XIII

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El jueves fue un día de completa planificación. Al principio, Hannibal no se permitió sentir anticipación, pensó que en cualquier momento Will le pondría un alto y volvería a ser ese chico con un potencial enorme pero temeroso de reconocerse y aceptarse. 

Aunque el Doctor seguía creyendo que todo lo de Alana Bloom le pertenecía, y en cierta manera eso era innegable, también era consciente que aquello se obró con el propósito de liberar y salvar a Will, entonces decidió no actuar si él se lo negaba. Pero en cuanto el plan estaba pactado y el ex agente no dudaba absolutamente de nada ni retrocedía, supo de forma definitiva que había conseguido lo que tanto anhelaba de él. Que fuese su amigo, su confidente y muy a su sorpresa, también estaba consiguiendo que fuese su amante.  

Pero como el ser humano suele ser codicioso, Hannibal Lecter no era la excepción y se encontró deseando fervientemente en Will Graham una pareja romántica. Algo que jamás había ansiado antes. Ahora, tenía dicha aspiración como un objetivo inalterable y supo que no se detendría...

William apareció en la cocina luciendo bastante atractivo, estirándose luego de una noche, que seguramente, había sido agradable y de un sueño reparador. Los músculos de su torso haciéndose notorios por el movimiento físico a través de la tela, sus rizos desordenados y aquella cicatriz en su mejilla que le daba un aspecto mucho más magnífico a ojos de Hannibal.

Si, el psiquiatra no se detendría hasta conseguir llevarlo de su brazo y presentarlo como pareja. Poder ser espectador frecuente de sus mañanas, tardes y noches. Absorberlo completamente, hacerlo parte de su alma, tener la fortuna de cuidarlo y acompañarlo en la oscuridad. 

—¿Qué escribes? —inquirió Will, sentándose frente a él luego de servirse una taza de café. 

—Una carta. —Hannibal lo observó unos segundos y luego volvió a la hoja frente a él.

—¿Puedo saber para quién es? —Sin proponérselo si quiera, las manos del muchacho salieron disparadas a los papeles color plateado que descansaban a un costado de la mesa. 

—Para nuestra grosera favorita, la señorita Lounds. 

—¿Para qué?, ¿la extrañas mucho? —Will abrió lo que parecía ser una invitación y leyó en voz alta:— "Così fan tutte", ¿quiénes son Aiden y Thomas?  

—No extraño a nadie del pasado, todo lo que necesito lo tengo aquí. —Con los guantes aún puestos, se subió ambas mangas y prendió la vela amarilla junto a él— Por cierto, tu pronunciación en Italiano es casi perfecta, ahora respondiendo a tu pregunta, somos tú y yo. 

—Te dije que no quería ir a la ópera, creo que me aburriré enormemente, no puedo quedarme quieto mucho tiempo. —Aceptó finalmente el chico, desviando su mirada hasta las acciones del hombre frente a él. 

Hannibal estaba sumamente dedicado a sellar la carta sin dejar en ella ninguna pista de su paradero, aunque estaba bastante concentrado también en lo que le hablaba Will. 

—No te estoy obligando, pero no niego que quiero ir contigo. —Metió la carta en un sobre de papel Kraft— Lamentablemente me encantan ese tipo de cosas y quiero ir, en el camino dejaré la carta lejos de aquí en algún buzón. 

—Aquí dice que dura tres horas, ¿de verdad te gusta tanto para someterte? 

—A la ópera no me someto, Will, la disfruto. 

Graham se levantó con la taza de café entre sus manos y caminó hasta el ventanal que daba a la piscina, mientras la observaba sin estar realmente ahí en ese momento, pensaba qué tan malo podría resultar el salir junto a Hannibal y, tal vez, disfrutar un poco de lo que él gustaba. 

Contratransferencia [Hannigram]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora