Clara se sentó encima de su cama y comenzó a llorar. Las palabras de Esperanza le habían hecho demasiado daño. La estaba juzgando sin saber, sin entender lo que ella había sentido y sufrido... ¿Pero acaso su hija no tenía razón? La había abandonado cuándo era solo un bebé, cuando solo era una criatura pequeña y vulnerable. Eso era algo que nunca iba a poder perdonarse y puede que Esperanza tampoco lograra perdonarla nunca.
¿Tendría el valor suficiente para contarle la verdad algún día? ¿Para confesarle que ella era la mamá que tanto daño le había causado al abandonarla cuando era pequeña?
Con la vista empañada por las lágrimas buscó entre sus cosas su pequeña caja de recuerdos, lo poco que le quedaba de su otra vida, y comenzó a extraer y contemplar, una por una, las fotos que aún conservaba de Jorge.
Los tenía a los dos tan cerca, a su hija y a su gran amor, y nada era como ella había imaginado cuando era joven. A veces la vida era demasiado traicionera.
Suspirando para no derramar más lágrimas se acostó sobre las sabanas y cerró los ojos. Enseguida las imágenes de su relación con Jorge acudieron a nublar su pensamiento.
