Capítulo 21.|LARGO|

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-Ellen, oh Dios. ¿Dónde demonios estás?-
-Madre, estoy en el juzgado. No creerás... -
-¿Está tu novio? - se calmó.
-Sí, Hannah también.-
Le explique lo que sucedió, no lo podía creer. También creía que Crawford era inocente. Todo ésto me ponía mal. Ay, cielos.
Hannah y yo nos despedimos de Crawford, muy, muy tristes. Caminamos hasta el hogar de Hannah, y nos despedimos.
-Aurevoir, cuídate. - hablé suave.
Ella me miró y asintió. Sonrió y entró a su casa. Rompí a llorar, Trevor me habló :

-Hermosa, ¿sucede alg...
Y lo abracé. Estaba muy nerviosa, débil, cansada.
-Todo bien, no te preocupes.- susurré entre sus brazos.
-Bueno... ¿vamos a tu casa?- él elevó mi rostro, tomándolo desde el mentón hasta quedar frente a él. Y me besó.
Continué moviendo mis labios, a su ritmo, los besos tan cálidos cómo los de Trevor calman a cualquiera.
Me separé de sus labios.
-No, no. No estoy de humor para esto...
-Oh, claro. Lo entiendo princesa. ¿Vamos o...
-Por supuesto, mi madre nos espera.
Tomé su mano y lo empujé hacia adelante, caminamos unos minutos.
-¿Qué hora es?- hablé.
-Casi media noche.
-Oh... Es muy tarde. - tomé mi teléfono y llamé a mi madre.
-¿Aló?- se escuchó del otro lado. Su voz sonaba cansada, y era por mi culpa.
-Madre, estamos por llegar.
-¿Dónde estás?
-Cerca.
-¿Qué tan cerca?
-En la esquina.
-Okay.- y cortó. Ritah estaba... No sé... Extraña.
Dimos pasos lentos, pero largos. A llegar a la esquina, dimos vuelta, y desde lejos vi mi casa... ¿con la puerta abierta?
Corrí. Trevor iba detrás de mí, algo confundido:

-¿Por qué corres?-
-Mi madre.
Me adelanté. Corrí cómo jamás lo había echo, hasta llegar a casa.
-¡Ritah!- exhalé con fuerza, dando un fuerte portazo.
-Ellen, ¿Qué suce... -
Él se detuvo. Y sus ojos se abrieron enormemente.
Ri... Ritah... Estaba...herida.
-¡MADRE, POR DIOS! - y rompí a llorar.
-¡Ellen, ya, calma. Solo está herida!- gritó Trevor, corriendo hacia Ritah, ayudándome a ponerla de pie.
Tenía una herida en la pierna, y... ¡mierda! Un retazo de terciopelo. Ya no era novedad. Sentí cómo mi corazón palpitaba, rápido, con miedo y rabia.
Conchetumadre*, era imposible que Crawford hubiese sido. Mierda. Mañana mismo iré a la comisaría.
-Madre, madre. Aquí estoy, contigo ; no te dejaré.- susurré apoyándo su cabeza sobre mis piernas. Ritah elevó su mirada, encontrándose con mis ojos, totalmente mojados; solían ser tan vivos, tan... alegres, ahora solo... Se apagaron.
-Hija, estoy bien, deja ponerme de pie...
-Madame, no. No haga eso.- Trevor la tomó en los brazos y la sentó en el sofá.
-Gracias cariño, ahora, Ellen, tráeme algo para curarme- mi madre señaló encima de la mesa, dónde había un pequeño botiquín de emergencias.
-Sí.- y corrí.
Lo tomé; tenía las manos sudorosas, temblaban y estaban frías. Caminé hacia Ritah y Trevor, le dí el botiquín.
-¿Quién te hizo esto, madre?- me senté a su lado, mientras ella y Trevor curaban su pierna.
-Fue... Fue un chico. Bastante guapo, por cierto.
-Crawford...
-¿De qué mierda hablas, Trevor? ¡Crawford está en prisión, es imposible! ... - elevé mis brazos, cómo siempre, alborotada.
-¡Ellen, basta!- la voz de Ritah me calmó. Miré de reojo a Trevor, tenía el ceño fruncido. Solté con ira lo que tenía en mis manos y subí a mi habitación. Di un portazo.
-¡Ellen, qué...!
Mi madre no terminó la frase.
-No, no hay problema, sé cómo es ella, no se preocupe. Es más, yo ya me iba- sonrió a Ritah y caminó hacia la puerta.- Adiós, madame.- se despidió con un gesto amable.
-Buenas noches, querido.
Por otro lado, yo estaba tras la puerta, llorando ; furiosa, enrabiada.
Me recosté bocabajo sobre mi almohada, recordando éste pesado día. Lloré.
Lloré.
Lloré.
Y lloré.
Hasta que me dormí.

Conchetumadre: blasfemia utilizada en Chile, palabra que puede ser cómo un insulto usado en momentos de ira. Idioma vulgar.

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