24 | La ruptura del vínculo

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La bala terminó en el tronco del melocotón. Lo primero que me vino a la mente fue que la reducida visibilidad de la tormenta había sido lo que me había salvado la vida. Sin embargo, ver la cara de espanto del señor Kim y su mandíbula desencajada me hizo comprender que no había fallado. No me había disparado a mí.

—¿Con quién estás? —El cañón del arma recorrió el entorno, frenético—. ¿Quién es? —Una sombra se deslizó por entre las ramas del árbol, desapareció y se rehízo en la pared—. ¿Qué está pasado? ¡Quién es!

Una segunda bala terminó contra el cristal de la ventana. Aproveché el desconcierto para echar a correr y perderme por entre los matorrales. Venga, venga, venga. Tenía que llegar a la zona en donde habíamos dejado el coche la primera vez y rápido. Muy rápido. Allí había quedado con Nam y con la patrulla policial.

—¡Que alguien lo detenga! —El grito del señor Kim vibró, fuerte y gutural, tras de mí—. ¡Quiere hundir el pueblo! ¡Paradlo! ¡Todos! ¡Detenedlo! ¡Ahora!

En cuestión de minutos, cientos de pasos apresurados retumbaron a mi alrededor, en todas las direcciones. Varias voces clamaron que yo era un peligro, que había que pararme los pies, que era necesario hacerme desaparecer. Joder; parecía una caza de brujas. Aceleré y me rocé con varias ramas y arbustos, me choqué con un tronco retorcido en el suelo y salté varios charcos de agua farragosa hasta que mi maldito tumor empezó a hacer de las suyas y todo se fue a la mierda.

El dolor de cabeza apareció de improviso. Me mareé. El mundo se volvió negro y, durante unos instantes, no fui consciente de nada. Hasta que el agua de la lluvia me cayó de lleno en la cara y descubrí que me había caído en un charco de lodo, frente a la senda de las piedras. Traté de incorporarme. Todo seguía dándome vueltas. Me dolían las sienes. Las náuseas me pinchaban el estómago. Maldición; ¿por qué ahora? ¿Por qué?

—Me parece que ya va siendo hora de que te rindas y descanses, chico.

Un círculo se congregó a mi alrededor y las luces cegadoras de las linternas se volcaron en mí. Creí reconocer a la madre de Kim Seok Jin adelantada, con algo parecido a una maza de amasar carne apoyada en el brazo, al tipo de los carros de leña y a uno de los policías locales pero me encontraba tan mal que no podía estar seguro de nada y mi cuerpo tampoco estaba para reaccionar.

—Yoon Gi, en Igsaui Hosu todos reconocemos tu inteligencia y tu aplomo al no vacilar en tu empeño por descubrirnos. —La primera se erigió como portavoz del grupo—. Has sido muy valiente y también muy tenaz y lamentamos profundamente tu pérdida —continuó—. Sin embargo, aquí se debe acabar todo para ti, ¿lo entiendes?

Sentí el cañón de la pistola accionarse en mi nuca. El señor Kim me había alcanzado y lo tenía detrás, acompañado de varios trabajadores del hotel.

—Puedes rezar si quieres —me recomendó—. Hacerlo puede reconfortar tu alma y aliviar la pesada carga del miedo.

—Yo no... —Joder; maldito tumor. Me estaba afectando al habla y no encontraba las palabras—. No... No tengo miedo...

—Entonces solo aprieta los dientes para que no te duela demasiado.

—Eres tu... —Me arrastré, a tientas, fuera del charco. Las piernas me pesaban. El cuerpo entero me pesaba. La cabeza me iba a explotar—. Eres tu y no yo... El que debe apretar los dientes... —Metí las manos en el agua fría del lago. ¡El lago!—. Igual rezar te convenga más... A... Ti...

Mi comentario provocó risillas entre los presentes.

—Ay, jovencito, realmente el golpe que te dio mi hijo con la piedra te ha afectado al razonamiento.

IGSAUI HOSU《YoonMin》 [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora