El hallazgo de un cuerpo sin vida desata el terror en Seúl a mitad del día del niño. La nota incrustada en su pecho revela al único culpable del horrible acto: el amor.
...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
5:43 p.m. 7 de mayo de 2021 Biblioteca central, Universidad SYK
—¿Qué te dijo después? —preguntó Youngji en un susurro, agarrando un libro para disimular la plática que habíamos comenzado minutos atrás.
Sonreí, viéndola de reojo.
Lamentablemente no había tenido tiempo para hablar con ella sobre la pequeña charla que había tenido con Jung Jaehyun el día de ayer. La noche anterior había estado repasando la información de la doctora Han y esta mañana había asistido a múltiples conferencias relacionadas con el cuidado del Jeong.
Así pues, detuve mi exhaustiva búsqueda en el área de psicología y aclaré mi garganta para entrar en el personaje que estaba planeando interpretar. Giré mi cabeza hacia ella, arrugué ligeramente el entrecejo y la observé con un gesto de confusión.
—«¿Nos conocemos?» —respondí, tratando de imitar la expresión de Jaehyun—. Eso fue lo que dijo.
—¿Qué le contestaste? —quiso saber al instante.
La pelinegra recargó su espalda en el estante y fijó toda su atención en mí. Observé su semblante serio e intenté reír lo más bajo posible; estaba tan sumergida en la conversación que había ignorado el esfuerzo que le había puesto a mi actuación.
—«No, pero mencionaron tu nombre. Creo que eres el siguiente» —dije, cambiando el tono de mi voz por uno más agudo.
—¿Y sí era su turno? —cuestionó con confusión, cubriendo la mitad de su rostro con el libro mientras esperaba mi respuesta.
El encuentro que había tenido esa mañana con Jung Jaehyun había ocasionado un inesperado interrogatorio por parte de mi amiga, quien estaba desbordándose de emoción a mitad del cuarto piso de la biblioteca de la universidad.
Era una lástima que hubiera sido un incómodo intercambio de palabras.
—No lo sé, fue lo primero que se me ocurrió —contesté con tranquilidad, regresando la mirada a la estantería—. Después me fui corriendo a las escaleras.
Youngji dejó salir un pesado suspiro. Vi de soslayo cómo insertaba descuidadamente el libro en la repisa incorrecta y reí al notar que había cruzado sus brazos, incluso había hecho una extraña clase de pucheros.
Al parecer no le había gustado el desenlace de la historia que le había contado.
—Algo está mal contigo —reprochó con molestia, cuidando todavía el volumen de su voz—. Debiste aprovechar la ocasión para hacerte cercana a él.
—¿Para qué?
—Hay un misterio sin resolver —respondió con obviedad, hice una mueca mientras escuchaba sus pasos acercarse a mí—. Sabes que necesito alimentarme del chisme.