Re.....surgir-Echeri, Echeri

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Iréta

Iréta sapiraticha,
Iapurhu jarasti
Ainkiruka k'umanchikuecha no ojtsïaka
xanharucha míndakuarhisïndi
jukaskari jakankurhikua
Uandakua ma etsakurisïndi
K'uírípu jimini anapu
Ambakisti echeriri unasti
Juchiti iréta
Xándisti juchiti iréta
Patsasïndi uekatsemakua tsïtsïkicharu
tsakapuecharhu
Jimini anapu k'uiripu
p'urhéjkukua jinkoni uarhípenhasïndi
Echerirhu anapueskajchi
no k'uirhipitaru
enmanka jatsïaka para echerirhu kunkuarhenitani...

Pueblo

Pueblos hay en todas partes
De esos pueblos que sus casas, ni tejado tienen
Sus calles llevan nombres, también sus ríos
Una gramática de fiestas y entierros.
Así es mi pueblo, es uno de ellos
Tiene un aire igual
Conserva ilustres pasados
Esa permanente población de flores
Los hombres de mi pueblo
Son hechos de barro fino
Esos hombres que resisten en el polvo
No en la carne que torna a la tierra.

Rubí Celia Huerta Norberto

A la mañana siguiente, siendo las dos de la tarde, Alexandra sale de su trabajo. Espera el Pickup del día (servicio de moto al estilo UBER en Colombia), al conductor de turno. Piensa; intenta sentirse. Nuevamente la inunda el mutismo. Llama a su editor para expresarle:-Ferdinand no he parido palabra, estoy seca-. De golpe, una voz le responde a través de la bocina:-¡deja la estupidez que solo estás en un bloqueo artístico. Llega a tu casa, te encierras en tu estudio y comienzas a escribir palabras!- vocifera por el autoparlante de su ego. Ella solo escucha el dulce eco de miles de sonidos agolpados sin sentido en la base de su conciencia. No poder crear, hacer arte, lo considera la mejor forma de anularse.

-¡Marica ¿no entendés? estoy muerta por dentro. Para parir hay que engendrar. Soy toda silencio, vacío. No hay ideas, se fueron-repuso. -Alexa, si no presentamos el borrador a finales de junio estamos acabados. La editorial no te va a esperar-. Cuelga, se queda atónita tratando de conquistar el sin sentido en medio de la cotidianidad; se detiene; justo cuando al fin escucha algo en su cabeza...pí, pí, pí. Llega el vehículo presto a acercarla a los arrabales de los que algún día salió, el lugar que habita su progenitor con el pocas veces cruza unas palabras profundas más allá de un hola tardío o un hasta pronto. Montada en una Susuki 125, se sostiene el casco ahuecado que amenaza con salir volando, es más icopor que acolchado. Bien podría hacer una circunferencia en su cráneo-esto es lo que necesito, una puta lobotomía-piensa. Atraviesa todo el sur de la ciudad hasta llegar al centro.

De subida, se encuentra con el altar que le levantaron a la virgen María, justo en la intersección entre San Juan y una carrera al final de esta de la cual no recuerda su nombre. Zona que se respete en Medellín está colonizada por una virgencita en cada cuadra; las hay de todos los colores y formas; están las que bendicen la vuelta, las que hacen milagros, cumplen peticiones y calman las calamidades. Hace mucho no pensaba en su pasado; recorría como autómata esos atajos baldíos que declaraban un ayer, sus errores y posterior fuga; creyó que la forma más fácil de evadirse era ejecutando un cambio topográfico, nada más alejado de la realidad. Resulta que huyendo de sí misma se encontró. El resultado la amenazó, confrontó e hirió profundamente.

Sin meditarlo mucho, terminó persignándose al pasar por el frente, acto hipócrita. Hace más de diez años no pisaba una iglesia; la formación dentro del dogma siempre estaba ahí, como si su abuela estuviera a su lado en el sermón del domingo en la iglesia de San Ignacio esperando a que cayera con el sopor de la tarde en un sueño profundo; a lo que le seguía un regaño sonoro: ¡esta culicagada no aprende!-, una pellizcada de esas que dan las matronas de montaña reclamándole su desacato y desinterés. Posiblemente, había perdido la fe en Dios, o en ese Dios, no era clara la conversión.

A medida que va ascendiendo, cada vez más cerca del cielo, como solo saben hacerlo los albañiles antioqueños, muy al estilo de los arrieros ancestrales, loma arriba; le queda claro que no está segura de cuánto se extravió o puede perder. No hay temor, el deseo desapareció, le da igual pensar en la noche en la que tres hombres la intoxicaron y metieron en un baño de la 33 que considerar el hecho de que el conductor que la lleva a su destino pueda ser un asesino serial de mujeres, muy al estilo del Alfabeto. Nada, todo es estática, excepto su cabello recogido en una moña señorial que esconde su placer, su poder.

No está para esas banalidades, la vida se está yendo al traste. Esta vez está lista, también puede ser letal, aunque piensa que un homicidio sería una forma romántica de terminar su vida de escritora por lo que imagina los titulares del Quiubo, puro sensacionalismo criollo y colonial: -autora emergente paisa apuñalada en la asomadera por un conductor de Pickup. -jajaja-ríe con la certeza de que el desenlace es interesante, solo que esta vez ella será la víctima. Puede verse cerrando los ojos ahogados, a lo que sigue una mueca infinita que declara:-todo puede irse al carajo-.

Sus ojos recorren las calles estrechas atiborradas de casas agolpadas con violencia a los costados de la calle que le trae recuerdos gratos: los encuentros hasta el amanecer, las caminatas por los parques, las rumbas en las casas prestando equipos de sonido, la motico Adress morada y negra que le robaron a su novio en los bomberos por lucido. Pasa por el balcón de aquel lugar donde comenzó su amor, el único. Allí, fue donde él le pidió el cuadre un miércoles, entregándole su chompa amarilla de marca reconocida y letras azules; fatal día en que un amigo fue asesinado por estar en el lugar equivocado a la hora incorrecta y que todos despidieron entre rones y cigarros. Sí, la vida era bella en esa entonces-Carpe diem-.

Anarkhia: historia de una resistenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora