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𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 1. 𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐈𝐈
La amapola de Morfeo.
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—Señorita Bianca su padre dio órdenes que no le permitiéramos entrar —comentó el guardia que cuidaba el confinamiento de Morfeo.
—¿Con esto bastará? —preguntó Bianca mientras sacaba dos fajos de dinero.
Los guardias se miraron uno al otro y dudaron si aceptar lo que claramente era un soborno. Al final los guardias aceptaron y dejaron pasar a Bianca.
Al notar que Morfeo la miraba, Bianca sonrió ampliamente y entusiasmada camino hacia la enorme esfera de cristal. Morfeo no sabía lo que le sorprendía más, si su alegre y entusiasmado humor o lo valiente que había sido al bajar de nuevo al sótano después de la advertencia de su padre.
Morfeo pudo ver que las delgadas y pálidas manos de Bianca cargaban un libro algo grueso y un banco de madera. No entendía las intenciones de Bianca, por lo cual la miró curioso.
Al estar frente a Morfeo, Bianca dejó el banco cerca de la cárcel de cristal y se sentó en el, dejando el libro en su regazo.
—¿Cómo se encuentra, señor de la ensoñación? —preguntó Bianca aún sonriendo. Pero al darse cuenta de su pregunta bajo la mirada avergonzada y la levantó de nuevo después de unos segundos.
—Fue un pregunta muy tonta, perdón. Yo traje un libro, tiene muchas historias que son muy interesantes. —dijo Bianca enseñándole el libro a Morfeo.
Pero Morfeo no lo miró y su vista estaba fija en los ojos de Bianca reprochándole con la mirada su cobardía.
Bianca vio ese reproche reflejado en los oscuros de ojos Morfeo. Entendía porque Morfeo la miraba así y se sintió tan mal y molesta consigo misma por no ayudar a Morfeo, pero no podía hacerlo, era su hermano quien saldría lastimado si lo dejaba ir.
—Solo quiero que sepa que toda mi vida he velado por la seguridad de mi hermano —dijo Bianca en un tono serio— y no pienso arriesgar la seguridad de mi hermano por usted. No sé qué tan ciertas sean las palabras de mi padre, pero no quiero...
Bianca se detuvo y tomó una gran bocanada de aire.
—Ayudarlo no está en mis manos, Espero y pueda entenderme, señor de la ensoñación —continuo Bianca —. Pero hay algo en lo que sí puedo hacer por usted.
Bianca levantó el libro en su regazo y se lo mostró a Morfeo.
—Acabo de comprar este libro lo escribió mi amiga, Clarisse es una buena escritora —comentó Bianca emocionada —. Tal vez no pueda ayudarlo, pero si puedo hacerle compañia.
