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Aquel molesto bullicio sin forma, no paraba de saturar su cabeza.

Era como un zumbido.

Era como gente gritando.

Era como su consciencia recriminandolo.

Era como... Era como... No sabía cómo era. Porque no había sonido alguno.

Simplemente dentro de su cráneo, sentía un nudo, que no había forma de desenredar. Que lo molestaba y desesperaba.

Frotó el puente de su nariz. Ahora también sentía los ojos cansados. Aquella técnica de sumirse en el trabajo para acallar todo lo que lo molestara no estaba funcionando correctamente, simplemente seguía aumentando su malestar.

Sin poder evitarlo golpeó la mesa con su puño cerrado.

Quería arrancarse la cabeza. Se estaba volviendo loco.

Tenía que hacer algo para aliviar su mente. Pero no sabía que hacer, siquiera sabía que es lo que generaba todo aquello.

Elisse apareció silenciosamente, no recordó desde cuándo había estado a su alrededor.

- Ōgai -. Lo llamó -. Te ves abatido -. El médico observó a la menor, la expresión de ella se encontraba turbia, comprendió que no sabía cómo representar todo lo que estaba pasando en su interior -. Detente.

- ¿Detenerme? - No comprendía.

- Si, detente -. Insistió -. Deja de pensar por un momento. Simplemente déjalo.

¿Dejar de pensar?

El mayor rio, aquello era algo imposible para él. Siempre estaba viendo, analizando, pensando, era algo automático, inevitable, era la manera que había conseguido para sobrevivir, para llegar a dónde estaba.

La rubia insistió, tomando el rostro de Mori entre sus manos.

- déjalo -. Continuó -. Evita cualquier pensamiento, esfuérzate por mantener la mente en blanco -. Parecía que le costase hablar, la menor debía de estar también batallando -. Respira ondo, y deja de pensar, permitete sentir.

- ¿Sentir?

- Shhh -. Interrumpió -. No digas, no pienses -. Dijo, y comenzó a mover sus pulgares en una caricia mínima sobre sus mejillas -. Solo siente.

Mori cerró los ojos y se sintió estúpido.

Pero ignoró aquel pensamiento.

Inhaló.

Exhaló.

Inhaló.

Exhaló.

Hasta que sintió aquel nudo en su cabeza un poco más suelto.

Hasta que sintió que podía respirar mejor.

Hasta que sintió que las manos de Elisse se alejaban de su rostro.

Hasta que sintió sus manos dejar de temblar.

Luego, abrió los ojos. La menor lo observaba con una mirada tranquila, y sin decir nada, se quedaron así por unos segundos.

A veces a Mori le hacía falta eso. No hacer nada, y simplemente observar aquella profunda parte de él que se materializaba en la niña que tenía al frente.

De repente, aquel momento de paz se vio interrumpido cuando los ojos de Elisse se agudizaron y se volteó exaltada.

- Chūya -. Fue todo lo que dijo para salir corriendo de la oficina.

Mori no tardó en seguirla, con pasos largos y rápidos, cruzaron rápidamente el largo pasillo que a oscuras había obligado a todos a dormir.

A todos menos a él.

A todos menos a Chūya.

Lo encontró en el descanso de las escaleras que iban a la azotea. Se encontraba hecho una bolita sobre sus piernas, apoyando una mano sangrante con uñas partidas en la pared, su cuerpo temblaba entre espasmos, parecía que le costaba respirar.

El mayor no perdió tiempo y se arrodilló junto a él.

- Chūya, Chūya -. Lo llamó, intentando que el contrario lo escuchase, el pelirrojo se encontraba perdido con los ojos bien abiertos -. Tranquilo vas a estar bien -. Mencionó -. Mírame, eso, mírame -. Dijo para ayudar así al más bajo, este elevó la mirada y se aferró de su camisa -. Está bien, no pasa nada, tranquilo, aquello que estés pensando lo es real, tranquilo -. Insistió el cuerpo de Chūya no paraba de temblar, y el sudor en el cuerpo del contrario hacía brillar la piel de su rostro, el pelirrojo quiso abrir la boca para decir algo, pero sus palabras no salían, siquiera era capaz de respirar adecuadamente -. Está bien, estoy aquí, tranquilo, respira tranquilo, vamos, mírame -. Lo guiaba -. Inhala, exhala -. Dijo, Elisse los observaba de pie en el escalón más cercano, su mirada era fría -. Inhala, exhala, bien; tranquilo -. Continúo. Se preguntó que es aquello que la menor estaba viendo, que es aquello que en su interior estaba pasando.

Cuando Chūya pareció recuperar el aliento, sujetó con ambas manos la camisa del mayor. Su respiración ahora se cortó por hipidos de llanto.

- Morí-san -. Mencionó entre sollozos -. Lo siento, es mí culpa, lo siento.

El mayor no comprendía que es aquello a lo que el de ojos celestes se atribuía la culpa.

- no te preocupes Chūya, tranquilo -. Mencionó mientras peinaba sus rojizos cabellos.

- por favor, perdóname -. Lloraba -. Por favor, es mí culpa,  traelo de vuelta, por favor -. Sollozó -. Es mí culpa.

Morí comprendió entonces que todo había sido generado por Dazai, incluso cuando el contrario no estaba.

- no Chūya -. Dijo entonces -. No es tu culpa.

- traelo de vuelta, por favor, me haré cargo -. Soltó -. Me portaré bien, por favor.

El mayor no supo que hacer ante aquella situación, el encontrarse con cuerpos heridos y sanarlos no era problema alguno para él, podía decirse que incluso lo divertía. Pero no sabía que hacer al encontrarse con un alma en pena, un corazón partido y una mente lastimada, por lo que simplemente acercó al contrario a su pecho y sintiendo como los dedos del contrario se clavaban en su espalda, arropó al contrario sin decir palabra alguna.

Elisse seguía allí de pie, sin hacer ni decir nada. Parecía una muñeca, una estatua, quién en silencio juzgaba a todos.

- ¿Cómo es que terminaste aquí? - Fue lo único que dijo, Morís levantó la vista y observó una expresión dolida en el rostro de la niña - ¿Porque alguien como tu sigue aquí? - Insistió, Chūya no lograba oírla, simplemente seguía rogando aferrado a él - ¿Porque un chico tan amable como tu ha terminado en un mundo tan podrido como este? - Morí comprendió a qué se refería la rubia, claro, eran sus propios pensamientos -. Alguien como tu -. Insistió -. Por más fuerte que sea, terminará... -. La voz de la menor se rompió y lágrimas también comenzaron a caer por su rostro -. Terminará por romperse -. Finalizó en un sollozo. Y tenía razón.

Aquel mundo no estaba hecho para hombres de noble corazón como Chūya, estaba hecho para gente retorcida, a quién el sufrimiento ajeno le cause satisfacción.

Aquel mundo no estaba hecho para humanos como Chūya.

Aquel mundo estaba hecho para monstruos como Dazai, como él.

Porque estaban mal, y solo podían juntarse entre las mugres para sentirse un poco mejores. Se reunían para no solo ver las desgracias ajenas, sino también para poder sentirse mejor consigo mismos al encontrarse con gente peor.

Sintió nuevamente aquel nudo en su cabeza, está vez, sabía la razón:

Culpa.

Se sentía culpable.

  No solo porque había metido a Chūya en aquel mundo, sino porque también lo había relacionado con la peor escoria de todas, con Dazai, simplemente para mostrarle a aquel bastardo como podía llegar a sentir un humano. Para al final, no hacer más que lastimar a alguien que ya estaba demasiado herido, para producir aquella desesperación en Chūya que le provocara ataques de pánico.

- lo siento -. Fue él ahora quien dijo estás palabras, mientas aferraba aún más el cuerpo de Chūya.

El diablo no negociaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora