Aceptar que Mikhail se había ido de mi vida fue un proceso sumamente doloroso. Especialmente cuando me encontraba inconscientemente buscándolo entre las personas que abarrotaban la cafetería del instituto, o apartando su lugar en las clases que solíamos compartir.
Su padre no sabía donde estaba y no parecía importarle en absoluto. —Ya volverá. —Decía con la mirada perdida en el televisor. —Solamente es un berrinche.
Solía visitarlo cada día con la esperanza de encontrar a mi amigo bebiendo cerveza en el borde de la piscina vacía que adornaba su patio trasero, pero lo único que me recibía era su habitación intacta, como si el tiempo se hubiera detenido allí, en ese pequeño espacio que todavía olía a él. Me gustaba quedarme un momento allí, sentado sobre su cama siempre deshecha porque en aquél lugar me sentía comprendido. Yo también me había detenido el día en que Mikhail se fue.
La vida en mi hogar seguía como de costumbre y me era imposible no ponerme de malhumor cuando a nadie parecía importarle que mi mejor amigo estuviera desaparecido. Aunque le supliqué a Hopper que me ayudara con la búsqueda, afirmó que no podía hacer nada si no éramos familia del "chico" y a mamá parecía más bien alegrarle el hecho de que no estuviera más junto a mí.
Mike y Jane terminaron unas semanas después del receso de primavera así que mi comunicación con él se cortó por completo (hasta que meses después pasamos navidad con los Wheeler porque Nancy y Jonathan anunciaron que irían a la universidad juntos). Se disculpó por todo lo que pasó en el pasado y debido a que pude perdonarlo me sentí aliviado, nuestra familia se uniría en el futuro y ambos sabíamos que lo mejor era dejar nuestras infantiles peleas atrás.
Con el tiempo aprendí a vivir con la ausencia de Mikhail aunque no fue nada fácil. Cada mañana me levantaba con un dolorcito en el corazón, sintiéndome culpable por no frenar su huida y extrañando como nunca sus pesados brazos sobre mi pecho. Lloré probablemente cada día de los próximos seis meses. Después cada tres días y así hasta que la tristeza fue desapareciendo de mi vida.
Jonathan intentó muchas veces frenar mi caída a lo más bajo pero no había nada que pudiera hacer, él también sabía que simplemente se me pasaría con el tiempo, así que se limitó a limpiar mis lágrimas y escuchar mis lamentos a las tres de la mañana.
Jane también me acompañó durante todo el proceso, dejaba por momentos a sus amigas para hacer actividades divertidas conmigo. Salíamos a ver películas, a tomar helado e incluso me peinaba el cabello (me animó a dejármelo crecer solamente para que las trencitas que me hacía fueran más vistosas).Mis hermanos se habían convertido en mis mejores amigos hasta que obtuve una beca en a la Universidad de Artes en Filadelfia y tuve que mudarme a Pensilvania. Al fin estaba siendo el orgullo de mamá y lo mejor era que lo estaba disfrutando.
Mis días en la universidad parecían ser el nuevo comienzo que estuve esperando desde que tenía doce años. Tenía un par de amigos que me aceptaban y me querían, la pesadillas desaparecieron progresivamente y el bullying dejó de ser parte de mi vida. Aún si mi vida estaba yendo de maravilla, cada noche mientras veía a la luna asomarse por la ventana de mi dormitorio deseaba que a Mikhail le estuviera yendo igual de bien.
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ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ—¡Will, Will! —Una sacudida me despertó de golpe. —Mierda, es súper tarde. —Exclamó mi compañero de habitación mientras saltaba en un pie intentando colocarse el pantalón. La noche anterior habíamos asistido a una fiesta cerca de los dormitorios y el punzante dolor de cabeza apuntaba a que había bebido de más. —¡Me alcanzas! Pasaré por dos cafés. —Dijo antes de desaparecer con un zapato en su mano derecha.
Después de levantarme y vestirme como pude salí dispuesto a llegar a tiempo a la primera clase, todavía tenía tiempo si es que alcanzaba el autobús en la parada más cercana al dormitorio, pero supe que mis planes se habían arruinado cuando vi a lo lejos que el autobús de las ocho y media acababa de llegar, ¡todavía me faltaba correr dos cuadras y media! Lo intenté aún si la cabeza me punzaba con cada paso que avanzaba y cuando al fin quedaba una cuadra de distancia, el autobús partió.
Maldije a la resaca y resignado, tomé asiento en las bancas vacías de la parada, eché la cabeza hacia atrás y rogué por que me cayera un café del cielo mientras me sobaba la sien con los dedos.
—¡Já, kici! —Escuché muy cerca de mi rostro, pero lo atribuí a las alucinaciones que solía tener ebrio. Todavía tenía su voz grabada en mi memoria, inconscientemente sonreí. —No hablas mucho, ¿eh? —El viento golpeó mi rostro y con ello un olor conocido (pero lejano) llenó mis fosas nasales.
Con miedo me incorporé en el asiento y miré a la persona que estaba a mi lado. Conocía aquellos rizos largos, esa sonrisa ladina y ojos profundos.—¿M-Mikhail?
—Me alegra que esta vez no me confundas con el imbécil de Mike.
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young love don't last for life (borill)
Fiksi PenggemarEl sabor amargo del alcohol no era especialmente mi favorito, pero descubrí después de la primera vez que podía tener pequeños momentos de felicidad durante las noches de los viernes cuando Mikhail y yo compartíamos una botella de vodka sobre su cam...