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Odalia escucho los ruidos dentro de la habitación del hospital, sonrisas, lágrimas y emoción, pero no entró, no había un porqué en especial, simplemente no se sentía con ganas de pelear con Amity, cosa que pasaría si entraba, Amity había sido clara, no la quería ahí, fue a la cafetería y espero hasta que los bebés fueron llevados a las incubadoras.

Alador y los demás se reunieron ahí y tampoco se atrevió a acercarse.

Horas más tarde se dio cuenta de que lo que sentía sólo podía llamarse de una manera, remordimiento.

Pero como dice el dicho "hijos de mis hijas, mis nietos, hijos de mis hijos, ¿Quién sabe?"

Preguntó a las enfermeras cuando serían dados de alta pero al no dar su nombre la información no le fue confiada.

Eran las siete de la mañana cuando vio a los padres de Luz abandonar el hospital, minutos más tarde Alador y Emira y finalmente antes de las ocho Amity se había marchado.

No eran horarios de visita así que era comprensible que se fueran, además de que habían pasado toda la noche en el hospital y seguramente estarían cansados, como ella lo estaba.

Frente al cristal supo exactamente quienes eran los hijos de Luz.

Vío a dos enfermeras entrar a la habitación y tomar  a los niños y llevárselos, les siguió de cerca hasta que finalmente preguntó a donde los llevaban.

—Tienen que alimentarse— contestó una de ellas, entonces tosiendo un poco tratando de quitarse el nerviosismo pidió.

—¿Puedo cargarlo?

La enfermera frunció el entrecejo pero después de aclararles que era su abuela y mostrar su identificación ella asintió.

Tomó al pequeño Félix entre sus brazos y sonrió, más de cerca trato de buscarles parecido a alguien de su familia pero decidió que era inútil, todos eran iguales al nacer, después si Amity lo permitía iba a hacerles la prueba de ADN.

Félix sonrió y rodeó su dedo meñique con su pequeña manita, Odalia le sonrió de regreso, luego negó con la cabeza y suspirando le entrego el bebe a la enfermera.

—Gracias— dijo y decidió que era hora de volver a casa.

Dos semanas después Luz sonrió al poder tener por fin a sus bebes en casa y no en el hospital dentro de incubadoras, sus niños estaban perfectamente bien ahora y descansaban en la pequeña cama, ambos vestidos.

Odalia suspiró frente a la ventana de cristal, como todos los días había ido a visitar a los bebes, incluso había conseguido algunos permisos para poder verlos más de cerca sin que Amity se enterara, la menor le había declarado la ley del hielo, pero no sólo eso, le había prohibido acercase a los bebes cuando la vio en una de sus visitas.

La estaba castigando y sabía que estaba en su derecho.

Pero ahora las incubadoras estaban vacías y solas, los niños se habían ido.

La Casada Casa Quiere Donde viven las historias. Descúbrelo ahora