Me hubiera encantando despertar y darme cuenta de que el dolor de la ausencia y mi fatal error no habían sido más que un mal sueño. Entonces habría podido respirar con alivio antes de acariciar la tela desgastada de la sábana del hotel y estirarme con los ojos puestos en las preciosas facciones de Jimin, que seguiría durmiendo a mi lado. Me habría perdido a mis anchas en su imagen y luego me hubiera inclinado y le hubiera besado. Él me habría sonreído. Y yo le habría vuelto a besar y le hubiera dicho que, a pesar de mis reticencias iniciales, me consideraba realmente afortunado de tenerle conmigo y le hubiera dado las gracias.Por haber tenido el valor de presentarse ante mí de nuevo, con todo lo que debía de haberle supuesto, y por haberme salvado de mi mundo de mierda y de mi soledad. Por haberme hecho sentir querido en el ocaso de mi vida, cuando ya había perdido la esperanza de que algo lo lograra, y por tener esa personalidad maravillosa que desmontaba mi mal genio en cuestión de segundos.
Por todo.
Deseaba volver a disfrutar del optimismo de su mirada. Su compañía había sido lo mejor que había tenido desde la muerte de mi madre, me había hecho feliz y no quería perderle. Y, sin embargo, la realidad que me encontré al abrir los ojos solo tuvo en común con mi fantasía la cama en la que permanecía acostado.
Lo primero que noté fue el dolor de cabeza. Lo sentí como si me hubieran clavado chinchetas en la sien, todo me daba vueltas y enfocar la vista era materia imposible. Me palpé la frente. Toqué el algodón de la venda. Ya me acordaba. Había perdido el conocimiento porque alguien me había atacado en el bosque mientras buscaba a Jimin.
Jimin...
¡Jimin!
Estiré el brazo. Me topé con el vacío del colchón. El corazón se me estrujó de modo que me incorporé, ansioso. Estaba en mi habitación. La reconocí por las muescas de la pared y por la maleta azul que solía tener guardada en el techo del armario de mi apartamento y que ahora descansaba en el rincón. Nam Joon la había traído en la breve incursión a Seúl que tanta desgracia había desencadenado después.
Posé los ojos en la mesa de escritorio. Yoongito, sentado encima, me saludó con la mano pero no le hice caso porque mi escasa atención terminó en la persona que tenía al lado, la que me observaba serio y con el gesto preocupado. Cabello castaño. Pantalones azules. Camiseta de béisbol.
Joder.
—Hola, Yoon Gi. —Su voz sonó alta y clara, para nada parecida al murmullo con el que solía hablarme—. ¿Cómo te sientes? —Se señaló la sien—. Te has golpeado con una piedra del tamaño de un balón.
Entrecerré los ojos. ¿Jung Kook? ¿Pero cómo iba a estar ahí él? Era imposible. Le veía demasiado nítido. Llevaba la misma ropa de siempre pero lucía limpia y su tez, antes pálida y demacrada, ahora lucía con un tono estupendo.
—¿Recuerdas algo? —siguió preguntando—. ¿Te resbalaste o... ? —dudó—. ¿Te golpearon? ¿Le has dicho a alguien lo de los niños?
Traté de hacer memoria. Me visualicé en la senda y luego zigzagueando entre los árboles. Sentí el golpe en la cabeza, el impacto de las rodillas al estrellarse contra la tierra y el frío del musgo húmedo en la cara. Un grito. Alguien murmurando algo inintengible. Y después un tacto mojado y gélido sobre la frente que me había reconfortado. A partir de ahí debía de haber caído en la letargia de la inconsciencia porque lo siguiente que evocaba era aquel sueño en el que regresaba atrás en el tiempo, al principio del día, y despertaba en la habitación junto a Jimin.
—Yoon Gi... —Su dulce tono se me había colado por el oído—. Buenos días, ¿has descansado? ¿Estás bien?
—Contigo siempre estoy bien. —Me había girado en rueda hasta quedar pegado a él—. Te amo.
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IGSAUI HOSU《YoonMin》 [#PGP2024]
Mystery / ThrillerMin Yoon Gi es un investigador privado al que diagnostican un tumor cerebral. Sin dinero para costear la operación, no le queda más que encerrarse en casa, abandonar su trabajo y esperar a que la muerte se lo lleve. Sin embargo, cuando la enfermedad...