[𝟑]

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—¿Vas a estar bien? —preguntó su madre, con una sonrisa triste acarició la cabellera de Luz una y otra vez sin ganas de soltarla — Tú sabes que, si algo no te gusta, si no te sientes cómoda, si no te tratan bien; mis brazos van a estar abiertos para recibirte. No dudes en ir a casa y decirme — le dijo con un tono tristón.

—Sí madre — Luz asintió rodando los ojos, su madre solía ser muy dramática todo el tiempo y sobreprotectora — adiós padre, voy a extrañarlos,  llamaré seguido —le dijo a su padre y este no la miro, pero Luz escucho un sollozo pequeño y supo que su padre se estaba haciendo el fuerte con ella.

Lamentaba mucho tener que irse en esas condiciones, la boda no había sido más que una visita al registro civil. No hubo una gran fiesta, ni comida, ni pastel y lo entendía, tenía muchas cosas más de que preocuparse que una fiesta. Subió al taxi donde Amity ya la esperaba y la miró con reproche porque, su ahora esposa, ni siquiera se despidió de sus padres.

[...]

Amity dejo la maleta en la cama y se lanzó en esta, un rato, antes de regresar por las otras dos maletas que se habían quedado en la sala. Luz miró la casa de los Blight con modestia, no es como si fuera una mansión, pero era grande y bonita, nada a lo que estaba acostumbrada. Amity apareció en la puerta con dos maletas más y también las puso en la cama, con una sonrisa tímida ambas comenzaron a acomodar las cosas, ubicandolas en el armario de la menor y otras en unas cajas de cartón mientras conseguían otro mueble.

Amity suspiró.

—Estamos casadas.

— sí, lo estamos.

— No puedo creerlo.

—Yo tampoco —admitió Luz rascándose la cabeza, temerosa por el camino que tendrían que recorrer de ahora en adelante.

—Y vamos a tener un hijo.

—Ajá

—Tampoco puedo creerlo.

—Estaremos bien, nosotras podemos — tomó su mano y entrelazo sus dedos— porque te amo.

Luz estaba consciente de que no iba a ser fácil, acostumbrarse a su nueva vida; sin embargo, siempre fue una joven positiva y trabajadora.  Podría salir adelante, si se lo proponía.

Después de un mes viviendo con los Blight. Luz sabía que no era del agrado de la señora Odalia, porque ella siempre pensó que su hija se casaría con la hija de su mejor amiga, "la pequeña y bonita joven Park" arremedo a la mayor rodando los ojos. Luz no sabía de ella, hasta el momento en que llegó a la casa de sus suegros. Odalia siempre la mencionaba, diciéndole una y otra vez lo perfecta que era.

Era tan cruel con ella, bueno tal vez no tanto, podría simplemente correrla y no lo hacía, pero el desprecio siempre estaba en el aire.

Como cuando la mayor ponía los platillos en la mesa, pero nunca le servía a ella.

"Perdón se me olvido" le decía con una sonrisa, de esas sonrisas que decía que nunca rompía un plato.

O cuando lavaba la ropa de todos, pero olvidaba meter la suya a la lavadora.

O cuando cocinaba platillos con mayonesa a pesar de que le había dicho que no le gustaba y tampoco le dejaba meter sus manos en la cocina para prepararse algo.

"Nadie entra a mi cocina, entendiste"

O "Has esto, has aquello, tráeme esto, limpia esto, recoge esto, ve a comprar esto, lava esto"

Y no se sentía con el derecho de decir "no", esa no era su casa y no iba a imponer reglas.

Además, no era para tanto o eso quería creer.

Lo peor era que estaba algo frustrado por la falta de sexo, cuando su pansa creciera más seguramente sería imposible y Amity a pesar de que seguía siendo cariñosa ya no la besaba con pasión, ni tocaba sus nalgas, ni se mordía los labios cuando la veía. Estaba tiesa la mayor parte del tempo y no en el sentido pervertido.

El fuego y la pasión en Amity se habían apagado.

Se miró en el espejo y suspiro, estaba gordita del vientre, tenía ojeras, su cabello estaba más seco de lo normal y su piel también, se quedó viendo su reflejó hasta que las lágrimas se acumularon en sus ojos.

—¡Estoy tan fea! — dramatizó frente al espejo.

La Casada Casa Quiere Donde viven las historias. Descúbrelo ahora