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Mikasa estaba conteniendo sus gemidos, no quería que nadie se diera cuenta o quizás si ya no era consciente de otra cosa que no fuera el pene del doctor Jeager dentro de ella, las estocadas tan placenteras que estaba sintiendo y la mirada llena de lujuria y deseo que le estaba dedicando en este momento.

Sí meses atrás alguien le hubiera dicho que estaría en esta situación con su colega, se habría reído fuertemente en su cara.

Aún sentía remordimiento el cual desaparecía cuando besaba a Eren, cuando yacía entre sus brazos enredados en sus sábanas, en el escritorio de él o en el consultorio de ella. Todo desaparecía a su alrededor incluso si descubrían que era su amante, si las chismosas de sus compañeras tenían razón en decir que era una adúltera ya nada le importaba.

Siempre había pensado en todos antes de ella, ahora si sería egoísta porque Eren Jeager es todo lo que necesita para sentirse completamente llena, dichosa y si ella era la causante de las lágrimas de otra mujer eso ya le era completamente secundario.

Con eso en mente beso a su compañero y enterró sus uñas en los omóplatos bajando hasta su espalda baja, sabía que no debía marcarlo. Ella misma había puesto esa regla, pero ya le importaba poco, quería que supieran que Eren era suyo aunque solo fuera en cuerpo y mente.

Quería sentir que por un momento este hombre perfecto pertenecía solamente a ella, que no había otra mujer la cual todas las noches dormía a su lado, quería sentir que ella no era la otra la que solo tenía permitido tener unas cuantas horas al día las caricias y labios de él.

—Mierda Mikasa se siente tan bien, pero recuerda que no podemos dejar marca.— le recordó Eren con voz baja.

—Lo siento, me deje llevaar.— atinó a decir cuando sintió una fuerte embestida que toco su punto dulce.

Eren subió una de sus manos de la cintura de ella a su pecho donde lo masajeo y pellizco el pezon de Mikasa provocando un gemido tan dulce que lo hizo hincharse más dentro de su vagina.

Ella amaba que la tocará de esa forma.

Él dejó de jugar con su seno y subió su mano a su clavícula donde la masajeo tiernamente para dirigirse a su cuello blanquesino, ahí se dedico a trazar pequeños círculos con su pulgar y de un momento a otro su mano completa lo rodeo, sacándole un jadeo a la chica provocando que se humedeciera más y el en un acto reflejo comenzó a bombear más fuerte en su interior.

Se acercó a su boca y comenzó una danza con sus labios un movimiento sensual pero rudo.

Así eran ellos juntos, un conjunto de todos los sentimientos que iban desde la ternura hasta la más retorcida lujuria. Eran el complemento perfecto para el otro.

—Me voy a correr Eren.—dijo Mikasa entre gemidos contenidos.

—Yo también bebé, estas tan estrecha y húmeda que no creo resistir.

Y un último empuje y Eren lleno su interior con su semilla provocando el orgasmo de Mikasa.

Ambos estaban sudados, jadeantes y tratando de recuperar el aliento pero aún unidos por sus partes íntimas.

Habían adquirido esa costumbre desde la primera vez que se acostaron.

Eren acarició tiernamente el rostro de Mikasa provocando que ella se riera aún con ojos somnolientos. Esa era su forma de decirle que la quería, no, que la amaba porque si de algo estaba seguro el castaño era que estaba completamente enamorado de Mikasa Ackerman.

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