III

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Definitivamente la paciencia ya no formaba parte del menú. 

William se levantó de la silla y comenzó a recolectar los platos y cubiertos sucios. Sabía perfectamente que era un pregunta fácil de responder, pero así de confundido como estaba, parecía trabajo arduo. No entendía porque tenía ese cúmulo de sentimientos, en donde si se imaginaba de vuelta con Molly se sentía esclavizado y abandonado en una vida común y corriente sin ningún tipo de riesgo y emoción pero si se imaginaba por ahí, huyendo con Hannibal, la incertidumbre igual lo atormentaba, su corazón latía tan fuerte que era lo único que podía escuchar, casi se sentía caer nuevamente en una perdida de conocimiento y alucinaciones. Un extraño sentimiento de anhelo doloroso era la única e inútil respuesta. Si caminaba en dirección opuesta o en la misma junto a él, se sentía raro. 

Pero el diablo sofisticado que aún estaba sentado y lo miraba con atención desde la mesa seguía murmurando en su oído: 

—Supongo que entendería completamente si quieres volver, te perdonaría si dijeras que te mantuve cautivo estos días y olvidaría tu cara después de despedirnos. —Se puso de pie con algo de dificultad y se acercó hasta el fregadero con ambas tazas vacías— Entendería si te sientes comprometido aún con tu familia, seguramente tu querida Molly está preocupada y-

Will, con espuma de lavar en las manos, ojos feroces y el ceño completamente fruncido, lo interrumpió con sorna: 

—¿Crees que puedo volver a la vida que alguna vez tuve?, ¿sentirme igual de cómodo?, ¿mirar a Molly como alguna vez lo hice?, ¿volver y olvidar que me sentí vivo después de mucho tiempo, junto a ti matando al Dragón Rojo?, ¿volver allá, lejos de aquí, sin tener un poco de esto?, ¿olvidar absolutamente todo?    

—Estuviste dispuesto a hacerlo cuando nos empujaste por el acantilado, Will. 

—No es lo mismo, estuve dispuesto porque muriendo los dos ya no quedaría nada para el otro aquí, pero ahora es... 

—Es igual, viviste sin mi por tres años y lo hiciste bien, la terapia terminó al fin.  

Will era consciente de que en ese momento estaba siendo manipulado y Hannibal sabía de su conciencia pero ambos estaban fascinados con la confesión disfrazada de juego. 

—Yo no viví, sobreviví sin la emoción y sin la adrenalina, Hannibal. 

Otra vez lo llamaba por el nombre de pila, eso quería decir que también se estaba subiendo al tren de la manipulación. Era una sensación atrayente. Cautivadora. 

—Ven conmigo, dale una probada a una vida sedada en epinefrina. 

Los pasos de Hannibal ya habían acortado la suficiente distancia para quedar frente a Will, el olor a café que emanaba de sus bocas chocaban entre sí y se mezclaban, reconociéndose. 

—Nuestra naturaleza sádica no nos dejará vivir en paz. 

Graham estaba con la espalda pegada al fregadero, intentando en vano, mantener con sus manos húmedas la distancia prudente entre ambos. Pero ahí estaba, la curiosidad otra vez. Escociéndole el alma. Perforándole el corazón de manera desconocida.  

—No quiero vivir en paz Will, solo quiero tenerte a mi lado como mi cómplice, un igual. 

—Es descabellado y lo sabes. 

Contratransferencia [Hannigram]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora