Hacia tiempo que lo venia sintiendo. Apenas contaba con 16 años, pero algo dentro de el lo sabia. Ese sentimiento que apreta el pecho, que ahoga, que a veces no deja respirar.
En el barrio tenia un pequeño grupo de amigos, esos de la infancia. De los sábados de jugar a la pelota, de probar cosas prohibidas, de salidas hasta las 4 de la madrugada. Pero todos eran varones. Algunos con novias pasajeras, otros no, pero ninguno con la suficiente confianza como para hablar de esas cosas que son tan intimas que a veces terminan en lagrimas.
en casa estaba mama Jay, las hermanas, cuatro mujeres, un padre ausente , todo eso no ayudaba.
El colegio, tampoco era mejor. Los típicos adolescentes bulllies, algunos compañeros populares, como todos los demás los profesores... nadie en quien confiar. Era solo un lugar donde ir a cumplir obligaciones y pensar, de vez en cuando, en aquello que lo tenia mal.
Su cuarto era su mundo. Donde atesoraba discos de Green Day, Oasis, entre otras bandas que no dejaba de oír. Posters, algunas revistas, la pc... y un pequeño diario. A veces pensaba que era su único amigo. Un conjunto de hojas de papel abrochadas a unas tapas blandas de cuerina. Lo sentía así. Su confesionario, su voz interior, su subconciente. El único testigo de su dolor. Mezcla de letras de canciones con historias del día a día, un poco de verdad y manchas redondas de esas noches de agonía. Analizando pros y contras. Ojeando a la sociedad y sus prejuicios.
Lo había intentado. mas de una vez. Realmente lo había intentado. En esas noches de confesiones alrededor de una fogata, compartiendo algún cigarrillo o cerveza con los chicos... decirles que estaba locamente deslumbrado por la modelo de turno o la actriz de moda. En esas situaciones se había hecho experto en mentir. Nadie notaba nada, era uno mas. Era "normal". Alguno se jactaba de tener experiencia con las mujeres, seguramente exagerando, como siempre... otros con curiosidad y buscando oportunidades, alguno desinteresado por el momento, quizás por inmadurez. Pero el lo tenia claro. Solo había que mentir, aparentar, encajar.
De esas noches de borracheras adolescentes, caminaba hasta su casa secando las lagrimas que rodaban por sus mejillas. Porque así como el alcohol desinhibe, saca todo de uno. Y en su caso, sacaba la verdad. Esa que hacia minutos disimulaba perfectamente. Alguna vez se había sentido tan mal, tan fuera de lugar, diferente, que no le quedo opción. El dolor del alma había que sacarlo por los poros... sangrando. Había resultado. El dolor físico lo aliviaba. Así como las sustancias lo aislaban de su realidad, una vez que caía en cuenta de ella, había que buscar otras formas. Contaba con una pequeña trincheta de colegio, esas que usaba para hacer trabajos , ahora con rastros de herrumbre. Con rastros de sangre, rastros de dolor. No había lugar especifico. Solo lugares secretos. Partes de su anatomía que no se exponían a los demás. Partes fáciles de cubrir. Cubrir. Cubrir la realidad.