Esto era una mala idea, una muy mala idea. Es lo que el cerebro de Mew repetía hasta el cansancio, en la parte trasera de un taxi, con dos de sus compañeras de trabajo y una botella de tequila que pasaba de una mano a otra.
Mew no bebía, hace dos años dejó ese vicio y se dijo a sí mismo que nunca nadie lo volvería a encontrar en una situación comprometedora sólo porque el alcohol le hacía olvidar sus inhibiciones.
—Eres un aburrido —protestó la rubia, la que llevaba semanas persiguiéndolo, insinuándose en la oficina, sobajeando su redondo trasero contra él cuando lo encontraba solo junto a la fotocopiadora— Min dijo que no sales con chicas del trabajo —susurró en su cuello, llenando su nariz de perfume barato— pero yo creo que necesitas el incentivo adecuado.
Sonrió, sin ofrecerle respuesta, porque no estaba en posición de discutir, no con una mujer que cuando estaba sobria se comportaba con tanto escándalo, no quería saber cómo sería luego de media botella de alcohol puro mexicano.
—¡Es aquí! —gritó Min, que había permanecido callada hasta el momento— déjenos bajar —le rogó al taxista y el hombre se detuvo en una esquina— Zom, esto te va a encantar.
Ambas salieron por la puerta, desenredando sus piernas y probablemente también sus cerebros, obligando a Mew a lidiar con el pago del recorrido. Caminó tras ellas, ordenando la corbata que Zom tuvo la gentileza de desatar en algún instante.
Había mucha gente en la calle, personajes de lo más estrafalarios, con ropas llamativas, aunque deportivas y escuchó decir que harían una performance esta noche.
—No es esa la palabra, se llama Street Jazz —corrigió alguien más— aquí todos vienen a mostrar sus coreografías y, los que no, aprenden a bailar con esos enormes tacones.
Mew quiso seguir escuchando, pero las dos chicas atómicas, a las que había decidido acompañar por su estúpida seguridad, habían desaparecido de su vista. La puerta abierta a lo que parecía un galpón fue su decisión más inmediata, pero el interior lo deslumbró, sillas, una galería para el público, la música ensordecedora y lo más importante, un escenario, de pulida madera, donde tres hombres bailaban con gracilidad.
—Es fascinante —dijo alguien a su lado y reconoció la voz de Min, repentinamente tranquila— es lo más hermoso que he visto en mi vida.
—¿Dónde está Zom? —susurró, mirando alrededor— no me digas que la perdiste.
—Tu novia se está besando con un twink —le sonrió— creo que no supiste actuar a tiempo.
—Ella no me interesa y ¿Qué es un twink? —la observó reír con malicia y siguió el brazo que alzaba, enfocándose en dónde ese delgado dedo le indicaba el lugar en que un chico de pelo verde sostenía a Zom contra la pared— ¿Tendrá la edad para eso? —escuchó la risa de su amiga y suspiró, decidiendo relajarse y disfrutar el espectáculo.
Fueron dos mujeres las que bailaron después, aunque la melodía era enérgica, se notaba que ellas no tenían la experticia, sin embargo, cuando la música se detuvo, recibieron muchos aplausos de apoyo. La próxima puesta en escena era un chico, logrando una deprimente representación, aunque su cuerpo tenía el equilibrio y la agilidad, le pareció que podría llorar con esa oscura música.
De pronto todo se detuvo, la gente murmuraba mientras bajaba la intensidad de las luces y una voz aguda rompía el silencio. Mew sabía que era un tema de moda, aunque no era capaz de nombrar al artista, pero pronto se descubrió tarareando, lo que realmente llamaba su atención era la figura en medio del escenario, con una brillante malla negra que marcaba cada una de sus masculinas partes, el cuerpo delgado y fibroso comenzó a moverse al ritmo de la música, como si no llevase enormes tacones en sus pies, como si fuese algo etéreo en el espacio y Mew no lo pudo controlar, su corazón enloquecido, las manos me sudaban y una enorme erección comenzó a crecer en sus pantalones, sus ojos reconociendo cada gesto de ese rostro triste y quiso poder extender su mano y aliviar cualquier cosa que lo hiciese sentir así. Hundir las manos en ese largo cabello rubio y quitar lo que lo mantenía unido en la nuca, acariciar su cuello y venerar ese fabuloso cuerpo.
Cuando el ritmo se detuvo, mucha gente se acercó al escenario, abrazándolo y felicitándolo, mujeres y hombres, lagrimeando de emoción y Mew se dijo que debía marcharse, antes de que alguien notase sus ocultas sensaciones, pero no lograba apartar la vista de esos ojos, pestañas enmarcando su profunda mirada y por un momento imaginó que lo veía a él, solamente a él.
—Vamos —escuchó el chillido junto a su oído y fue consciente de cómo el trance abandonaba su mente— Zom está vomitando en el callejón.
Salió tras Min, mirando al escenario, por si aquel hombre volvía a aparecer, pero el lugar estaba lleno de gente comentando y practicando inconexos pasos de baile. El callejón estaba iluminado por una farola, dándose cuenta de que era la parte trasera de la academia, una puerta con una reja mantenía a los curiosos fuera, pero antes de seguir elucubrando al respecto, vio a una Zom llorosa y ebria sosteniéndose de la pared.
—Después de todo el twink era homosexual —dijo Min con una risita.
—Me dijo que sólo le gustaba besar mujeres, pero que le daban asco las vaginas —lloriqueó Zom, alzando las manos para sujetarse de ellos, sus tobillos perdiendo el equilibrio sobre los tacones— Mew —gimoteó— ¿Tu odias las vaginas también?
—Creo que necesitas ir a casa —fue la escueta respuesta, tomándola por la cintura, saliendo hasta la calle— Min te llevará —no le importó si su amiga estaba de acuerdo, simplemente detuvo un taxi y las ayudó a subir— ¿Tienen dinero para el regreso? —Min puso un lindo puchero que le hizo suspirar con molestia, sacando efectivo de su billetera— tiene que ser suficiente.
Vio el taxi alejarse y revolvió su cabello con las manos, preguntándose por qué no se fue con ellas, esto era un error y, además, estaba sobrio, así que no tenía excusa. Entonces vio a la gente salir, hasta la última persona que cerró las puertas luego de apagar las luces.
La frustración comenzaba a hacerse dueña de sus pensamientos y restregó su rostro cansado, aunque ni siquiera eran las diez de la noche, pensando cómo hacer para volver a ver al bailarín rubio de la malla negra.
Desde su posición podía mantener la mirada en el callejón iluminado y en la entrada, esperando movimiento en cualquiera de las partes y los minutos pasaban, el sudor bajaba por su espalda, diciéndose a sí mismo que era un imbécil por exponerse a esta situación, pero no había fuerza en el mundo capaz de moverlo del lugar, excepto cuando escuchó la puerta trasera abrirse.
Caminó con sigilo, resoplando al darse cuenta de que quien salía era una chica, pero, incapaz de irse sin una respuesta, siguió acercándose, notando el segundo en que captó su presencia, porque su espalda se volvió rígida y él mismo sintiéndose paralizado.
—¿Dónde está? —pronunció con un tono que rayaba en la molestia y su corazón comenzó a latir, pensando en todas las posibilidades de que esta mujer lo mandase al infierno, pero él tenía que saber, necesitaba volver a verlo— perdón —murmuró— no quise asustarte, es sólo que nunca había visto a alguien bailar así y pensé en —su garganta molestaba— presentar mis respetos.
Ella se aferró al bolso que colgaba de su brazo, su ondulado cabello negro sin perder la compostura, aunque era evidente que estaba asustada y comenzó a girar, para mirarlo, o enfrentarlo, cualquiera fuese el caso.
Mew permaneció clavado en su lugar, sus ojos fijos en ese rostro varonil, pero delicado, el mismo bailarín de hace un rato, sintiendo su corazón acelerarse al mismo tiempo que su corazón volvía a hacer una carrera por llegar a su garganta, era hermoso, aunque se vistiese de mujer, aunque Mew nunca se permitiese caer en la tentación de acercarse.
—¿Te refieres a mí?
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Así, tal cual - MewGulf
FanfictionHola, mi nombre es Gabriel Schnettler y escribí esta historia hace un tiempo, cuando conocí a Mew y Gulf, me entusiasmé mucho en verlos en estos personajes que nacieron de mi corazón, así que hice la adaptación, anteriormente la subí a otra platafor...