VII

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—No volveré a caer en tu telaraña de mentiras, Freddie —espetó Brian Zeller mientras caminaba a su auto— Vuelve por donde viniste porque no vas a conseguir nada conmigo. 

—Esta vez no me dirijo hacía ti a base de mentiras, Brian, quiero que me hables de Lecter y Graham, supe que encontraron el cuerpo de Francis Dolarhyde, ¿es cierto? —ella detuvo la puerta del auto antes de que él la cerrara— Necesito saber la verdad, no puedo darle información falsa a mis lectores y están ávidos por saber, ¡ha pasado más de una semana!

—Si, ha pasado más de una semana y no has huido, eres muy confiada Lounds, ambos deben tener la astilla del rencor incrustada contigo, ¿no te da miedo? —inquirió Brian, dejando su bolso en el lugar del copiloto. 

Freddie Lounds se arregló sus perfectos rizos rojizos mientras sonreía con algo de cinismo. 

—No, no tengo miedo, ¿sabes por qué? —Ella lo observó fijamente y él no bajó su mirada. Lo que quizá alguna vez sintió por Freddie, ya estaba más que muerto— Ellos no serían nada sin TattleCrime, ese tipo de gente, añora la atención y yo se las doy. En este juego sin fin, Brian, yo valgo mucho. 

Brian Zeller encendió el auto, que rugió en el silencio de la desértica calle, bajó la ventana y dijo:

—La suerte no dura mucho, Freddie, cuídate porque lamentaría tenerte sobre mi mesa en el trabajo, si es que queda algo de ti. 

Ella le lanzó una mirada inescrutable y antes de que él acelerara, gritó:

—Encontraron a Francis Dolarhyde, ¿si o no?

Lo último que Freddie vio de Brian fue el polvo que levantó su automóvil al acelerar. Pero no le importaba, ella averiguaría de cualquier forma todo lo que fuese de importancia sobre los ya tan famosos "Esposos asesinos" , pasaba gran parte de su tiempo vigilando los puntos más significativos que ellos pudieran visitar si volvieran, o si salieran de su escondite, porque también estaba la posibilidad de que siguiesen ahí, cerca, también vigilándolos. Freddie Lounds tenía muchas teorías, estaban aquellas en que estaba dispuesta a dejar fluir su imaginación e incluso escribía en su mente a Hannibal y Will formando una singular familia, también aquella en donde Lecter mataba a Graham y huía a Europa otra vez, y obviamente, aquella en donde sucedía todo lo contrario, donde Will, cansado de las instrucciones en todas direcciones, asesinaba al caníbal y era él quien huía lejos, iniciando una nueva vida en otro país. 

Y aunque tenía sus teorías, había una que se impulsaba con fuerza. Esa que Frederick Chilton clavó profundamente en su psiquis. Porque según él, el Doctor y el consultor no podían vivir sin el otro. En las conversaciones que tenía con el miserable y convaleciente Chilton, él planteaba casi sin ninguna vacilación, que Hannibal Lecter y Will Graham habían escalado a una intimidad sin retorno, que estaban encadenados de forma irremediable y que, sin lugar a dudas, se vieron involucrados en un tornado romántico y erótico del cual ahora ninguno de los dos, podía o quería ignorar. Tan convencido estaba que quería comenzar un libro, una historia narrada con acotaciones y definiciones psicológicas sobre una relación insana entre ambos asesinos, pero su salud no se lo permitiría pronto, tal vez nunca, por eso la contactó. Freddie estaba dispuesta pero quería tener seguridad, algo que le asegurara una gran noticia y luego, ser segunda autora del libro junto con el Doctor Chilton y seguramente la única triunfante respecto a ganancias monetarias porque tenía certeza de que Frederick no resistiría mucho tiempo más. 

Contratransferencia [Hannigram]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora