10
Con las preocupaciones que acuciaban la mente de Naruto, su estado de ánimo no podía calificarse precisamente de felicidad, pero cuando Sasuke estaba cerca podría confundirse muy bien con esta.
¿Feliz? «Solo eres un maldito perro en celo completamente saciado», le gritó su mente.
Las discusiones con Sasuke seguían a diario por nimiedades, pero era un milagro si conseguía acordarse de por qué discutían cuando él le devoraba los labios o lo acariciaba entre las sábanas. Los días transcurrían y debía admitir que cada vez se sentía más útil.
La fortaleza Uchiha tenía un nuevo aspecto. Sasuke era consciente de los cambios pero se limitaba a fruncir el ceño o hacer un mohín con los labios ante cualquier cosa que encontrara fuera de lugar, pero no decía nada. Parecía confiar en que lo que él aportaba a la fortaleza era bueno, y eso lo complacía más que cualquier cumplido. La pulcritud se había adueñado de cada rincón. Naruto daba órdenes de que se sirvieran suculentas comidas, pues se había percatado de la prosperidad de aquellas tierras, administraba la despensa y se encargaba de que todo estuviera en orden. Ciertamente Sasuke debía apreciar los cambios y su buena gestión, al igual que todos los hombres del clan. Por eso, cuando el consejo se reunió para tratar asuntos importantes, Naruto no se preocupó, ni siquiera después de que lo mandaran llamar.
Los ancianos se habían reunido por la mañana en una de las salas del nivel superior. Aunque uno de sus privilegios era asistir por orden de Sarutobi, no era obligatorio, y había considerado que tenía asuntos más importantes que atender.
Suspiró al volver a sumar los gastos de aquella última semana. El herrero necesitaría ayuda para poder reparar el taller. Kurenai había enviudado y sus hijos eran demasiado pequeños como para contar con ellos; debería recibir alguna ayuda al menos hasta que los niños crecieran o ella volviera a casarse.
Los pequeños incidentes y problemas que surgían en un clan tan vasto como el Uchiha lo mantenían ocupado casi todo el día. Por eso suspiró aliviado cuando llamaron a la puerta, deseoso de alguna distracción.
Esperaba que fuera Sasuke, pero quien entró fue Shizune, con una bandeja de comida e insistiendo en que seguramente ya estaría embarazado y debía cuidar por dos. Naruto puso los ojos en blanco descartando aquella posibilidad y siguió con lo suyo. Un rato después acudió Ino, con los últimos cotilleos del día, y finalmente entró Sai, con un humor tan sombrío como su expresión.
—Señor, debe reunirse con el consejo, ahora. —Sus palabras no admitían réplica.
***
Sasuke sabía que aquella mañana el consejo se había reunido, pero él se encontraba con sus hombres entrenando en el patio.
Los asuntos del consejo eran importantes, aunque las tediosas discusiones que se ceñían a sus competencias habituales eran poco menos que insoportables. Él prefería que tomaran sus propias decisiones. Si su voluntad concordaba con la del consejo, perfecto, si no ya se ocuparía de hacerles cambiar de opinión.
Un aguijonazo de culpabilidad lo distrajo y uno de sus hombres casi logra derribarlo. No supo quién de los dos estaba más sorprendido. Intentó concentrarse de nuevo, pero no lo consiguió del todo.
Aquel día debería haberse presentado en la reunión. Era evidente cuál sería el tema principal del día: su esposo.
Su esposo, que había puesto a trabajar a cada uno de sus artesanos para adornar la fortaleza como si fuera la maldita corte; su esposo, que había puesto a trabajar a sus hombres, después del duro entrenamiento, para arreglar las insignificantes goteras del tejado; su esposo, que trataba a sus doncellas y donceles como un tirano para que el salón estuviera tan limpio que se pudiera comer en el suelo.
ESTÁS LEYENDO
La marca del Samurái - SasuNaru {ADAPTACIÓN.}
RomansaCada vez que Sasuke Uchiha levante su katana en el campo de batalla, se adiestre con sus hombres o haga el amor con una mujer o doncel, no podrá ocultar la marca de la vergüenza. El responsable es Naruto, el joven señor del clan Namikaze, decidido a...