Capítulo 70. Mariposas

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Camino con rapidez, mientra mi mano aprieta la herida que me hizo Anastasia, no tengo mucho tiempo, debo salir del internado antes de que inicie el protocolo.

Luriel me dejó en la cabaña una mochila armada con todo lo que necesito y es a ella a la que quiero llegar para poder huir.

Mainumby va y viene con noticias del interior del internado, lo bueno es que no van a llamar a Orkias, y ahora todos están pendientes de Ana, quien  al parecer se desmayó.

Sí, estoy preocupado por ella, pero no puedo detener mi marcha por nada del mundo.

Llego al pasillo del bosque que conecta a la cabaña, hago una pequeña corrida, y en eso alguien detiene mi cuerpo.

Una figura fornida y maciza se interpone entre la cabaña y mi humanidad. Levanto la vista y veo a mi captor.

—¿Qué te pasó? ¿Quién te hizo eso? —pregunta con genuina preocupación.

—Rodrigo... —digo recordando a Del Valle—. Estoy apurado... —Intento escapar de su agarre pero él vuelve a detenerme.

No sé si debo asumir que me está apresando o que solo intenta ayudar, pero no quiero preguntar, porque puede que tenga la suerte de que él no tenga idea de lo que está pasando en el internado.

—Pues, obvio. Te estás desangrando... vamos a la enfermería.

—No... —suelto mi voz con exaltación —. No lo entiendes, no tengo tiempo de explicar, o me sigues o te vas, elige.

—Mmmm siempre el carácter mandón... va. Te sigo.

Caminamos hasta la cabaña, él me abre la puerta y yo entro sin rodeos, mis ojos dan con la mochila y me arrojo a ella. Intento abrirla, pero con la maño manchada de sangre el cierre se me resbala.

—Te ayudo —se ofrece Rodrigo y el pánico me invade.

Cuando abre la mochila, y ve todo lo que hay en ella, le cae la verdad.

—¿Estás escapando? —pregunta y levanta sus cejas de forma sugestiva.

A pesar de que estoy en un momento de extremo peligro no puedo evitar sentir cierta atracción a las facciones de mi interrogador. En su rostro se dibuja una extraña sonrisa y mi cuerpo se estremece al ver que de su bolsillo saca su celular y lo pone en posición para enviar un audio.

—Lo tengo, —dice y comienzo a pensar en mis posibilidades —. Misión, liberar al polluelo iniciando.

Abro mis ojos sorprendido, pero más intrigado por a quién se le ocurrió llamarme: Polluelo. No dudo que debe ser obra de Juanjo.

—No esperaba que fueras tú nuestro justiciero —dice Rodrigo sacando de la mochila una carta sellada con lacre en forma de abeja.

—Nadie se lo esperaba —suelto mientras me obliga a sentarme en el sofá.

Extrae de la mochila un botiquín, me ayuda a quitarme el chaleco y la camisa para comenzar a realizarme una curación en la herida.

—Soy de programación —dice—, así que no esperes delicadeza de mi parte.

—Solo buscamos que deje de sangrar para no dejar rastro, da igual como lo cures.

Él ríe, y vuelve a mirar su celular, veo que tiene abierta una app bastante familiar, es la que usan los que sirven al Justiciero.

—¿Tú la creaste? —pregunto apuntando con mi barbilla al celular.

—No... —dice mientras mete aguja e hilo en mi herida y comienza a coser, yo intento no gritar—. No conozco a quien lo creó, pero según rumores es una chica y de primer año. Pero eso sí, cuando se contactaron conmigo yo cree el sistema en red, y la terminal que sostiene todo. Es increíble que la causa cada día gane más adeptos.

—No sabia que fuera del internado también había seguidores.

—Es en dónde más hay. Los seguidores de el Justiciero cada día se multiplican, pero así también los detractores.

>>Casi, casi han creado un nuevo partidos político, afuera hay un debate sobre si es o no ético actuar como actúan los que apoyan al Justiciero.

>>Pero para ser honesto, desde hace mucho tiempo no disfrutaba de buenas peleas.

>>Opiniones y posturas divididas, es divertido, hasta que toca entrar en misión.

—No sabia que fuera tan intenso.

—Lo es... pero bueno... así como los seguidores, sabemos que todo lo que ocurra es por el bien del panal, ellos creen que solo nos aprovechamos de la protección de Solei.

—¿Cuántos de esos defensores han perdido familiares?—pregunto indignado ya cuando el da el último punto en mi piel y corta el hilo.

—Es lo mismo que cuestionamos, pero más allá de eso, hay gente como temor.

—¿A qué? —pregunto mientras busco una camisa limpia para ponerme.

—Represalias, a que el Nole me tanguere se acabe  y quedemos expuestos.

—Sí las cosas salen bien, no habrá ni un enemigo vivo cuando está guerra acabe.

—¿Y si no? Y si los traidores consiguen inmiscuirse tanto que no nos deje ni un poco de espacio para ganar esta guerra de forma definitiva?

Pregunta poniéndose de pie, y adquiriendo una postura desafiante. Se ve imponente, y sexy.

—Si eso llegara a pasar, nuestros enemigos pensarían 2 veces antes de acercarse... te lo prometo.

—No lo dudo Zunú... veo la sed de venganza en los que forman su banda... pero deberían pensar que no pueden ser solo 3 siempre...

—Ya somos 4 —digo mientras me pongo la mochila.

—¡Ah! No ¡Qué gran diferencia!

Hace estos exagerados y no voy a negar que se me hace gracioso. Pero me encojo de hombros y niego.

—¿Qué sugieres?

—Solo... que tengan en cuenta que somos unos cuantos los que estamos dispuestos a servirles. A ayudarlos...

Me paso la mano en el rostro, y el se acerca a mi, me sorprende lo corta que es la distancia entre ambos, y su perfume a cuero se introduce en mis fosas nasales.

—Yo estoy para servirte, Zunú.

Respiro profundo, intento no dejarme llevar por la invasión de mariposas que me generó escucharlo y al fin logro articular las palabras.

—Rodrigo —aclaro mi garganta—. En vista que eres parte de esta operación... debo decirte que...

Escucho sonidos provenientes de afuera, Mainumby entra con rapidez y me observa con miedo.

—Franco —dice.

—¡Carajo!  —suelto.

No puedo pedir favores a Pombero porque seguro que me enfrentaré a cosas peores, y usar magia para volverme invisible no es una opción válida aquí.

Miro al techo, y sé qué es lo que voy a hacer.

—Vete de aquí —digo a Rodrigo.

—No, yo te acompaño, mi misión es sacarte de aquí.

—¿Eso te asignaron? —pregunto levantando una ceja.

—No exactamente...

—Tú misión era ayudarme, lo hiciste... me voy.

Rodrigo me mira con aprobación, pero antes de obedecer mi orden quita un celular de su bolsillo.

—Tiene solo la app que usamos en el Informante... ingresa al canal 06 si me necesitas y me escribes... voy junto a ti en dónde sea que estés.

—Ok, gracias Del Valle.

—Para eso estoy  Igual y Respeto.

—En cuerpo y alma —digo y me pongo a escalar al techo... voy a tener que ir de copa en copa  hasta salir del internado.

Será una larga noche. Y más entre  la información que me dio Rodrigo y las ganas que me quedan de poder seguir estar con él.

Pero ahora, la prioridad es escapar o nuestros planes se irán por la borda.

El justiciero del Panal [Libro 3] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora