(Voz narrativa: Hye Ri)
—Chissss... Hye Ri...
El susurro, vacilante y empañado en el timbre gangoso del soju, se coló por la rendija de la puerta y viajó hasta la cama de sábanas gastadas de aquel hotel antiguo en el que nos habíamos metido y en donde me había jurado a mí misma no pasar ni una sola noche más.
—Hye Ri... Chisss, chisssss... —repitió—. Abre. Soy yo, Jung Kook.
Me costó horrores despegar los ojos y aún más echar mano del teléfono, en la mesilla, para consultar la hora. ¡Pero qué cruz! Eran casi las cuatro de la madrugada, un momento del todo impropio para que un amigo borracho viniera a molestar, máxime cuando nos habíamos vuelto locos buscándole por todo el pueblo porque "el gran señor" se había enfadado en el desayuno con Dal Ho, su especie de novia, si es que a la toxicidad se le podía llamar así, y le había dado por hacerse el interesante y desaparecer de la faz de la tierra.
—Gracias por honrarme con tu presencia después de casi veinticuatro horas. —Dejé caer el celular sobre el colchón—. Es un detalle.
—¿Estás enfadada?
—¿A ti que te parece?
—Ábreme y lo hablamos, ¿sí? —propuso—. Aquí hace mucho frío y te quiero far... —El soju patinó en el fonema—. Far... Dar... —corrigió—. Dar un abrafo.
Ah, no. De ninguna manera. Eso ya me lo conocía. Llevaba años conviviendo con sus ataques de amor alcohólico.
—Si tienes frío vete a tu cuarto y restriégate contra la almohada.
—¿Por qué eres así? —Le imaginé haciendo un puchero de esos encantadores que se le daban tan bien—. Déjame entrar, que me voy a portar bien. Solo quiero estar un poco contifo.
Me arrebujé bajo las sábanas. "Jung Kook bebido" y "portarse bien" no podían ir en la misma frase.
—Anda, por fa. —El chirriar inútil de la manivela al girarse acompañó el par de golpecitos que le dio a la puerta—. Sé buena. No quiero estar solo.
—Si lo que necesitas es descargar hormonas, lamento decirte que estás en la habitación equivocada. —Me moví a un lado, luego al otro y terminé boca abajo; gracias a él, se me acababa de ir el sueño—. Tu novia está en el piso de arriba.
—Pero no quiero estar con ella —objetó—. Con quien quiero estar es contigo.
Una oleada de fastidio me recorrió las entrañas. Definitivamente, debía de haberse bebido todo un bar él solo porque, aunque sonaba maravilloso, la realidad no era ni mucho menos así. Que se refiriera a mí como "amiguita del alma" y que la mayoría de las veces me tratara como si fuera su hermana de seis años y él un "glorioso oppa protector", lo confirmaban. Eso por no mencionar la cantidad ingente de mujeres con las que había salido en lo que iba de universidad y su tendencia a burlarse de las relaciones estables.
—Hye Ri... —continuó llamándome—. Hye Ri... Me gustas... Hye Ri...
Prendí la luz y me incorporé, con los ojos pegados a la puerta. ¿Y si le dejaba entrar? No, mejor no. Cuando recobrara la serenidad se retractaría y me pediría disculpas, como siempre. Y yo, también como siempre, me sentiría peor que si me hubieran tirado un vaso de agua helada a la cara. No podía seguir así.
—Me estás molestando —decidí, al final—. Vete.
—No puedo.
La forma en la que pronunció aquel "no puedo", misteriosa y con un deje de temor, me resultó inquietante.
—¿Por qué? ¿Te ha ocurrido algo?
—Lo he descubierto —susurró entonces—. Sé lo que esconde este lugar.
—¿Y qué es lo que esconde?
El pomo de la puerta bajó y subió lentamente. Me acerqué y miré por la pequeña mirilla de vidrio, en busca de su cabello oscuro peinado en media melena de lado y ese piercing en la ceja que le había costado una discusión histórica con su madre meses atrás. No le vi.
—¿Jung Kook?
Tampoco respondió. Me empecé a asustar.
—Jung Kook, ¿ya estás tirado en el suelo?
Nada. ¡Ay! ¡Algo le pasaba! Descorrí el cerrojo.
—A ver, quién te manda ponerte a beber como si...
El desconcierto me silenció.
Fuera no había nada. Nada salvo el aire gélido de la oscuridad a mi alrededor y el lejano sonido de un reloj de pared tocando las cuatro.
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IGSAUI HOSU《YoonMin》 [#PGP2024]
Mistério / SuspenseMin Yoon Gi es un investigador privado al que diagnostican un tumor cerebral. Sin dinero para costear la operación, no le queda más que encerrarse en casa, abandonar su trabajo y esperar a que la muerte se lo lleve. Sin embargo, cuando la enfermedad...