VIII

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Antes de su petición, más inclinada a ser una orden, Will no sabía qué planeaba exactamente Hannibal para su siguiente día conviviendo en una realidad extraña y atractiva. 

 E independientemente del ambiente sumido en la absoluta duda para él, no había podido empujar por el abismo del olvido sus pesadillas con Bedelia Du Maurier como la protagonista ni mucho menos dejar ir aquella parte de él que quería asesinarla de la forma más íntima posible.

Y se encontró pensando, ¿por qué de pronto sentía tanto rechazo por ella? 

Sacudió la cabeza y casi pudo ver sus pensamientos saltar lejos con tal acción. Sus pies descalzos se regocijaron en lo helado del piso a penas bajó de la cama, su cuerpo aún ardía y sudaba cada noche aunque ya no estuviese enfermo.

Una melodía desconocida se instaló en sus oídos y se vio obligado a seguirla para descubrir su origen. 

Parecía un arpa, pero también era idéntica a una guitarra en ocasiones. Estaba confundido y aquel sentimiento solo lo incitó a descubrir de donde venía la música. Tal vez era de madrugada y aún estaba dormido, quizás no haría nada más que salir al pasillo y vería la figura perfecta de Bedelia frente a él, burlándose de sus dudas. 

Sobre la biblioteca que se encontraba en la sala, había una nota con su nombre, la perfecta caligrafía de Hannibal se lucía elegantemente entre todas las cosas. 

"Me hubiese gustado salir a caminar contigo, pero me tomé el atrevimiento de entrar a tu habitación y te veías muy cómodo durmiendo, Will. Hice desayuno, aliméntate bien, preparé té japonés así que no serás torturado por la Cafetera sifón otra vez y en caso de que quieras café, también hice para ti. Me gustaría hablar contigo cuando esté de vuelta en casa.

                                         Hannibal Lecter"

Will dobló la nota en cuatro partes y la apretó en su mano, aún sentía la melodía y si Hannibal no estaba y él efectivamente se encontraba despierto, ¿quién más podría estar tocando? 

La música lo llevó hasta el patio trasero de la casa, donde él o el Doctor Lecter jamás iban juntos, solo separados y a diferentes horas del día, porque resultó ser el lugar de la casa más privado, un lugar donde podías pensar sin ser interrumpido.

De pronto, vio a Chiyoh sentada en el piso del porche trasero, con un instrumento extraño sobre sus piernas y de ahí, el sonido. El humo de unos inciensos la rodeaba de forma mítica, un arreglo floral a su derecha y una tetera humeante con tres tazas pequeñas a su izquierda.

A pesar de que estaban al aire libre y el viento iba y venía, el olor a sándalo era muy fuerte.

—Hannibal fue a caminar por el bosque, Lady Murasaki falleció.

Will se sentó frente a ella, como alguna vez lo hizo en el Castillo Lecter.

—No te ves triste, precisamente. 

—Los muertos nunca nos abandonan, o nos cuidan o atormentan.

Un recuerdo fugaz pero claro de Garret Jacob Hobbs lo hizo sentir mareado. 

Chiyoh volvió a tocar el instrumento sobre sus piernas. Will observó en dirección al bosque tras la casa, tuvo la impresión de que los miraban y por un segundo casi imaginó al "Alcaudón de Minnesota" entre los lindos árboles de Cavendish, sonriéndole con complicidad. 

Volvió su vista a la tetera frente a él, hizo el ademán de tomarla entre sus manos para servir pero la mujer asiática se lo negó con un suave sonido de negación desde su garganta.

Contratransferencia [Hannigram]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora