young love don't last for life (borill)

V.

Después de aquél viernes se hizo una clase de tradición pasar los fines de semana junto a Mikhail y gracias a ello había comenzado a adoptar sus malos hábitos, el primero de ellos: fumar. Descubrí que el tabaco lograba reducir mis ataques de pánico y ansiedad al igual que el alcohol, pero ese lo tomábamos en menor medida porque el padre de Mikhail tenía contadas sus preciadas botellas. Aunque ese no era un obstáculo para nosotros, ya que otro de los hábitos que Mikhail me había enseñado era robar. Robábamos cigarrillos, botellas de vodka y cervezas en las tiendas de autoservicio más lejanas a nuestras casas. Mikhail se burlaba porque también solía robar gomitas pero terminaba atragantándose con ellas de todas formas.

No estaba especialmente orgulloso de la persona en la que me había convertido después de conocer a Mikhail pero la plenitud que sentía a su lado valía cada delito añadido a mi próximo expediente criminal. Mi madre, por supuesto, no tenía idea de las travesuras que hacíamos y tampoco se imaginaba que Mikhail solía escabullirse por mi ventana cada noche porque de alguna forma le aterraba estar solo en casa (me gustaba pensar que al igual que yo, estar juntos le hacía sentir mejor).

—Sin duda el negro me va de maravilla, ¿Qué piensas? —Preguntó mientras elevaba su mano izquierda, mostrándome las uñas recién pintadas. Aquella tarde después de clases pasamos por un supermercado y ante la fijación que se le había instalado en su cabeza rusa por pintarse las uñas tomamos un esmalte color negro además de los usuales cigarrillos y las gomitas.

—Cool. —Respondí sin más, volviendo mi atención al cómic que sostenía frente a mí.

—Mierda, Will. Eres tan nerd. —Se burló antes de lanzarme un dulce rojo que terminé comiendo. —Ayúdame con la otra mano o haré un desastre.

—Pero nunca lo he hecho. —Repliqué, de todas formas me acerqué a mi cama, donde Mikhail me apuntaba con el aplicador.

—Tienes una hermana, ¿no le has ayudado antes?

—No tengo idea si a Jane le gustan estas cosas. —Tomé el aplicador con cuidado y él me entregó su mano derecha. Mientras me las arreglaba por entender cómo colocar el esmalte en los lugares correctos pensé en mi relación con Jane, hace tanto que no teníamos una conversación como las que manteníamos en Hawkins. Ella se dedicaba a hablar con Mike por teléfono cada noche sin falta y por las tardes estaría demasiado ocupada con sus nuevas amigas mientras yo me desaparecía durante horas con Mikhail. Nuestra relación apenas existente de hermanos se basaba en compartir los típicos momentos familiares durante la cena.

—Te toca. —Dijo Mikhail cuando terminé con sus uñas. No me dio tiempo de reaccionar, ya tenía mi mano bien sujetada y preparaba el aplicador con esmalte negro.

—No sé si sea una buena idea… —Intenté recuperar mi mano pero eso solo provocó que Mikhail reforzara su agarre.

—Vamos, kici, esto no te hará menos hombre si es lo que estás pensando. —Su sonrisa burlona solo indicaba que el imbécil sabía mis debilidades como nadie más. Y no era exactamente eso, porque vamos, jamás fui la representación más cercana a lo que llaman masculinidad, pero Mikhail sabía cómo manejarme y si hubiese sido alguien más estaría asustado. —¿Entonces? —Él nunca me obligaría a hacer algo que no quisiera hacer.

—Bien, qué más da. —Intenté sonar desinteresado para evitar la burla que veía venir, él solo sonrió más amplio y comenzó a pintar mis uñas mientras cantaba la canción que sonaba en la radio de la manera más horrorosa posible, haciéndome reír por lo exagerado que era tratando de pronunciar bien cada palabra y fallando como siempre.

No podía evitar pensar en que le quería muchísimo. Atesoraba cada momento a su lado porque él jamás me hizo sentir como un fenómeno, me aceptaba y sabía que también me quería, no había que decirlo para saberlo.