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9:46 a.m.
8 de mayo de 2021
Yeoksam-dong, Gangnam-gu

—Moriré por exceso de información —murmuré al ponerme de pie.

Mordí inconscientemente la uña de mi pulgar y coloqué mi mano libre en la cintura. Estaba dispuesta a leer lo que había escrito en las tarjetas de estudio esparcidas en el suelo de nuestra sala de estar una vez más; pero cinco segundos me bastaron para saber que sería muy difícil, casi imposible, encontrar una conexión entre aquel cúmulo de frases.

Las diminutas fichas contenían información clave sobre el asesinato de Jung Do Hyun; desde los datos personales que habían sido expuestos ayer en los medios de comunicación hasta mi ambigua versión de los hechos. 

—Repasemos todo de nuevo, inútil cerebro —dije, dándome un golpecito en el hueso frontal del cráneo.

Pista número uno: la víctima era un gibu masculino de veintisiete años con una esencia de color verde. Por la mañana ejercía como profesor de educación primaria y por la noche brindaba apoyo escolar en una reconocida academia privada en nuestro distrito.

Pista número dos: el último lugar en el que había sido visto había sido una cafetería cerca del Hagwon donde impartía clases a partir de las cuatro de la tarde. La hora exacta en la que abandonó el local fue a las 9:37 p.m. del 4 de mayo.

Pista número tres: toda su vida parecía estar dedicada a su trabajo. La razón de aquella conclusión provenía de su exhaustivo horario laboral, el cual abarcaba desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche.

Pista número cuatro: la nota que había sido dejada en su pecho, cuya incisión había facilitado la extracción de su esencia, indicaba que el único culpable había sido el amor.

El problema en aquella declaración era que, de acuerdo con los principales testigos, existía una contradicción. Todos, desde la cajera que lo atendía de lunes a viernes en el concurrido local como sus compañeros de trabajo que lo veían incluso los fines de semana, habían dicho que siempre se la pasaba solo.

Nadie lo esperaba al terminar su jornada laboral. Nadie lo acompañaba a tomar una bebida caliente. Nadie regresaba con él a casa.

Sí, Do Hyun-ssi había sido un gibu, pero aparentemente nunca tuvo con quién relacionarse ni a quién darle amor.

¿Entonces a qué se refería aquella frase?

—Me volveré loca —dije en voz alta, pasando los mechones que me cubrían el rostro detrás de mis orejas—. Necesito un descanso.

Di media vuelta, observé el amplio patio de la casa a través del ventanal corredizo, y me acerqué a abrirlo para tomar un poco de aire fresco. Aunque mi objetivo era cerrar los ojos y encontrar un poco de paz, un ruido proveniente del exterior me lo impidió.

Un hermoso cachorro de pelaje blanco, el cual había estado jugando en el pasto, se acercó corriendo a mí al escuchar movimiento.

—¿Tú qué opinas, Algodoncito? —le pregunté al adorable perro que la abuela nos había regalado tres meses atrás—. ¿Debería rendirme y abandonar esta peligrosa investigación?

Búscame | Jung JaehyunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora