Capítulo 7

54 9 7
                                    

Lo segundos parecieron horas para las dos muchachas que, pasmadas del espanto, no podían dejar de observar aquella espantosa escena de pesadillas.

Sin embargo, el ruido de los rápidos pasos de sus compañeras, quienes habían acudido a ver qué había pasado tras escuchar aquel grito, obligó a Megan a volver a la realidad, mientras que, con un tirón del brazo de Elizabeth, sacó a la pelirroja del baño, escapando así del asfixiante olor metálico de la sangre que llenaba la estancia.

Solo entonces, Megan se percató de los trozos de vidrio y las huellas ensangrentadas que se encontraban en el piso de madera de la habitación.

Desvió la mirada de las pisadas para abrazar a su compañera, quien, temblando, no tardó en romper en llanto, a la vez que las demás chicas que habitaban aquel pasillo llegaban junto a ellas.

Dos de sus compañeras se aproximaron hasta ellas, una de ellas llevaba una baqueta de bádminton, lista para atacar a quien sea que estuviera atacando a sus compañeras.

Megan notó que se encontraba con el uniforme del equipo, y que perladas gotas de sudor surcaban su rostro. Seguramente había llegado hace poco tiempo de un entrenamiento.

— ¿Qué ocurrió? ¿Se encuentran bien? -preguntó Sussan Green, una chica de baja estatura, rubia, de ojos verdes, piel rosácea y mejillas sonrosadas.

— Nosotras sí, creo... Pero Vanessa... -dijo Megan con la voz temblorosa al tiempo que sostenía a Elizabeth, quien no podía parar de llorar.

Alice White, la chica de la baqueta, una joven de cabellos cobrizos y rizados, mirada verde y muy delgada, se le acercó para ayudar a sentar a Elizabeth a la vez que Sussan iba hasta el baño para ver por ella misma la razón de la conmoción de la pelirroja.

A los pocos segundos salió del baño totalmente pálida.

— Voy por la directora Havistock, Alice, por favor ven conmigo...

— Claro.

Una vez que ambas jóvenes se marcharon de la recámara, ambas chicas se sentaron en una de las camas, Megan no dejaba de abrazar a su compañera, ambas temblaban de pies a cabeza, y no sabían qué hacer; el olor metálico de la sangre impregnaba toda la habitación, después de que la puerta fuera abierta aquel nauseabundo olor se había esparcido por cada rincón sin contemplación alguna.

— ¿Qué haremos? Acaba de morir Vanessa y el asesino nos ha dejado un mensaje, ya sabe que estamos detrás de él y nos matará... -dijo Elizabeth temblando en medio de sollozos desesperados.

Megan frunció los labios con miedo, toda aquella situación se les estaba saliendo de las manos, y lo que era peor, es que los profesores no habían conseguido reparar las comunicaciones con el pueblo más cercano.

La azabache abrazó a su amiga con más fuerza, podía sentirla temblar entre sus brazos, su piel estaba helada y pálida debido al miedo que recorría cada fibra de su cuerpo en aquellos momentos.

El fétido hedor metálico de la sangre ya estaba empezando a marearlas, por lo que, con paso torpe, ambas adolescentes se levantaron a tropezones para salir de la habitación lo antes posible.

En el pasillo, se encontraron con unos agitados Marshall y Logan, quienes con rostro preocupado tomaron a las chicas de los brazos y empezaron a examinarlas en búsqueda de alguna herida.

— ¡Chicas! ¿Están bien? -preguntó Logan mientras examinaba a Elizabeth- nos encontramos con Alice y Sussan en el camino y nos contaron lo que pasó...

— Sí, nosotras estamos bien, pero Vanessa... -dijo Elizabeth entre sollozos.

— ¿Y tú, Megan? ¿Estás bien?

Bienvenidos al internado HavistockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora