¡ tres !

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Paseó la pelota por sus pies con rapidez y, girando sobre su espalda, esquivó a uno de sus compañeros del equipo contrario para volver con la pelota. Mirando con concentración, corrió lateralmente hacia el centro de la cancha al ver a dos hacia la izquierda, y con una patada decisiva tiró al arco antes de que le cayeran encima en busca de taparle, la pelota saliendo disparada y entrando por la esquina superior antes de que el arquero pudiese saltar por completo para detenerla en el aire, finalmente rebotando contra la malla marcando un gol.

Con una sonrisa, sintió los gritos de su equipo designado esa vez, y luego los silbatos de sus entrenadores indicando que el partido había terminado con su gol y, por ende, el entrenamiento de esa tarde también. Hyunjin suspiró, sudado y cansado, quitándose el cabello de la frente y escuchando —sin estarlo realmente— algunas felicitaciones de quienes se le acercaban con palmaditas en la espalda. Tenía las calcetas embarradas de verde por deslizarse en el corto césped de la cancha y parte de su camiseta blanca igual.

Se giró dispuesto a buscar sus cosas para ducharse e irse a casa, viendo en las gradas a un pequeño cúmulo de gente, entre jugadores y alumnos que sólo se quedaban en la cancha para verles entrenar, en la mayoría —por no decir casi todas— niñas. Hyunjin sonrió al distinguir entre aquellas personas, y un poco más alejado del resto, a un tímido Jeongin sosteniendo una botella de agua y su bolso, esperándole como un torpe cachorro moviendo la cola.

Caminó con prisa para salir de la cancha, sólo observando esos ojos pequeños mirarle con algo de vergüenza desde donde estaba. Cada vez que Hyunjin se acercaba más, podía ver más miradas del par de invitadas aún en las gradas encima de Jeongin y de él, por lo tanto entendía la vergüenza y timidez del pelinegro. Y cuando al fin llegó a su mejor amigo y este le tendió la botella de agua, no dudó en darle un largo sorbo para refrescarse.

Sintió a Yang acercarse algo tímido y cabizbajo hacia él, murmurando algo como Lo hiciste genial hoy, Hyunjin que le hizo feliz. El menor siempre se daba el tiempo de mirar sus entrenamientos aunque muchas veces fuese demasiado observado a la hora de estos terminarse y correr hacia él. Incluso sabía que algunas personas pensaban y decían que Jeongin era una clase de perro faldero que le perseguía y eso sin duda era molesto.

Por lo tanto, para evitar que su mejor amigo se sintiese mal, sujetó su mano libre con cuidado luego de terminar de beber y, sin esperar alguna reacción por parte de este, le jaló suavemente para comenzar a caminar y salir de allí hacia la cercana multitud en dirección a las duchas. Cuando doblaron por las gradas, Hwang vió de reojo como el azabache bajó los hombros algo más relajado y sostuvo su mano un poquito más firme y dulce, dejándose guiar.

En realidad, Jeongin no tenía nada que hacer allí en ese momento. Las clases terminaban a las cuatro y Hyunjin se quedaba hasta las seis entrenando, el de ojitos alargados no tenía ninguna actividad extracurricular. A principio de año había bromeado con que Jeongin podría esperarle en cada entrenamiento, pero al parecer su torpe mejor amigo lo había tomado bastante literal y durante todos esos meses gastó de su tiempo sólo para verle correr detrás del balón.

Hyunjin le había repetido incontables veces que no era necesario y podía irse a casa, pero el menor era igual de terco que una mula y se aferraba a las gradas sólo para mirarle con esos ojitos orgullosos, obligándose a estar con gente que no conocía del todo lejos de él. Y estaba bien, Jeongin no hablaba con quienes se quedaban a mirar el entrenamiento tampoco, pero sí se había soltado un poquito más y ya no salía huyendo como las primeras veces. Y Hwang debía admitirlo, le gustaba bastante la presencia de su amigo allí.

— No tardaré en ducharme, ¿sí?

El menor asintió con una sonrisa, tendiéndole su bolso y sujetando la botella con agua a la mitad.

── clumsy and shy boy !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora