobles guerreros de su mismo clan se disputaban su mano y él estaba dispuesto, después de mucho meditarlo, a que uno la obtuviera.
  Neji era su favorito, nadie podía ser tan atractivo como ese hombre de cabellos negros. Lo había visto innumerables veces entrenar y luchar cuerpo a cuerpo con otros guerreros de su propio clan. Sabía que esos brazos y manos podrían ser mortíferos si se encontraban con un Uchiha. Su peculiar color de ojos lo hacían ver con un atractivo singular atraían a las mujeres y donceles tanto como su cuerpo esculpido gracias al entrenamiento al que se sometía diariamente. Pero él no era un doncel cualquiera. Había más de Neji que le encantaba, no sólo su físico.
  Si Neji no fuera el elegido, Shikamaru no lo desampararía. Lucharía por él y por el clan al que amaba y le era leal. Era un hombre de gran carácter cuyo físico no se quedaba atrás con respecto a Neji. Aparte que tenía esa aura de sabiduría calma que los otros no poseían. Había sido el brazo derecho de su padre y con sus cualidades era seguro que el clan florecería. Tenía mano de hierro para dominar a cualquier Uchiha y, sobre todo, a su hermano Deidara. Kiba había sido quien descubrió el negro corazón del heredero Namikaze y supo de su traición antes que nadie. La avidez de poder lo había llevado a tratar de asesinar a su padre, sin que le remordiera la consciencia por ello.
  Odiaba y tenía un sutil temor a Deidara, pero ahora no quería pensar en su hermano. Suspiró incorporándose levemente contra la cabecera de la cama. Había visto a Shikamaru miles de veces en aquella estancia junto a su padre y ciertamente no quería compartirla con él. Quizá, si no lo amara tanto como al padre que había perdido, podría pensar en él como hombre.
  Cerró los ojos con tristeza, las noches a su lado serían un deber difícil de sobrellevar.
  No pasaría lo mismo en brazos de Kiba. Él no le suscitaba un amor filial como Shikamaru, ni un respeto reverencial como Neji. Bien al contrario, pensó con una sonrisa en los labios. Kiba era dulce y cándido, pero a la vez temerario en el combate, poseía una aguda inteligencia y su sentido del humor, que aunque a veces lo sacaba de quicio, le haría ser un hombre perfecto con quien envejecer.
  Al final de la noche Naruto había tomado una decisión. No sabía con cuál de los tres guerreros Namikaze se casaría, pero estaba decidido a demostrar que era un digno sucesor de su padre, a pesar de su condición de doncel. No iba a permitir ni una sola pérdida más, ni nada que amenazara los recursos del clan para el resto del invierno.   La oportunidad de demostrar su valía llegó antes de lo que hubiera esperado.
  Seis días después de la muerte de su padre, Naruto se encontraba en el salón principal recibiendo los informes que sus tres pretendientes habían ido a presentarle. Al parecer, en el norte, donde los dominios Uchiha y Namikaze confluían, se habían producido diversas incursiones a lo largo de esa semana. Ni siquiera Shikamaru, paciente como pocos, era partidario de esperar un solo día más para tomar represalias contra las granjas fronterizas. Querían recuperar el ganado robado y dar un escarmiento a los Uchiha.
  A Naruto se le sonrojaron las mejillas, no solo por el calor que desprendía el fuego de la chimenea, sino por la rabia que sentía hacia esos miserables. Sentado, contempló a los tres guerreros de pie ante él. No podía evitar masajearse las sienes para ver si aquel repentino dolor de cabeza remitía. No hubo suerte, y eso ayudó a que se calmara.
  —El consejo no se reunirá, mi señor —dijo Shikamaru.
  Naruto sabía perfectamente por qué pronunciaba esas palabras con tanto cuidado.
  —Quieren darme un voto de confianza hasta ver qué hago —
susurró, entrecerrando los ojos. No obstante, en su fuero interno creía que los motivos eran menos nobles y que los ancianos buscaban que se derrumbara ante las adversidades, para así tomar el mando, convirtiéndolo en un mero títere carente de poder.
  No iba a permitírselo.
  —Si lo que sospechamos es cierto —dijo Kiba, impaciente—, no tardarán en atacar la granja de Choji Akimichi. Neji asintió sin pronunciar palabra.
  La conversación volvió a centrarse en los ataques de los Uchiha.
  —Es la única granja que da al norte y que posee suficiente ganado como para ser una suculenta presa para esos miserables.
  —¿Qué propones? —preguntó a Kiba. El hombre no sonrió, pero estaba sumamente complacido de que el bello Naruto le pidiera opinión.
  —Ir a las granjas del norte, montar guardia...
  Naruto pareció meditarlo y finalmente asintió.
  —Creo que no solo deberíamos vigilar la granja de Choji — dijo—. Tekka y los suyos también correrán peligro. Viven lo suficientemente cerca de la frontera.
  —Y la de Sou. —Shikamaru le hizo ver que había muchos flancos a cubrir.
  Naruto prestó atención y reflexionó qué sería lo mejor. Desgraciadamente, sus decisiones y acciones no iban a salir todo lo bien que deseaba.
  —Cada uno de nosotros reunirá una partida de hombres y se dirigirá a cada una de las granjas —decidió. Los hombres lo escucharon con atención—. Impediremos que se cometan más acciones contra los Namikaze.
  Que Naruto se incluyera en las incursiones no agradó a ninguno de los presentes.
  —¿Pretendes ir con nosotros? —Shikamaru lo miró con desconcierto.   Naruto reaccionó levantándose para mirarlo con el ceño fruncido y un poco a la defensiva.
  —Shikamaru, llevo haciendo incursiones con mi padre desde que tenía trece años, y permíteme recordarte que hace diez de ello. Soy capaz de ahuyentar a un bastardo Uchiha tanto como ustedes. 
  Kiba no pudo menos que sonreír.
  —Así se habla, Naruto. —El entusiasmo juvenil de Kiba pareció molestar a los otros dos. 
  Esa misma noche, todos, a excepción de Shikamaru, quien quedó como custodio de la fortaleza Namikaze y su gente, pusieron rumbo al norte. 
  Naruto se arrebujó en su haori, consciente de lo fría que era la noche. Al igual que él, su hermoso caballo negro conocía bien sus tierras. Respiró hondo y la frialdad del aire le abrasó los pulmones; no le importó, como tampoco tiritar de frío por el viento nocturno contra su piel. No le importaba, soportaría cualquier cosa con tal de estar ahí. Naruto sabía que contaba con el cariño y apoyo de su clan, pero ganarse su respeto costaría algo más. En esas incursiones él podría demostrar su temple, su valor y fortaleza como el señor Namikaze que era.
  Avanzaron por los peligrosos y angostos senderos. Más allá, el bosque que separaba ambas propiedades escondía en sus extensos claros las tres granjas que querían proteger. Poco después, Naruto se percató de que Neji no tenía ningún deseo de dejarlo solo en la tarea, y por alguna razón quiso desafiarlo.
  —Avancen con cuidado —dijo quedamente cuando los hombres se pararon a su espalda—. Vayan a la granja de Choji —ordenó a
Neji.
  Por un instante pensó que el samurái iba a desobedecerle delante de sus hombres, vio el reproche en su blanca mirada, pero una vez más Neji confirmó su lealtad. Antes de desaparecer en la noche para cumplir la orden, le lanzó una mirada significativa a Kiba, que asintió. El mensaje estaba claro: si a Naruto le sucedía algo, su guardián sería desmembrado.
  Avanzaron en silencio hacia la granja de Sou, quien poseía hermosas vacas que daban una excelente carne y aun mejor leche.  Detuvo a los hombres nada más divisar la propiedad. Acababa de salir de la negrura del bosque cuando su espalda se tensó en señal de alerta. Presentía que los Uchiha estaban cerca, pero jamás hubiera acertado cuánto.
  Las grandes reses estaban allá abajo, en el prado cubierto de un espeso manto verde, que se vislumbraba gris a la luz de la luna. De pronto, media docena de figuras se movieron entre las reses, revelando su presencia.
  —Esos malditos... —A pesar de que se divisaban con claridad, Kiba esperó la señal de Naruto para atacar. 
  El líder de los Namikaze no se hizo de rogar.
  —¡Ahora! —Dio la señal en voz apenas audible, pero un simple movimiento de su mano hizo que los Uchiha, a quienes pretendían sorprender, se sintieran acorralados. O eso pensó él.
  Los Namikaze descendieron como demonios sobre sus presas. Kiba fue el primero en levantar su larga katana e ir en busca del primer Uchiha que se interpusiera en su camino. Todo sucedió demasiado rápido y el entrechocar de aceros se oyó en todo el prado, a pesar de los escasos hombres que combatían.
  Naruto se sintió satisfecho cuando con un contundente golpe de la empuñadura de su sable dejó a su adversario fuera de combate antes de que este pudiera soltar la cuerda con que sujetaba una res de Sou. 
  Apenas cuatro Uchiha’s se enfrentaban a ellos, aunque pronto bajaron más de los árboles circundantes, pero eso no cambió el resultado del combate.
  La escaramuza parecía a punto de finalizar y Kiba había perseguido a un par después de herirlos. Los Uchiha que quedaron en pie abandonaron los animales que intentaban robar y huyeron a esconderse en las profundidades del bosque.
  Naruto contuvo el aliento, preocupado al ver desaparecer a Kiba. Miró alrededor y sintió un escalofrío cuando todo quedó en silencio.
  De pronto se oyeron gritos, y su caballo, asustado, se levantó sobre sus cuartos traseros, logrando por la sorpresa de la acción que Naruto cayera al suelo.
  Tumbado sobre la húmeda hierba observó como la visión del cielo estrellado quedaba cubierta por una silueta masculina. Frunció el ceño al reconocer a un hombre tan alto como Neji. Intuyó su rostro y el brillo de unos ojos obscuros mirándolo mientras se entrecerraban, provocando que otro escalofrío recorriera su columna vertebral. El frío de la noche lo devolvió a la realidad. Su tosca yukata se le había enredado en las piernas, subiéndosele y dejando expuestas las rodillas. Ante la sonrisa maliciosa del hombre, se apresuró a colocarlo en su sitio.
  La furia lo embargó. Aunque su montura estaba lejos, su katana había quedado al alcance de su mano. La cogió con una velocidad que sorprendió a ambos. No obstante, el samurái ni siquiera se movió cuando él intentó alcanzarlo con su sable.
  Sólo un hombre podía permanecer tan despreocupado cuando un combate se estaba desarrollando a su alrededor. Uchiha Sasuke.

La marca del Samurái - SasuNaru {ADAPTACIÓN.}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora