Capítulo 18.

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Stein.

Nunca un viaje en auto se había demorado tanto.

Según Anthonella la bala no llegó a hacer demasiado daño.

Todo gracias al chaleco antibalas que traía puesto.

Pero la bala llegó a hacer un poco de daño en el hombro.

Pero aún así mi mejor amiga estuvo al borde de la muerte.

Y ahora no se si todos lo estamos.

Anthonella  venía dormida sobre mis piernas con la cabeza enterrada en mi entrepierna, según ella para que noe molestara la claridad del día.

– ¿ Me pueden explicar en que quedó todo?. —Pregunto porque nadie ha dicho nada desde que salimos del lugar.

– Todo salió bien, Stein. Ya estamos a salvo.

– Camilo está...

– ¡ No! —Grita Anthonella levantando su cabecita–. A pesar de que me moría de ganas por matarlo, solo están heridos y si no me equivoco ya deben estar en la policía.

– Los dejamos amarrados en el comedor. Y llamamos a la policía fingiendo ser un conductor de taxi anónimo que pasaba y escuchaba disparos.—Aclaró mi suegra, digo, la madre de Antho.

– Dejé una grabadora sobre uno de los estantes de la cocina, con la confesión de Camilo sobre mi... violación y sobre los temas que tenía con Julián. Claramente cuidé de no mencionar mi nombre o el de mi padre. —Dijo mi novia... Antho.

– Pero igual, siento decir esto. Pero deberíamos irnos de aquí. En cuanto salgamos del Hospital con la chica y el chico herido comenzaremos con lo temas de la mudanza.—Dijo con un tono de pesar mi suegro... Ulises.

Calló un silencio pesado sobre nosotros, porque realmente sabíamos que era verdad.

Después todo la policía podría encontrar pruebas de que estuvimos ahí.

Miro a Anthonella y no me hago una mínima idea de verme lejos de ella... otra vez.

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Llegamos al hospital y vamos a donde están los chicos heridos.

– ¿ Por qué los mandaron a éste hospital tan lejos?.

– Mi padre es amigo del director, y no hacen preguntas o reportes sobre heridos de balas o algo así, en fin, que nos salvan de muchos líos policiales.

– Tu padre no compra el mundo porque no quiere, nena.

Ella se detiene en seco y me mira.

– ¿ Cómo me dijiste?.

– Nena.

– No me digas así.

– ¿ Por qué?.

– Me hace sentir como una de tus conquistas.

– Eres una de mis conquistas, nena.

Y con cuidado de que sus padres no me vieran, la nalguée.

Ella suelta un gritito infantil y me lo devuelve.

– ¿Por qué no tocas esta...?.

Stein ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora