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"No, nothing good starts in a getaway car"

"No, nothing good starts in a getaway car"

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Lahia Williams

Un sin número de preguntas rondaban en mi cabeza, pero todas y cada uno de ellas tenían un razón: el chico anónimo.

Tenía su auto, si. Podía averiguar fácilmente quién era el dueño del auto y llegar a su identidad verdadera, pero decidí respetar su privacidad y dejar que el destino se encargara de ello.

Y lo hizo. El destino no dudó en hacerlo.

El chico era una persona con dinero, eso era obvio. Tenía un Ferrari y al parecer lo personalizo a su manera. El auto tenia rayas blancas y rojas que partían desde el alerón trasero hasta la defensa del auto y contaba con el número 16 a los lados.

El era modesto.

Pero más modesta fui yo al hacerlo apostar algo tan valioso sabiendo que yo tenía las de ganar.

Suspire. Era tarde y de nuevo me había metido en problemas. No era exactamente el orgullo de mi familia, pero me valía por mi propia cuenta.

Me había prometido a mi misma no volver a las carreras clandestinas, pero es como si la adrenalina de ir sin límite me llamara. Estuve un año alejada de cualquier apuesta o demás, pero me quebré esta noche y decidí volver solo por diversión, no por querer recibir algo.

Cuando menos lo pensé el olor a humo, la música y la emoción inundaba nuevamente mi sistema. Una vez más estaba en aquel callejón que me permite la libertad de sentir la adrenalina al acelerar hacía la bandera de cuadros, con el fin de ganar contra quienes me retan con la esperanza de vencerme.

Las carreras clandestinas podían ser por diversión o por ambición. A mi me gustan ambas. Claro, dependía de contra quien competías, hasta donde estaba esa persona dispuesta a llegar y que decidía arriesgar.

Pero cambie de opinión al ver a aquel chico con casco frente a mi mirándome con aquellos ojos verdes que me retaban a ir por más.

Quizás me aproveche de la situación para ganar. Quizás jugué sucio y lo confundí, pero aquí todo se vale, gana el que más astucia tiene.

Con mi auto perdido sólo tenía este Ferrari como opción de transporte lo cual no me molestaba, pero tenía en mi contra que donde fuera llamaría la atención por su diseño.

Ahora el problema sería como explicar de donde saque un auto de la noche a la mañana y que me robaron otro por un descuido. Mis allegados no eran tontos, ellos sabrían que había vuelto a las carreras. Por lo tanto decidí aplazar el tema de conversación lo más que pude y me dirigí a mi departamento.

Que mala decisión.

Mi primer error: dejar el auto en plena vista.

Mi segundo error: no percatarme que me habían tomado una foto.

Clandestino | Charles Leclerc [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora