Capítulo I.

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Capítulo VI.

La Desesperanza del Inmortal.

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Como todos los días, Bianca arreglaba y regaba las flores y plantas del invernadero. Se había convertido en su pasatiempo favorito pues era lo único que la mantenía distraída y distante de sus pensamientos.

No quería recordar la promesa que le había hecho Morfeo, si no pensaba en ello era como si no existiera y era lo mejor para mantener su mente su alma  en paz.

Para no seguir torturandose, Bianca ya no bajaba de manera seguida al sótano, aunque cada día que no bajaba extrañaba a Morfeo y no dejaba de pensar en él, aquel hombre se había robado su paz y vivía constantemente en su mente.

Bianca dejó las tijeras encima de la mesa y pensó en todo lo que había vivido al lado de Morfeo y la inmensa felicidad que este le había traído. No imaginaba que ese ser inmortal iba a llegar a ser tan importante para ella de tal manera que no podía dejarlo ir.

-¡Bianca! —llamó una voz masculina dentro de la casa.

La joven de cabellos castaños retiró los guantes de sus manos y caminó preocupada y confundida hacia dentro de la casa. Por el tono molesto de la voz pudo suponer que algo había puesto de malas a su padre y que muy probablemente se iba a desquitar con ella.

—Ruthven ¿qué sucede? —preguntó Bianca dirigiéndose al hombre que se encontraba en la entrada del sótano.

—No lo sé, Bianca pero es mejor que bajes antes de que tu padre se moleste más. —respondió Ruthven con un tono serio.

La joven asintió no muy segura y  entró al sótano bajando las escaleras.
Al llegar a la planta baja, lo primero que vieron sus ojos fue a Alexander llorando y a su padre lleno de rabia y coraje, el cual al verla se acercó a ella y la tomó del brazo jalandola hacia donde estaba Alexander.

Alexander se pegó a su hermana, asustado y Bianca lo abrazó por encima de los hombros.

La mirada de Bianca miró de reojo a Morfeo y pudo notar que este tenía un semblante preocupado y parecía que estaba en alerta. Bianca no le prestó más atención y se dirigió a su hermano para asegurarse de que estuviera bien o no tuviera una herida física.

—Uno de estos dos me ha estado viendo la cara y ha estado bajando al sótano — las arrugadas manos de Roderick tomaron una flor de amapola del suelo y se las mostró a ambos hijos —. ¿Quién de ustedes dejó esto aquí?

Bianca trago saliva y se quedó inmóvil en su lugar. No tardó mucho en que se sintiera nerviosa y asustada le aterra a imaginar en lo que le haría su padre si llegará a saber que se trataba de ella.

𝐁𝐢𝐚𝐧𝐜𝐚 (𝐌𝐨𝐫𝐩𝐡𝐞𝐮𝐬) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora