Las citas a nuestra edad, una gran mierda

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En mi primer libro logré asesinar a Cenicienta, Blanca Nieves y La bella durmiente.  Las dejé desprovistas de sus atuendos victorianos, con su corporalidad expuestas cual meretrices medievales que disfrazan el amor de cogidas, arrancándoles sus atavíos rosa, pedazos de sus cabelleras postizas y macilentas; arrojándolas con un puntapié como taberneras del burdel de turno, amoratadas y embriagadas hasta las nubes luego de haber cogido con el príncipe de sus sueños: el sapo o borracho que está en la barra pero que mañana ni siquiera recordará sus nombres o las llamará porque en la cama la transacción es diferente. Pero, el tema es más profundo ¿Cómo putas sobrevivir a una cita o llegar a una logrando ser uno en su totalidad, con su imperfección, sin sofismas, imaginarios, tan mujer, hembra y empoderada como me siento?¿esto es una amenaza real para coger, amar o ser amada?¿qué pasaría si en este punto de mi vida ya no se trata de ninguna de las tres opciones anteriores?

En este instante, estoy escuchando No Time to die de Billie Eilish, no puedo más que reflexionar sobre cómo pasaron los años, cuando dejé de ser la niña en el espejo para convertirme en la mujer que tiene marcado su entrecejo.  Desde el fondo de mi ser intento, en serio que lo hago, creer en que es posible conquistar el amor.  No obstante, las historias de mis allegadas no me ayudan porque no puedo ver más que un argumento repetitivo en donde como un mal circo que va de feria en feria, se acumulan los rostros de agonía; las lágrimas.  La decepción se convierte en la constante. Mi tía me ha dicho que temo a enamorarme; La verdad es que me aterroriza; lo reconozco.  No sé si sea tan fuerte para tremenda embestida. Una vida entera de interacciones superficiales, excepto una en la juventud, no creo que me hayan preparado para lo que sea que esa expresión representa, sin embargo, deseo experimentarlo.  Temo verme vulnerable. Peor aún, no sé si sería capaz de sobrevivir al desamor.  Últimamente, he notado que soy más corazón que cerebro; no sé si sean mis hormonas. De ser así, estoy muy agradecida con ellas.

Esta semana en particular, me sucedió algo que me movilizó como una sardina inmadura; posiblemente encendió las alarmas: por cosas del destino, que es puerco y vil, me encontré con alguien de mi pasado, que en antaño representó un sentimiento inocente y bello.  En segundos, experimenté las malditas mariposas de las que hablan en las series pueriles;  las hijueputas todavía vuelan por mi alcoba pero he logrado atrapar algunas con una red lanzándolas por el balcón; las demás, han sido cercenadas con mi mata zancudos. Decidí coleccionarlas para hacer una tabla taxonómica en honor a otro de mis fracasos emocionales. Paso seguido, le di mi número, gran error.  

Lo que sigue es una semana de conversaciones maravillosas, cargadas de materia gris, risas, erotismo y unas sugerencias significativas de material BDSM que me hicieron alucinar muy al estilo de filosofía en el tocador del Marqués de Sade. Tras innumerables evasiones y decepciones soy yo quien termina enviando un patético mensaje:-Reencontrarnos fue una mierda total.  Nunca debimos abrir esa puerta, no solo quiero coger y lamento haberte presionado, no puedo y quiero. Fue lindo mientras duró. Como sea, adiós-. Aquí sellé la despedida; comprendí que no quiero ser la guarnición sino el plato principal, puro filete mignon como dice mi amado coaching en cuestiones de dignidad y amores fugaces, Jorge Lozano, el rey de las teorías conspirativas contra los cucarachos. Si no es posible, terminaré comprando un maravilloso juguete en una sexshop que me acompañe y sacie hasta que llegue lo que busco. No acepto menos, lo quiero todo.

Como toda fantasía tiene su final, esta murió mucho antes de comenzar ¿la razón? él solo iba en busca de satisfacer su ego, follar un rato y deshacerse de la evidencia para poder conservar la relación de la cual es un integrante activo, que olvidó nombrar hasta que se lo recordé: -sé que tenés a alguien porque el otro día dejaste salir un mi amor de un audio que te llegó hasta que lo silenciaste-aceptó los cargos, se hizo el güevón; es un puto maestro a lo Houdini.  Comenzó el juego de la evasión, la inmadurez declarada, macabro; cruel por cierto; situación que me hizo odiarlo: primero me dice antes de un fin de semana que desea verme; llega el día, lo veo, se hace el desentendido, se va a follar con su novia y amanece, como es su costumbre, en medio de la bohemia viendo al alba salir. -ojalá no se le pare a ese hpta-me dije. 

Como inspirada por la rosa de Guadalupe, en nonasegundos lo decidí; tomé mi celular para enviar un mensaje: -parce, marica ¿me va a recibir en su casa que tengo ganas de una polita?-le dije.-Sisas, de una- respondió.  Me demoré media hora en aterrizar, lo que le siguió fue el karaoke más extenso, cargado de alcohol y risas que he tenido en mucho tiempo con un parcero que vive cerca de mi actual trabajo y con el cual nunca he cogido. Aterricé a las cinco de la mañana a casa de mi padre; la verdad, todavía no logro recordar cómo llegué.

Al menos, nunca se lo di, ni siquiera pasé de enviar una foto lastimera con una pola que luego eliminé valiéndome de la estrategia ghosting y la herramienta nueva de Whatsapp que desaparece todo material una vez es abierto. En algún momento, me pidió muestras del puto sexting; mi respuesta como siempre fue que no me boleteo. Los pecados no se exhiben hasta estar seguros de que no hay amenaza; amo mi clandestinidad, es segura y selectiva.  Además, con honestidad, hace mucho no compro lencería ni babydolls más allá de pijamas térmicas kawaii con osos, unicornios y babucas de Monster Inc.  lo que aniquilaría cualquier fantasía erótica en donde surjo como la protagonista idealizada que a la final pasa sus noches viendo Netflix, con sueños húmedos, cuyo protagonista es el que habita al otro lado de la línea ¡patético! los cuales surgen en honor a las melodías que salen por mi diadema de Hello kitty de 29.900 adquirida en Homecenter.  Esto es lo que se llama un pajazo mental en todo el sentido de la palabra; un puto autoengaño mental.

El problema fundamental aquí no es que no haya cogido con el sujeto en cuestión, sino que se activó una especie de magia que solo ha hecho joderme la cabeza por días; doy lástima. Nunca creí poder mirar la puta hora de la última conexión del imbécil tantas veces como veces micciono en un día. Conozco la razón: En la juventud conquistamos un encanto que nunca olvidé y creí recuperaría. Esto demuestra que la más recorrida y fría puede caer ante los encantos de una sirena. Quiero enamorarme; no obstante, no existen sujetos que se entreguen a esta dulce melodía.   

Todos los que he conocido solo desean comerme como empaque reciclable; aún busco al Darcy de Jane Austen que me vea por mis ideas y encanto, más no por mis tetas y real culo, el cual no tengo, por lo que como mi fracaso está declarado, prefiero un dildo, dícese juguete sexual que sirve para la inmersión a la caverna femenina. Durante la pandemia, le vendí todos los míos a una modelo webcam que me estafó quedándose con mis amadas esposas de peluche moradas. Es por esto, que voy en grande por el Lush de Lovense, mi mayor sueño erótico en la vida, porque así no halle un marica que lo active puedo tener la batuta de mi vagina, y eso es poder. Tan solo basta con activar la aplicación desde mi smartphone, convirtiéndome en el hombre que toda mujer desea en su cama: sexual y absolutamente efectivo.

Adicionalmente, estoy ahorrando para adquirir el juguete que emula el pene de Nacho Vidal.  Así como toqué a Amaranta, deseo sentir lo mismo que ella cuando hizo la grabación en el portal de Pornhub cuando folló con este espécimen español porque presiento que en esta vida no tendré esa oportunidad. El que es puro o común, difícilmente tiene un pene transgénico como el de esta cosota europea y debo reconocer que me encantan los sementales. Mientras, seguiré intentando posicionarme en el mundo de las citas que no han hecho más que reducir mi líbido y desencantar mi corazón porque si debo regalarme, no será por menos que un reino y rey digno de mi catedral.  No pienso conformarme, lo quiero, puedo y me lo merezco. He dicho.




Anarkhia: historia de una resistenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora