Día 4

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El chico estaba prolongando bastante la visita al veterinario para cotizar las vacunas de los gatitos, por suerte el desparasitante dejaba de ser un problema. Ciertamente, le faltaría algo de dinero, porque había descompletado sus ahorros en conseguir los nuevos tomos de sus mangas favoritos justo antes de toparse con el regalo de la vida: sus gatitos.

Eso más las clases extracurriculares que eran tan extenuantes que al llegar a casa, solo podía bañarse y adelantar la mayor tarea posible para echarse a dormir.
Obviamente le daba de comer a los gatitos. También se había encargado de poner una caja con arena para sus necesidades.

Lo malo era que los felinos no sabían usarla.

—Gatito malo.—lo señaló con el dedo, Mikey desvió la mirada.—Aquí no —puso voz grave, apuntaba al lugar donde el gato hizo de las suyas.—Aquí sí.—le mostró la caja de arena, pensaba que así le inculcaba algo bueno.

—¿Entonces la caja con arena no es para jugar?—se preguntó Hina.

—Parece que no.

—Pipí y popo allá.—Keisuke seguía dando instrucciones; creía que con eso ya no tendría que ir limpiando toda su habitación y viendo al piso todo el rato para no pisar "regalitos"

La orina olía feo. A Baji le costó desinfectar y aromatizar su habitación para borrar las evidencias.

Chifuyu no paraba de rascarse todo el tiempo, incluso dormido. Le pedía a su amigo que le rascara el lomo, pero éste también tenía el mismo problema.

Emma se mordía las patas para cesar por ratos la picazón. Estaban realmente infestados de pulgas y garrapatas, al contacto con las caricias sentía todas las protuberancias y bolas desagradables. 

Keisuke ya no podía dejar a los gatitos así, era momento de bañarlos y atender ese problema. Para su suerte, tenía un jabón anti pulgas y un champú casi entero, uno que había comprado como intento de alguna vez bañar a los gatos que lo iban a ver.

Pero si se ponía a pensar, nunca había bañado a un gato, algo curioso considerando que él los amaba.

Primero se puso a leer un libro sobre cómo hacerlo, ya luego lo haría a su manera, porque amaba complicarse la vida.

No desaprovechó el rato libre que tenía, fue en busca de todo lo necesario, desde la tina que estaba guardada en la mini bodega de la casa, donde su mamá solía bañarlo cuando era un bebé (de más está decir que era muy vieja), hasta una manta y toallas para secarlos.
Consiguió una piedra filosa para ir matando las pulgas que salieran, no le daban asco, sin embargo quería ser precavido porque era consciente que podrían transmitir enfermedades.

Calentó agua, la dejó un par de minutos para que estuviera tibia. Estaba seguro que habría problemas en el proceso; los gatos estaban en su vida, existiendo, pensando en cómo manipular a Keisuke para que les diera lo que quisieran, jamás esperaron ser levantados sin explicación alguna en dirección al baño.

—¿Dónde me llevas?—preguntó tranquilo el gatito rubio, ya no tenía miedo a ser cargado por él.—Oh, que bonito cuarto.—era la primera vez que entraba al baño.—¿Qué es eso?, parece un tazón lleno de agua...yo no tengo tanta sed.—explicó Chifuyu, intentaba comprender lo que pasaba.

Su nuevo sirviente se fue a buscar al resto de la camada, todos estaban confundidos.

—¿Ya están todos?—los contó, todavía no les ponía nombres.—Sí, están los siete.

—¿Qué hacemos aquí?

—Quien sabe, creo que vamos a jugar.

—Bien, tú serás el primero.—cargó a Mikey, hasta el momento había estado bostezando.—Será rápido.—mentira.

Los gatitos de BajiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora