Capítulo 15

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En el interior de un cuarto oscuro, se encontraba un joven atado como una oruga a la baranda de las escaleras.

Hacía un calor insoportable, se sentía mareado y la única luz que había, provenía de una enorme caldera; el tiempo parecía correr con extrema lentitud, y la constante incógnita invadía su fatigada mente.

"¿Cuánto tiempo he pasado aquí?"

Todo a su alrededor daba vueltas sin parar, lo último que recordaba era todo el caos del gimnasio antes de caer inconsciente.

Miró las cadenas que lo mantenían preso y las sacudió con fuera, sin embargo, como ya sabía, nada pasó.

Tan solo le quedaba rezar porque sus compañeros estuvieran bien y pudiesen ayudarlo.

Tan solo le quedaba rezar porque sus compañeros estuvieran bien y pudiesen ayudarlo

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— ¡Rápido, corran!

Aquel era el grito colectivo en el que los cuatro adolescentes se veían envueltos en la desenfrenada carrera por sus vidas, mientras que se alejaban a toda velocidad de aquel hoyo por el que habían salido, y por el cual, Chantal y su hermana trepaban en busca de capturarlos.

Sin darse cuenta, aquellas gemelas los habían alcanzado, corriendo hacia ellos con furia, el sonido de disparos y un grito ensordecedor las acompañaban, y mientras tanto, Marshall terminaba de subir el muro, siendo ayudado ahora por Damián y Brenda, para luego echarse a correr con desesperación.

De modo que, ahora estaban así, huyendo por sus vidas una vez más, mientras que aquellas mujeres lanzaban blasfemias y gritos llenos de ira detrás de ellos.

— ¡Vamos! ¡Por aquí! -exclamó Brenda con rapidez, al ver la puerta que los llevaría hacía el comedor.

Una vez que lograran llegar ahí, se les facilitaría llegar hasta la cocina y el cuarto de calderas.

Sin pensarlo mucho, los otros tres corrieron hacía allí.

Damián y Marshall tomaron la puerta de hoja doble y sin dudarlo la cerraron, empujando con sus cuerpos para evitar que las mujeres que, ya estando al otro lado de la puerta, pudiesen abrirla; a su vez, Brenda y Megan buscaban cosas pesadas para trabar la puerta a su paso, y así, crear una barricada que les diera tiempo de escapar.

— ¡Brenda! ¡Ayúdame con esto!

La rubia se encontraba revisando la barra del comedor, cuando escuchó el llamado de Megan, quien trataba de empujar una mesa hacia la puerta.

Con rapidez, la chica corrió hacia la azabache, tomando el extremo contrario de la mesa que Megan estaba sosteniendo, y una vez listas empezaron a empujar la mesa hasta la puerta en la que estaban los chicos.

— ¡Bien, vamos! Hay que darnos prisa en encontrar a Sean para salir de aquí -dijo Damián con la respiración agitada.

Los golpes en la puerta eran incesantes, gritos e insultos se escuchaban del otro lado y los cuatro adolescentes, nerviosos, solo atinaron a observarse entre ellos para acto seguido, asentir con la cabeza.

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