XXI

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Ambos cuerpos recostados sobre la cama, enlazados entre ellos, envueltos entre secretos y murmullos, respiraban con una paz que era difícil de conseguir, una paz que únicamente uno al otro se brindaban, una paz que solo se sentía en el hogar.

Edward abrió lentamente los ojos, sin hacer mucho ruido miró el reloj y observó las manecillas las cuales marcaban las 4:00 a.m.

El alfa tenía que despertar a su omega, era tiempo para revelar esta pequeña sorpresa que tenía planeada desde hace ya un tiempo.

- Omega... - Susurró Edward, mientras que con su dedo índice tocaba la suave mejilla de William.

El ojiazul apenas se movió.

Edward volvió a llamarlo, con tal suavidad en su voz que hizo estremecer a su omega.

- Dime...- Contestó William, apenas con una voz audible y frotando sus párpados.

- Tenemos que irnos, el tren llega a las cinco y treinta de la madrugada.

- Pero... son las cuatro, déjame dormir un poco más.

-No, vamos, te tengo una sorpresa.

- ¿Por qué? Hoy no es mi cumpleaños, o... ¿Se celebra algo?

Edward soltó una ligera risa ante el comentario de su pareja y negó con la cabeza.

- Vamos, sólo vístete y toma tus cosas.

Ambos se prepararon y sus pertenencias las llevaron con ellos.

Al salir, Edward sentía un poco de melancolía ya que dejaría su casa, dejaría a sus padres, su trabajo, y a su hermano. Le dolía en el corazón, pero, también sabía que dejaría de sufrir, dejaría de ocultarse y esto sería un paso en su vida.

Cerró la puerta, y esto le hizo sentir como si cerrara todo lo que vivió, y dejara adentro los buenos recuerdos con las personas que él amaba.

Las calles de Londres, una vez más, frías, sin gente, repletas de nieve y apenas visibles por la luz de los pequeños faroles y la luna.

La pareja, tomada de la mano, caminaba y Edward era quien dirigía el recorrido.

Mientras más avanzaban, William más reconocía aquel lugar que lo mantuvo a salvo antes de conocer a su alfa.

Su primer lugar seguro.

Aquella capilla abandonada se veía diferente, y al entrar, el omega observó que estaba decorada, con listones blancos y dos velas en el altar.

No podía ser lo que se estaba imaginando.

- Alfa...

- William, quiero que ambos leamos la última página de el libro, aquel que provocó nuestro encuentro ¿De acuerdo?

El omega asintió y sonrío.

Edward tomó el libro, busco la hoja y ambos comenzaron a leer al mismo tiempo, provocando que sus voces hicieran contraste durante la lectura.

"Te quiero de vuelta
Para devolverte lo que me diste
Volver a lo que sentía
Ver lo que fuimos
Ser lo que éramos.
Déjame volver a ti
Vuelve a mi
Para devolverte todo
Y volver a verte así.

Nunca me imaginé a mi viviendo sin tu bella sonrisa diaria porqué eso era lo que me mantenía con vida y en este tiempo me di cuenta que la soledad es la compañía más presente.

Extrañandote con cada pequeña célula de mí ser.

Sabes... Tu luz me cegó
Y tu belleza me hipnotizó
Y volé cerca, tan cerca de ti
Me arriesgué
Me arriesgué a caer
Y Caí
Caí tan fuerte que no pude volver a volar.

Ahora lo entiendo, así que esa pequeña chispa que pensé que teníamos, realmente solo la tuve yo.

Fielmente creo que fuimos destinados a ser, pero lo fuimos en el tiempo no destinado para serlo.

Te amo, cariño mio, te recuerdo cada día, no volví ni volveré a estar en amor con otra persona, pero te recordaré siempre.

Suelo sobrepensar las cosas pero me sobrepase en sobrepensarte, y ahora quiero dejarnos ir.

Pero recuerda, este libro unirá siempre a aquellos que estén destinados a ser, tal vez no en el tiempo indicado pero si en el necesario.

Por qué en esta y en muchas otras vidas más te seguiré amando"

William se encontraba con los ojos cristalizados, la energía que aquello le transmitió fue demasiada y un pequeño escalofrío se hizo presente en su cuerpo, al ver a su alfa observó que tenía una vela en su mano y le ofrecía la otra vela a él.

- William Thompson ¿Quieres pasar lo que nos falta de vida a lado mio, ser libres, amarnos, y despertar juntos todos los días?... ¿Quieres casarte conmigo?

Entre lágrimas y su estómago revuelto por la emoción solo asintió rápidamente y se acercó a su alfa, con cuidado de que la vela encendida no lo tocara.

El alfa se agachó y brindó el más cálido y sincero beso a su pequeño.

Mil mariposas revoloteando en sus cuerpos y la felicidad en su máximo nivel.

Pero en plena escena de aquel beso un sonido los hizo paralizar.

Alguien había entrado a la capilla.



"𝐓𝐡𝐞 𝐛𝐨𝐨𝐤"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora