Capítulo 2.

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La alarma sonó a las 6:30 AM. Me corrí del lado de Ritah y corrí hacia el baño, pero en el camino tropecé con una caja con ropa. Agh.

La examiné de punta a punta. Observando el más mínimo detalle, y con el mayor cuidado; la abrí.

Había un hermoso abrigo de terciopelo. Lo tomé y lo lleve lentamente a mi rostro para olerlo.

Admito que olía a fresa, fresa fresca. Casi cómo algodón de azúcar, tan suave y con olor irresistible. Lo tomé en silencio y lo introduje lentamente en mis largos y delgados brazos.

Me quedaba hermoso. Terciopelo blanco juega completamente con mis ojos azules.

-Lo llevaré al colegio- pensé. Nada más lindo que ir con ropa nueva.

Me dirigí a la ducha con el mayor silencio, pues Ritah dormía.

Al desnudarme y dejar mi ropa colgada, mi madre golpeó la puerta, yo quizá, un poco sobresaltada, le abrí.

-Madre, me asustaste.- llevé mi mano a mi pecho.

-Te esperaré con el desayuno, ¿va?- Ritah me respondió con una sonrisa, a la cual yo le respondí igualmente.

El agua caía lentamente por mi cuerpo, hasta que sentí un escalofrío. El agua helada me refrescaba totalmente, y también me despertó.

Luego de una deliciosa ducha de diez minutos, me salí. Caminaba rápidamente a mi cuarto, pues el frío me consumía.

Opté por unos jeans obscuros, una blusa larga y mi hermoso abrigo de terciopelo. Acompañados por unas converses negras. Casual, digamos.


Bajé las escaleras rápidamente y ahí estaba Ritah, esperándome con unas tostadas y café sobre la mesa. Ella miraba televisión con esos hermosos ojos azules, los cuales no puedo dejar de mirar nunca.


-Buenos días madre- la envolví en un cálido abrazo. Ella correspondió de inmediato:


-Muy buenos días hija- Dicho eso besó mi mejilla y me llevó a la mesa. Con mucho cuidado, tratando de no voltear nada, (si, la cago siempre) saqué una tostada del platillo. Sorbí mi café poco a poco, estaba demasiado caliente.

Mi madre me miró con sus bellos ojos, llenos de luz y armonía:


-¿Ese es el abrigo que te dio tu padre?- sorbió café.


-Si, si quieres me lo quito...-dije cabizbaja.


-No, ni lo pienses. Te queda hermoso- levantó su delgada mano y la puso encima de mi brazo. -Te veo muy animada nena, ¿sucede algo?- me miró extrañada, por el comportamiento de anoche, quizá.


-No madre, no pasa nada. Solo quiero conocer mi nuevo colegio- sonreí y terminé de tomar mi café y la tostada. Me levanté y besé su mejilla. -El autobús está por pasar, ya me voy. Te quiero madre- me dirigí hacia la puerta.


-Yo igual mi nena, disfruta.- me lanzó un suave beso con sus manos. La verdad fue que casi lo sentí llegar a mi corazón.


Comencé a pensar en lo mencionado en televisión anoche. En verdad tenía miedo, pero qué más puedo hacer.

El claxon del autobús me despertó de mis recuerdos, levanté la mirada y todos esos ojos de alumnos que espiaban por la ventana estaban posados sobre mí.

Me subí al autobús, dándole una sonrisa al conductor. El cual me respondió con otra.

En verdad me desesperé un poco, pues no veía asiento para mí. Hasta que vi un asiento sin ocupar, para mi mala suerte había un chico para el lado de la ventana. Era bastante guapo en verdad, y ese gorro de lana lo hacía ver bastante bonito.


-¿Puedo sentarme?- le dirigí una mirada.


El chico me miró sorprendido, y me lanzó una hermosa sonrisa.


-Claro, siéntate- dio pequeños golpecitos encima del asiento oscuro de cuero.

Yo solo sonreí, y me senté.

Terciopelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora