── clumsy and shy boy !

¡ seis !

— Me van a matar.

— No lo harán, Hyunjin-ah —Minho intentó tranquilizarle girándose desde el asiento del copiloto para verle, estacionados en el auto de Chan frente a su casa a las siete y media de la mañana.

— Creo que es más probable que nos maten por no avisar que estabas con nosotros, por eso, apenas te bajes del auto nos vamos, no quiero recibir un golpe de mamá —Minho rió ante la voz de su pareja al volante, y Hyunjin suspiró viendo su casa por la ventana.

— Podemos calmarla con la noticia de que nos comprometimos, ¿sí, amor? —Chan sonrió contento ante eso, y Lee alzó su mano decorada con el bonito anillo de forma orgullosa que le habían mostrado a Hyunjin al despertar.

La situación era esa, al parecer ayer había interrumpido un intento de cita romántica en casa y medio arruinado en momento en que Chan quería pedirle a Minho que se casase con él. Por consecuencia, cuando se durmió luego de la cena, su hermano hizo la propuesta en pijama mientras el pelinegro terminaba de lavar la vajilla, y este le había dicho el sí. Cuando se percató del brillante y costoso anillo en el dedo de su cuñado esa misma mañana y la gran sonrisa que llevaban ambos, fue que se enteró de todo. Y Hyunjin le quiso pegar una patada a Chan porque no había forma más desastrosa que esa de pedirle la mano a alguien, pero Minho se veía tan feliz como un perro con dos colas, así que no hizo nada.

Se encogió en su asiento al ver a la pareja feliz de su hermano y quien fue su parvulario del jardín darse cariñitos en las manos. Le resultaba algo empalagoso verlos demasiado, pero pensándolo bien, él era solamente un poco menos de ellos cuando se trataba de Jeongin, obvio, sin antes haber traspasado la línea de mejores amigos. Ante su silencio, Chan fue quien esta vez se giró a verlo.

— ¿Quieres que te acompañe, bestia?

Hyunjin negó enseguida, sabía enfrentar sus problemas solo y no quería resguardarse tras la espalda del castaño, tenía nervios, pero estaba bien.

Apretando los labios, Chan asintió antes de volver hacia el frente. Y con una corta despedida salió del auto de la pareja, viéndoles desaparecer cuando se quedó en la acera esa fría mañana con un nervio de cojones.

Aceptando que tarde o temprano debía ir a casa, y que ya estaba llegando tarde al instituto, fue que se encaminó con demasiada rapidez a la puerta de su casa con la mentalidad que, mientras más rápido sucediera todo, mejor. Iba a llegar, hablar con su mamá, darse una ducha y partir al instituto para ver a Jeongin e intentar arreglar la cagada que había pasado.

Con manos temblorosas metió la llave en la cerradura de su casa y entró en un silencio al caliente hogar, quedando algo extrañado al no escuchar a sus padres haciendo ruido para ir al trabajo. Y a lo mejor pensó demasiado rápido que ya se habían ido y podía faltar al instituto, quitándose los zapatos con una sonrisa de alivio, se vió de frente a sus padres en dos segundos quienes salieron de la cocina como dos almas que lleva el diablo, y al verle, confundido, nuevamente nervioso y con un zapato en la mano, su madre rompió a llorar y su padre suspiró aliviado.

— ¡Hijo! —soltó un pequeño Oh cuando fue estrujado entre los brazos de sus dos progenitores, sintiendo caricias en el cabello, lágrimas en su hombro y el zapato aplastado entre su estómago y el de su papá— ¡¿Dónde estabas?! Pasamos toda la noche esperando a que llamaras o que Chan lo hiciese, ¡casi voy a la comisaria a decir que te perdiste! Y el tonto de Chan avisa ahora —se sintió algo abrumado entre los sollozos de su madre y quejas sobre su paradero.

— No podíamos ni manejar para buscarte, el auto se congeló por la baja temperatura —escuchó ahogado a su padre, y se sintió algo mal al ver la preocupación latente de sus padres por haber escapado.