12. Número.

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Después de unos segundos que aseguraste no sentir tu corazón, tus pulsaciones comenzaron a ser tan fuertes que llegabas a escucharlas retumbar en tus oídos. De fondo oías la música que tu jefa reproducía, pero lo demás era absoluto silencio.

Adam no dejaba de mirarte con sus hermosos ojos avellana, y sin dudarlo estaba igual de sorprendido que tú.

Se te olvidó el enojo, tu deseo, todo. No sabías que sentir exactamente pero tu estómago comenzó a doler. No era algo bueno.

—Usted es... es... el esposo de la señora Joanne. —dijiste apenas, como si fuese más una realización que debías decir para que tu cerebro lo entendiera.

—Y tú eres... su ayudante. —dijo igual de despacio que tu.

Tragaste saliva sintiendo como tus párpados se movían por puro nerviosismo en tanto Adam no daba ningún paso sin dejar de observarte. Parecía congelado, casi como si no estuviera distinguiendo la realidad.

—Debo... es decir, ya me... me retiro. —bajaste tu rostro intentando enfocarte. Su mirada te estaba poniendo demasiado nerviosa.

Diste unos pasos y Adam haciéndose a un lado te dejo pasar. Pudiste sentir su aroma y el calor de su cuerpo, lo que te hizo temblar. Querías mirar hacia atrás, querías saber si era un sueño o no, y es que, la ansiedad te estaba matando.

Pero, en solo haber avanzado quizás un metro, escuchaste tu nombre salir de su boca. Simplemente tu nombre. Que hermoso se escuchaba.

Te detuviste en seco en tanto tus músculos se tensaban.

¿Dijo mi nombre?

Te diste media vuelta y notaste la ansiedad en su mirada. Su labio inferior se movía inquieto como cuando creías que estaba nervioso y sus cejas estaban levemente curvas. Era increíble como cambiaba cuando estaba en el salón a cuando se encontraban a solas fuera de este.

—¿Su... sucede algo? —preguntaste intentando parecer tranquila, aunque era obvio que no lo estabas.

Su boca se abrió levemente como para emitir alguna palabra pero, la voz de Joanne lo detuvo de decir cualquier cosa.

—¿Adam? ¿Eres tú? —gritó desde el baño.

Oh Dios.

Pudiste por fin entrar a razonar que el hombre que has estado deseando, ya no es solo tu profesor que está casado, sino que con quien está casado, es tu empleadora.

Por una extraña razón, tus ojos se cristalizaron y tuviste que bajarlos. Debías alejarte de ahí.

—¿Adam? —preguntó nuevamente Joanne desde el baño.

—Adiós profesor.

Y diciendo eso te fuiste del lugar sin esperar nada. Avanzaste tan rápidamente que tus piernas llegaron a doler y eso no era lo único que te dolía. El pecho se apretaba en tu tórax y querías creer que era por el cansancio que sentías, pero obviamente era otra la razón.

Es su esposo.

Te sentaste en la parada de buses y suspiraste intentando sacar cierto pesar de tu interior.

¿Cómo pude desear a alguien casado hasta el punto de querer acostarme con él?

Cerraste tus ojos sintiéndote muy avergonzada de ti misma y sentías que esa presión en tu pecho estaba cristalizando tus ojos. No habías hecho nada realmente malo, pero había cierta culpa por el simple deseo. Tú madre los dejó a ti y a tu padre por irse con otro hombre que también estaba casado, lo que te dañó por muchos años

Profesor Driver. (Tú y AdamDriver).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora