—¿Vas a trabajar hoy? —Le pregunté a Mikhail bastante ofendido cuando llegamos a Rink-O-Mania. Hace algunas semanas se había conseguido un trabajo en el arcade más popular de Lenora porque quería ahorrar, pero al parecer no podía hacer su trabajo si no estaba yo porque me había arrastrado allí cada fin de semana para que lo acompañara.
—Tranquilo, kici. —Dijo mientras abría las puertas del establecimiento y entraba. Le seguí. —Te traje a desayunar aquí. ¡Hey, Carl! —Saludó a uno de sus compañeros que se cruzó por nuestro camino.—Tengo la maldita membresía y solo puedo gastar los puntos que gano en toda esta mierda.
—Bien, mientras invites tú.
—Deberías conseguir un empleo también, eh. —Comentó mientras me empujaba con su hombro. Habíamos ocupado una mesa frente a la pista de patinaje, era bastante usual que nos acomodáramos uno al lado del otro, no conocíamos el espacio personal.
—Sí claro, y ocupar esos maravillosos shorts rosas. —Me burlé al ver una camarera alejarse en su uniforme ajustado y colorido. Desafortunadamente Mikhail usaba otro tipo de uniforme (aunque igual de ridículo, los colores primarios terminaban con su misterio ruso) porque atendía la caja registradora, según su jefe, no era muy amigable para atender a las mesas ni lo suficientemente bueno para preparar pedidos.
—No te quedarían nada mal, eh. —Se lamió los labios en modo de burla mientras manoseaba mi muslo y le golpeé el hombro como respuesta.
—Qué maldito pervertido. —Me quejé.
—Pues este maldito pervertido te invitará el desayuno, pide lo que quieras.
La camarera se había acercado a nuestra mesa, saludó a Mikhail y tomó nuestra orden.
—¿Y qué pasó con Mike? —Preguntó interesado mientras picaba algunos aros de cebolla que nos entregaron como snack.
Resoplé frustrado al recordar la incómoda conversación. —Fue una mierda. Un desastre. El peor día de mi vida. —Exclamé poniendo los ojos en blanco.
—Tranquilo. No se han visto en meses, debe ser normal. —Me ofreció un aro de cebolla y lo acepté mientras le escuchaba.
—Sí, pero ni siquiera se tomó el tiempo para explicarme por qué se alejó de mí. —La molestia era bastante notoria en mi voz y en lo tenso que estaba mi cuerpo.
—Dios, realmente quería consolarte pero no voy a excusar su comportamiento de mierda. —Me miró con una media sonrisa, oh no, iba a decir una estupidez en ruso. —Es un hijo de puta.
Volví a rodar los ojos, sabía de memoria las malas palabras en ruso así que no me fue difícil relacionar su extraña palabra al insulto. —Da igual, estará con Jane todo este tiempo, y yo contigo. No quiero seguir pensando en él.
—Como siempre. —Murmuró para sí mismo pero le escuché.
Minutos después llegó nuestro pedido e inmediatamente comenzamos a devorar cada platillo (que por más simples que eran, estaban deliciosos), lo relacionamos a que la noche anterior habíamos fumado un poco de alguna hierba que Mikhail había conseguido con una chica de grado mayor y debido a ello nos saltamos la cena y despertamos más hambrientos que nunca.
—¡Déjame en paz! —Gritaba mientras trataba de alejarme de la asquerosa lengua del ruso entre risas y grititos.
Se había convertido en una interminable guerra el ensuciarnos con crema batida para después lamerla directamente de nuestros rostros, la comenzó Mikhail un día en la cafetería del instituto y ahora cada vez que teníamos la oportunidad cobrábamos venganza.
—¡Ven acá, ven acá! —Exclamaba Mikhail asomando la lengua y persiguiendo mi rostro. —¡Me las vas a pagar! —De pronto su mano estaba rodeando mi cuello, quitándome la respiración de golpe y dejándome completamente inmóvil contra la pared que separaba la mesa de la pista de patinaje. Su risa maniática indicaba su victoria y burlándose de mí, se acercaba lentamente ondeando su lengua en mi dirección.
Estaba tan cerca que podía sentir su aliento en mi mejilla, donde la crema batida comenzaba a sentirse pegajosa. Comencé a golpearlo con los puños porque quedarme sin aire ya no era divertido. —¡Déjame en paz! —Grité cuando aflojó un poco su agarre. Mi voz salió rasposa y sabía que seguía burlándose porque volvió a cerrar sus dedos contra mi garganta, riéndose todavía más.
—¡Te dijo que lo dejaras en paz! —De pronto vi a Mikhail alejarse por los aires hasta que cayó unos metros lejos de su asiento. Tosí todavía en shock, trataba de recuperar el aliento y al mismo tiempo de entender lo que pasaba. —¿Quién mierda te crees? —Reconocí esa voz y esa espalda que ahora estaba sobre Mikhail propinándole un par de puñetazos en el rostro.
—¡Maldita sea, Mike! —Exclamé aterrorizado cuando pude levantarme de mi lugar. —¡Basta, déjalo! —Tiré de la camisa de Mike para que se detuviera, el ruso se encontraba inmóvil con la espalda contra el piso. Todos nos miraban en silencio. —Solo estábamos jugando, mierda.
Mike se levantó aturdido, como si él hubiese recibido los golpes. —¿Qué mierda te pasa? —Pregunté con la rabia recorriéndome las venas. Tomé a Mikhail por los hombros para acomodarlo en mis piernas, seguía totalmente ido con la mira fija en Mike y fue allí cuando la preocupación se hizo presente en mi cuerpo. —Hey, ¿Estás bien? —Lo sacudí un par de veces. El labio y la nariz le sangraban y debajo de su ojo derecho se podía ver una mancha rojiza que se iba intensificando con cada segundo.
—¿Qué-qué mierda? —Murmuró Mike, atónito. —¿Quién es este? —Su rostro sin colores demostraba lo asustado que estaba. No sabía si era por el enorme parecido que tenían o por lo que acababa de ocurrir.
—Dios, Will… —Dijo Mikhail mientras se incorporaba en el suelo, su mirada seguía fija en Mike. Como si fuera un fantasma o algo de otro mundo. —Este imbécil sí que se parece a mí.
—¿Qué dice este idiota? —Preguntó Mike con disgusto. —No le entiendo nada.
—Mikhail, vamos a casa, estás sangrando. —Ignoré a ambos porque no había nada que me importara más en ese momento que los golpes que tenía el ruso en el rostro.
Le ayudé a ponerse de pie y mientras nos alejábamos del círculo de personas que se había formado gracias al espectáculo escuché la voz de Mike. —¿Llevarás a ese acosador a tu casa, Will? Estás de broma, ¿Verdad?
—¡Vete a la mierda, Mike! —Le grité antes de mostrarle el dedo medio.
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young love don't last for life (borill)
FanficEl sabor amargo del alcohol no era especialmente mi favorito, pero descubrí después de la primera vez que podía tener pequeños momentos de felicidad durante las noches de los viernes cuando Mikhail y yo compartíamos una botella de vodka sobre su cam...