IX.

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Volver a casa fue, quizá, el momento más incómodo que había compartido con Mikhail, pues el ruso se mantuvo en silencio todo el camino e ignoraba mis preguntas. Estaba pensativo y me asustaba como la mierda que su mirada estuviera fija en algún punto que solo él podía ver, ¿y si Mike le había jodido las únicas neuronas que le quedaban? —Mikhail, ¿Está todo bien? —Pregunté por cuarta vez.

—Te escuché las otras tres, Will. —Espetó sin apartar la mirada de eso tan interesante que le tenía inmerso.

—Entonces responde, no ves que me estoy cagando de miedo. —Busqué su mirada pero él me evitó.

—Me iré a casa. —Dijo sin más antes de intentar levantarse del asiento del bus porque habíamos llegado a su parada, le tomé de la camiseta como una súplica silenciosa.

—¿Te has visto la cara? Si tu padre te ve será el fin. —El agarre de mi mano en su camisa era tan fuerte porque me aterraba lo que sea que estaba pasando por su cabeza. Todo indicaba que no era nada bueno.

—Will, suéltame. —Ordenó amablemente, sabía que la segunda vez no sería igual de amable así que le dejé ir. Corrió hacia la puerta antes de que el bus avanzara de nuevo y bajó de un salto. Ni siquiera se despidió como las otras veces, simplemente se quedó unos segundos de pie hasta que decidió avanzar hacia su calle.

El resto del camino a casa me dediqué a hundirme en pensamientos miserables de Mikhail abandonándome como todos los amigos que un día tuve y de las explicaciones que Mike me pediría al llegar. Pensé varias veces en ir a otro lugar en vez de casa pero no había a donde ir, tendría que enfrentar el desastre que causé.

—Llegas justo a tiempo, cariño. —Dijo mamá después de besar mi mejilla. —La comida está casi servida, ¿Puedes ayudarle a Jane a poner la mesa? Recién llegaron también.

—Claro. —Respondí sin ánimos y me dirigí hacia el comedor donde Jane acomodaba los platos, tomé los cubiertos y la saludé con una sonrisa apenada, seguramente tuvieron que volver después de la escena de Mike.

—¿Todo bien? —Preguntó preocupada. No la había visto en Rink-O-Mania pero seguramente había presenciado todo.

—Eso creo.

—¡Mike, ven a comer! —Exclamó mamá a la vez que colocaba la comida en los cuatro platos, al parecer Jonathan de nuevo se había ido.

Mike apareció casi de inmediato y parecía sorprendido de verme allí. Decidí ignorarlo por completo, no necesitaba sus preguntas en ese momento, no frente a mamá.

—Y bien, ¿Qué hicieron esta mañana? —No esperaba que justamente mi madre fuese quien sacara el tema. —¿Qué te parece Lenora, Mike?

—Nada interesante. —Comenzó el azabache, parecía desinteresado. —Fuimos a beber una malteada, patinamos un poco y… —Su mirada se posó en mí, oh no, por favor no. —golpeé a un tipo que se estaba metiendo con Will.

Fue inevitable atragantarme con la comida, mamá exclamó un ruidoso “¿QUÉ?” mientras Jane pateaba a Mike debajo de la mesa de la manera menos discreta posible.

—Sí, un tipo que curiosamente era idéntico a mí lo estaba ahorcando delante de todos. —Comentó como si fuera la cosa más casual del mundo. Le clavé los ojos con furia pero parecía no importarle para nada.

—¡Claro que no! —Fue lo único que salió de mis labios.

—¿De nuevo estabas con el ruso, Will? —Exclamó mamá colocando una de sus manos en el pecho de manera exagerada. Había estado furiosa porque falté a clases un par de días ¿la razón? estábamos demasiado ebrios o drogados o ambas como para asistir al instituto, obviamente jamás lo supo, pero me prohibió volver a reunirme con Mikhail.

—¡Solo estábamos jugando! —Exclamé todavía más fuerte, no iba a dejar que Mike arruinara (más) mi amistad con Mikhail. Él era todo lo que tenía en Lenora, en la vida. Él no me dejaría de lado como lo hizo Mike.

—Pues qué linda marca de juego te ha dejado. —Mike apuntó a mi cuello con su tenedor y los ojos de mamá y Jane ahora escaneaban la marca rojiza que seguía presente en mi piel.

—¿Y qué me dices de lo que le hiciste en la cara, eh? —Cuestioné levantándome y golpeando la mesa con ambas palmas, no entendía la actitud de Mike pero ya no me detendría si quiera a intentar comprenderlo.

—¡Te estaba lastimando! ¿Querías que me quedara a presenciar el espectáculo? —Se levantó también para gritarme directamente en el rostro, su expresión estaba tan llena de enojo como la mía.

—Chicos, basta. —Exclamó mamá al ver que la discusión se nos estaba yendo de las manos.

—Solo… deja de meterte en mis asuntos. No te importaron antes, mucho menos te importan ahora. —Sentencié antes de huir a mi habitación con lágrimas en los ojos, esperando que entendiera la maldita frase.

Azoté la puerta de mi habitación y me tiré en la cama deshecha, deseando como nunca que Mikhail estuviera allí, esperándome con los brazos abiertos como cada vez que discutía con mamá. Sin embargo, lo único que encontré fue su aroma a jabón y cigarrillos impregnado en mis sábanas, al menos tenía algo reconfortante por aquella noche.




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young love don't last for life (borill)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora