La Casada Casa Quiere

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Sabía que Odalia no la quería, sabía que no la consideraba suficiente para Amity, era verdad que habían vívido lleno de lujos por varios años, pero ahora Luz rodaba los ojos cuando su suegra hacía menos su origen, Odalia pudo haber nacido en cuna de oro, pero su situación  económica justo ahora no era algo para presumir, Luz podría jurar que eran incluso más pobres que sus propios padres.

No era el fin del mundo pero para Odalia que estaba acostumbrada a lujos tal vez lo era, por eso Luz entendía el desprecio de  Odalia, ella había arruinado los planes que tenía para Amity, que se casara con una niña rica de buena posición económica como Willow y no con una como ella.

Pero la mujer tenía que poner los pies en la tierra, ahora ella era la esposa de Amity, le iba a dar dos nietos, su odio era absurdo y estúpido desde el punto de vista de Luz.

Odalia ni siquiera había preguntado por los bebés nunca, nunca había querido tocar su vientre como lo hacían Emira o Alador.

Y no es que a Luz le importara, tener a Odalia encima de ella intentando escuchar a los bebes sería inmensamente raro, pero un "como estan los bebes hoy" no le hacían daño a nadie.

—Maldición — se quejo al sentir las pataditas de sus bebés en el estomago. Al principio le habían sorprendido y olvido el dolor pero cuando pasaba regularmente era bastante abrumador y doloroso.

Dejó la ropa húmeda que estaba lista para tender y se relajo un rato en el sillón, al menos hasta que los bebés se tranquilizaran.

Estaba apunto de cerrar los ojos, cuando Odalia apareció con sus venenosos comentarios.

"Tomando un descanso como si no hubiera nada que hacer"

"Pero claro como tu te encargas de sostener esta casa no tienes porque ayudar en los quehaceres, ¿Puedes recordarme cuanto dinero traes al mes?"

"Sólo eres una boca, no, tres bocas más que alimentar"

Luz rodó los ojos, sin ganas de pelear fue por el cesto de ropa y subió a la azotea a tender las prendas.

Algo estaba mal con ella, tal vez el embarazo afectó su memoria o tal vez era una de esas veces en las que guardaba algo tan bien para no perderlo pero terminaba olvidando dónde lo guardo, pero no recordaba que este fuera uno de esos casos, no había porque.

Buscó de nuevo debajo de la cama y después en los cajones del armario sin éxito.

Suspiró y fue hasta la habitación de Emira.

La muchacha estaba chateando frente a su computadora.

—Perdón por molestar— le dijo, ella no le dio importancia y le preguntó que necesitaba —¿has visto mis estambres y la ropita que había hecho para los bebés?

Emira cerró su Lapton — mi madre los tiró dijo que había hablado contigo acerca de que le hacían daño a los bebés— suspiró —¿era mentira verdad?