Día 12

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Un día Keisuke cometió el error de dormirse sin camisa. La noche había estado asquerosa con el calor elevado, las sábanas blancas se pegaban a la espalda sudorosa del chico, la solución de él fue recostarse con poca ropa, las ventanas semi abiertas y el ventilador directamente hacia su cara.

De milagro recibió algo de frescura.

A la mañana siguiente, sus ronquidos despertaron a los gatitos dormilones. Keisuke dormía boca arriba, uno de sus brazos estaba doblado contra la pared y el otro caía fuera del borde de la cama.

Mikey siendo el gatito más desesperante de la camada se trepó por el edredón para callar —acurrucarse en la almohada por ser más cómoda — a su esclavo.

Resultó impactante ver a Baji con el torso desnudo. Mikey siguió explorando sobre el pecho del humano hasta que notó uno de sus pezones, que indudablemente le recordó a sus días de recién nacido.

Si mal no recordaba, su madre tenía varios así y daban leche.

—¡Baji, Baji! ¿Tú también eres como mi mamá?— con pequeños brincos se acercó. Esperó una respuesta y al no escucharla, se vio obligado a comprobarla.

No se le podía culpar, todavía era un gato bebé. Mikey abrió la boca y mordió a Baji, intentaba alimentarse de él, poco a poco fue succionando.

El chico despertó asustado por el intenso dolor que sentía en un pezón, como si alguien le estuviera pellizcando. Grande fue su sorpresa al ver a Mikey en su pecho.

—¡¿Qué haces?!—lo quitó de inmediato—¡Au, eso duele!

Al gato rebelde no le importó mucho el regaño, pues volvió a subirse y atrapar el otro extremo.

—¡Suéltame!

—Waaa— estar pegado a Baji le daba seguridad y amor.

Solo necesitaba apego fraternal.

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Los gatos estaban en fila, viendo fijamente a Baji Keisuke, el chico que los salvó de vivir en la calle. No presionaban que empezara su próximo discurso, de hecho tenían el presentimiento que Baji los iba a regañar, todo por culpa de Mikey.

—Habrá una nueva regla para ustedes, y esa es no morder. Nada de morderme, ni en las manos, ni en la cara, ¡y mucho menos en mis pezones!—encaró a Mikey, éste le gruñó ofendido.

—¡Creí que tenías leche!

—¿Y sí tenía?—preguntó Chifuyu, curioso.

—¡Por supuesto que no!, por poco y me sacas sangre.

—Ay no, mi hermano es un gato vampiro —Emma se horrorizó con la anécdota.

—Como sea, espero que les quede claro. Sean gatitos buenos y no lastimen a quien los cuida y ama.

—¿Tú nos amas, Baji?—Kazutora dilató sus pupilas, con una lupa se alcanzaban a ver los corazones en sus ojos.

—Claro, son mis gatos favoritos. Por eso me duele que me traten mal...yo no les he dado motivos, ¿O sí?

—No, de hecho nos lo das todo —Mitsuya ocultó sus patitas y bajó la cabeza, como si hiciera una reverencia—Gracias por cuidarnos Baji-san.

—Está bien, lo hago por gusto...ustedes son maravillosos— suspiró, más contento que cuando despertó— Bien, solo porque ya estoy de buenas les daré su regalo.

—¡¿Nos vas a dar pollito?!—Mikey se paró en sus patas traseras y alzó las delanteras, parecía que iba a hacer una genkidama de alegría —¡El michiverso me ha escuchado!

Los gatitos de BajiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora