Capítulo 61. Delirio

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Gustavo y yo alzamos a Luriel en la mesa, mientras Thalia llama a los demás profesores. Yo miro consternado a mi amigo y no estoy seguro de que debo hacer ahora.

Su hermana me aparta comienza a trabajar para parar la convulsión, me escabullo entre los presentes ignorando su preocupación. Llego a la puerta y veo llegar a Cenit y Zunú.

—¿Esto no es parte del plan verdad? —pregunto a Cenit a quién tomo del brazo, ella niega y la suelto de inmediato.

¡Mierda! Aquí algo está mal, cómo odio estar en medio de tantas mentiras y tantos planes.

Veo como ingresan los maestros, Atria e Irama al salón, intento mantenerme sereno y calmado, para pensar qué es lo que está pasando, y cuando veo que Mortel está por tocar a su hijo, mi cerebro hace conexión.

Es evidente que están usando a Luriel, y la sangre Gianti sirvió de portal para algo.

—¡No lo toques! —grito y todos giran a verme como si estuviera loco, respiro y vuelvo a hablar—. Disculpe, profesor Mortel... —digo nervioso—. Pero no toque a Luriel, su herida está abierta —señalo su mano—. Ellos están intentando obtener acceso a algo de aquí, y creo que sí tienen contacto lo que sea que intenten hacer va a resultar.

—El chico tiene razón —dice Irama mientras me mira con orgullo—. ¿Qué crees que debamos hacer ahora, Juanjo?

—Encontrar el canal que lo está manipulando —. Contesto y todos asienten.

Iracema invoca un ysypo, con sus manos lo estira sobre el cuerpo de Luriel y lo levita para canalizar su energía sobre él. Thalia invoca en sus manos un par de bochas de fuego y también hace que leviten sobre mi amigo, como si fuera un escaner de magia.

Intento pensar qué podría ser, recuerdo lección por lección, pero nada me hace ruido, nada me ilumina para saber cómo ayudar a mi amigo.

—Debe tener algún objeto de transición —suelta Gustavo.

Por su puesto, un objeto de transición ¿Pero qué y cómo es que lo tiene? No logro descifrar los patrones, veo la magia ancestral correr el cuerpo de Luriel, pero no encuentro la anomalía.

Un hilo de sangre comienza a salir de la boca del Cario, y el miedo se hace entre nosotros. Atria ordena poner de costado el cuerpo  y de forma casi coreográfica lo hacen, Mortel ya parece al borde de la desesperación, Cariem lo aleja de su hijo para que puedan trabajar y comenzar a filtrar la sangre que no para de salir.

—Juanjo... —me dice Irama—. ¿Ves algo que nosotros no estemos viendo?

Estoy por contestar que no, hasta que escucho a Mirena gritar ¿Mirena? ¿Por qué escucho al espíritu de Luriel?

Volteo hacia donde viene  la voz de la chica y la veo atada a la pared, rodeada de manos negras, de tanto en tanto intentan tapar su boca pero ella logra safar.

—¡Ayuda! —exclama y siento su terror en los huesos.

—¿Alguien más ve a Mirena? —pregunto y todos niegan, incluso Iracema.

La chica sigue gritando, las manos parecen consumirla, estoy por pedir también socorro para ver como puedo hacer algo por ella hasta que de la nada veo de su dedo colgar una especie de cadena que va hasta el dedo de Luriel.

¡Puta madre!

La lección de la clase de magia ancestral y maldiciones hizo hueco en mi cabeza.

Si te regalan un objeto maldito y tu lo aceptas...

—Estás aceptando la maldición... —digo en voz alta—. Quieren a Mirena y a Luriel...

Thalia está haciendo algo para sostener de nuevo las sacudidas del cuerpo de su hermano, pero esta vez parece que no puede.

—Permiso niña —Irama aparta aa rubia y con un par de movimientos detiene las convulsiones, de su liga saca una pluma de Kavuré y arroja sobre las llamas que levitan sobre el cuerpo de Luriel, y es allí en donde el anillo brilla para mí.

—Es el anillo que lleva —digo y voy hasta él como para intentar sacarlo, pero una energía poderosa me arroja contra la pared.

—Atiende a Juanjo —ordena Orkias a Atria, la chica viene hasta mi y me ayuda a ponerme de pie, me duele respirar, el golpe fue fuerte, creo que me rompí una costilla.

—¡Carajo! —digo apenas.

—¿En anillo que yo le regalé? —pregunta Ira confundida.

—Luego hablamos de eso —dice Irama y esta vez arroja más de una pluma provocando que el anillo brille más —. Sí es el anillo, Orkias, necesito que invoque a Aratirí.

El rector obedece e invoca a su espíritu, ella saluda y la verdad es que no presto atención, estoy sufriendo por el dolor de la costilla rota.

Jose se acerca a mi y ayuda a Atria con una invocación de quien sabe que, porque solo miro a Irama trabajar con Aratirí y Orkias en fabricar una especie de Jaula de Faradai.

—¿Quién se ofrece de voluntario? —pregunta Orkias cuando acaban de diseñar el artilugio.

—Cobarde —dice Irama, mientra se saca los zapatos, y se acerca a Luriel.

Sin mediar nada, ni esperar, se acerca  anillo. Todos somos testigos de cómo la corriente recorre si cuerpo, lo vemos brillar, así también como la fuerza descomunal intenta levantarla del suelo. Pero loga tocar el anillo y en ese mismo momento, Aratirí le pasa como una especie de rayo, el cuál entierra en el pecho de Luriel, causando que este se despierte de manera repentina.

Las manos que rodeaban a Mirena desaparecieron, ella se materializó y cayó al suelo. Irama vio a la joven y cuando está le hizo un gesto para indicar de que estaba bien, quitó el rayo del pecho de mi amigo y el anillo de su dedo.

En ese momento, Mirena vio a Orkias luego a Cariem y desapareció de nuevo ante mí vista.

Irama arrojó el anillo a Orkias, quien lo agarra en el aire, este último dice unas palabras en Guaraní que no logro entender y en ese mismo momento de sus dedos salieron ráfagas de viento que desintegraron el oro del anillo.

Iracema cae al suelo de rodillas, Thalia también por el cansancio. El escenario se vuelve conciliador y cargado de alivio, de nuevo la paz... aunque haya terminado con las costillas rotas.

Ganar esta guerra es batallar con lo impensable día tras día.

—Te vamos a llevar a la enfermería —me dice Atria—. Recuestate aquí, mientras voy por ayudantes y una camilla.

—Ok, Ok —logro decir mientras obedezco.

Para mi sorpresa, o mi quebranto, Jose se pone a la altura de mi cabeza y me ayuda a recostarme sobre sus suaves muslos. La miro con admiración y terror, ella acaricia mi cabeza, dice algo que no vuelvo a entender, porque mis ojos se cierran y el dolor me gana. Solo logro decir algo antes de quedar en la oscuridad.

—Eres hermosa... —suspiro—. Incluso en medio de la tempestad.

Y mis ojos se cerraron, pero mi mente se quedó con su sonrisa de felicidad, espero que nadie más que ella haya escuchado mi delirio.

El justiciero del Panal [Libro 3] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora