Día 1

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Fue un rotundo no.

—¡Pero mamá!

—¡Todo el tiempo traes animales, ya basta, aquí no es zoológico!

—¡Pero tan siquiera míralos!—estiró sus brazos para otorgarle el gusto a su madre de conocer a sus nuevos gatos.—Estaban solos, desamparados, hambrientos, sucios, todos feos...—lo último fue una mentira para crear lástima.

—Oye, ¡Feo tú!—Chifuyu lo miró con rabia, ¿Quién se creía ese tipo para insultarlos así?

Los gatitos se ofendieron, debatieron internamente si ese chico podría darles una vida digna.

—Si no me da pollito yo me voy.—Manjiro estaba determinado a marcharse si no le cumplían el capricho.

—Tenemos hambre, apúrate.—Kazutora intentó salirse de la caja, pero Kakucho se lo impidió, alegando que estaba alto y la caída dolería.

—Siempre es lo mismo contigo.—la señora se negaba a verlos porque sabía que de hacerlo, terminaría encariñada con ellos.

—Por favor mamá, déjame quedármelos.

—No.

—¡Por favor!—se derrumbó contra el suelo.—No puedo dejarlos solos, ellos necesitan un hogar y cuidados.

—Oigan, creo que está triste.—Emma le miró apenada.—Pobrecito.

Los gatos eran comprensivos.

—Está bien humano, entendemos si no nos puedes cuidar.—dolía decir esas palabras, pero no deseaban meter en problemas al bondadoso joven.

—Es lo mejor, no podemos comprometerlo.—Kakucho expresó el sentir de todos.—Tenemos que buscar a otra persona.

Los gatitos hablaban entre ellos, dedicaban palabras bonitas para Keisuke, y él solo escuchaba sus lamentos cantados, porque aunque fuera muy amante de los gatos, no podía entenderlos.

—Por favor mamá, yo los cuidaré.

—Ya me cansé de que la casa esté llena de pelos.

—Limpiaré todo, te lo prometo.

En un juicio inútil, la mirada de cachorro y el rápido entendimiento de los gatitos por manipular con miradas tiernas a la señora, logró mover cualquier pieza del juego a su favor. Baji se ponía muy infantil, berrinchudo y ansioso por obtener permisos.

De no haber estado su madre en casa cuando él llegó, habría sido directo en atender a los animales, para luego excusarse. Posiblemente los habría tenido escondidos hasta que la mujer los hallara, sin decirle nada. No se podía menospreciar la bonita intención de Keisuke por ayudar.

El suspiro de rendición provocó alegría en el chico, sabía que esos bufidos exagerados eran de estrés, con el significado de aprobación.

—Serán tu responsabilidad.

—Sí.

—Tú los tendrás que bañar, darles de comer, limpiar sus heces, vacunarlos y desparasitarlos, ¿De acuerdo?

—¡SÍ!

El chico salió disparado a su habitación, pero en un chasquido su madre volvió a detenerle.

—Keisuke.

—¿Si mamá?

—No creas que te los podrás quedar todo el tiempo. —cruzó sus brazos y miró con desdén falso a los gatos.—Tendrás que conseguirles dueños, solo te doy dos meses para que los cuides

Los gatitos de BajiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora