Desnúdate que te desnudaré

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Esta semana ha sido una mierda: ratifiqué que el amor es un antídoto, una enajenación necesaria mas no una posibilidad por ahora para mí. Mi padre estuvo a punto de morir, se desplomó en el baño como fruto de una infección urinaria; su presión descendió al subsuelo. Cuando lo vi indefenso en el piso sosteniéndose del inodoro con su mano izquierda mientras intentaba recobrar el aliento y resoplaba, decidí que no podía seguir soñando, era hora de despertar. Al llegar al hospital, llevarlo al baño, tuve que lavar sus manos; al sostenerlas entre las mías, sentí tristeza porque comprendí lo implacable que había sido el tiempo con ambos; tantos rencores añejados, la distancia continental que trazamos el uno del otro para evitar alcanzarnos y enfrentar la verdad: que tan solo éramos un hombre que no sabía como ser padre con una hija que no sabía ser hija. Tanto enojo innecesario, tiempo desperdiciado en honor al dolor para que al final, la vida nos uniera en el baño de una I.P.S justo cuando todo era silencio y murallas. Al tocarlas, noté su vulnerabilidad, cansancio; comprendí su derrota, nuestra derrota. Era hora de avanzar, no había tiempo.

Es por esto, que hoy desde la comodidad del salón de clases sabatino al cual no arribó ninguno de mis estudiantes debido a que apenas ayer llegaron de una convivencia y mañana presentan las pruebas SABER tomé una decisión: Alexandra Pía, mi nuevo alter ego en esta obra, se puede ir a la mierda por un tiempo; deseo ser solo yo, expuesta, con mi desnudez total, la mujer, escritora, hija; hablando en primera persona, sin ficción. En mi primera obra, dije todo lo que quería y debía desde el cuerpo. Deseo que esta por su parte, sea desde el corazón porque ya el tema de la sexualidad y el erotismo no me amenaza, es parte de mi identidad; no hay eslabón perdido mientras mi alma sigue siendo terreno escarpado, intransitable. Tras casi un año de hospitalizaciones, pérdidas de trabajo, de la autoestima y ganas de existir debo reconectarme, regresar a mí; solo sé hacerlo a través del arte, no conozco otra forma.

Trataré de abordar de acá en adelante cada uno de los interrogantes que me aquejan en esta nueva etapa de mi vida con 42 años que parecen 100; recordemos que en mi primer libro tenía 38 y me sentía de 60. Actualmente, estoy más cerca del sarcófago, cada vez me acerco más a tierra firme, retorno a la raíz. Arranqué este nuevo proyecto con la intención de fortalecerme, ser simplemente Diana con todos mis vacíos, aprendiendo a a amar mis fisuras, quiebres. He comprendido que nadie me levantará del suelo cuando me derrumbe o rompa. No puedo seguir buscando placebos, es hora de enfrentar las decisiones que tomé, la vida que escogí de forma voluntaria.

Un periódico acaba de sacar en su cuenta de Instagram la noticia de un atraco en un restaurante a mano armada mientras un hombre de edad avanzada termina de almorzar inmerso en un océano de paz, seguridad, ajeno a su entorno. A la par, los demás comensales son desprovistos de sus pertenencias y dinero. Este logra salir ileso, cancelar lo consumido. Aunque muchos internautas criticaron que el titular se centrara más en la actitud del sujeto en cuestión que en el robo como tal, celebré este evento porque pienso que más allá de la indiferencia ante tanta violencia, posiblemente el sujeto se activó en modo superviviencia: simplemente no se resistió a lo inevitable. De esto se encarga la existencia cuando nos golpea de forma despiadada y constante: conquista nuestra estática.

Esto me hizo pensar que posiblemente es así como deberíamos enfrentar la vida, sin traumas, ruptura o las vísceras expuestas ¿Cómo lograr ese efecto? creo que es algo que iré descubriendo a medida que escribo. Bienvenidos a esta nueva etapa de mí. Espero me acompañen.

Anarkhia: historia de una resistenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora